“Nunca vienen y ya se van”. La popular frase que se le dice a las visitas que se marchan muy rápido, aplica perfectamente al concierto que dio anoche la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN), en el Festival Nacional de las Artes, en Santa Ana.
El grupo comenzó su presentación un cuarto de hora más temprano de lo pactado (a las 7: 15 p. m) y tocó aproximadamente 40 minutos.
Según explicaron los organizadores, la cita se adelantó debido a la logística que implica presentar un colectivo como este, y para que las presentaciones de la noche no se extendieran más allá de las 10 p. m.
Para fortuna de los espectadores y de los músicos, desde las 7 p. m. la gente se hizo presente en el sitio.
En manteles, sábanas, sillas playeras y hasta en el puro zacate, personas de todas las generaciones estaban listas para escuchar a la agrupación. Venían listos para todo: café para el frío, refrescos para el calor, dulces para compartir y ensalada para los más saludables.
En medio de una noche caliente y sin brisa, Santa Ana escuchó los primeros acordes de la orquesta.
Para comenzar, la agrupación seleccionó un estreno: la obertura Festiva , del compositor costarricense Vinicio Meza.
Entre el sonido de las cuerdas y la percusión que contrastan en esta pieza, la gente fue tomando un lugar frente la tarima colocada en la plaza del cantón del oeste.
“Buenas noches, es un enorme placer estar aquí Santa Ana”, dijo Eddie Mora, director invitado a esa cita y de inmediato anunció la segunda ejecución de la noche, la Sinfonía del Nuevo Mundo (tercer y cuarto movimiento) del checo Antonín Dvorak.
Atraídos por las poderosas notas de esta composición, los espectadores comenzaron a multiplicarse hasta casi ocupar la totalidad del espacio frente al colectivo.
Entre el público había una buena cantidad de adultos mayores, tantos que saturaron una tarima colocada especialmente para ellos. En menor cantidad estaban los jóvenes; ellos abarcaron el espacio tendidos sobre el césped.
De los niños no hay mucho que decir, ellos solo corrían de un lado a otro, gritando, sin prestar mucha atención a lo que ocurría al frente.
Adiós. Minutos antes de las 8 p. m., la orquesta anunció su despedida con la suite Estancia , del argentino Alberto Ginastera.
Pese a este rápido adiós, la gente no se sorprendió y continuó con la misma atención que le dieron a las dos obras anteriores.
Cuando por fin acabó el encuentro, el público le agradeció a la orquesta con un generoso aplauso y con un mar de comentarios positivos en la gramilla.
“Nunca antes había visto tocar a la orquesta. Me pareció muy emocionante ver a todos los instrumentos al mismo tiempo y cómo esto hace que se vayan formando las obras”, manifestó Gina Sosa, quien asistió al encuentro con sus dos sobrinas.
Lo mismo les sucedió a Evelyn Solís y Adrián Vindas, quienes hasta ayer conocieron a la agrupación costarricense cara a cara.
“Fue una gran oportunidad para nosotros, estamos muy felices de haberlos escuchado por primera vez aquí en Santa Ana”, dijo ella con un sonrisa imborrable.