Dinero, fama, amantes y mafiosos. Estos ingredientes mezclados en las dosis inadecuadas suelen producir la muerte a quienes los consumen. Thelma Todd, la rubia incandescente del cine mudo, se automedicó y la comedia de su vida terminó en tragedia.
A mitad de mañana del 16 de diciembre de 1935, May Whitehead, la doncella de la actriz, la encontró en el garaje de la casa, desgajada sobre el asiento de cuero de su Lincoln Phaeton convertible color chocolate –modelo 34– con la cara salpicada de sangre, vestida de seda, tapada con su abrigo de mink, con joyas valoradas en $20 mil y los pulmones llenos de monóxido de carbono, según describió el programa de NBC: Explores The Killing of Thelma Todd.
Nadie vio nada, nadie oyó nada, nadie escuchó nada. No hubo sospechosos, testigos, ni detenidos y las manos sangrientas de Hollywood volvieron a lavarse en la jofaina de la impunidad.
El árbol de la fama debe regarse cada cierto tiempo con sangre de inocentes y traidores, parodiando la frase de Thomas Jefferson; por eso, la extraña muerte de Thelma, apodada “Caliente Toddy”, fue otra de varias pesadillas que de tanto en tanto sacudían a la ciudad de los sueños y atizaban el horno de la prensa sensacionalista.
El primer leño lanzado al caldero fue el rollizo Roscoe “Fatty” Arbuckle, quien en una noche de jarana, en 1921, violó y mató –con una botella de gaseosa– a la starlet Virginia Rappe. Le siguió, un año después, el crimen de William Desmond Taylor, reconocido director del cine mudo, quien apareció con sendos tiros en el corazón, disparados con un revólver calibre 38. La saga de horror culminó con otro crimen que aún enturbia el aire de Los Angeles, la tortura y descuartizamiento de Elizabeth Short, la “Dalia Negra”, joven cuyo cadáver partido a la mitad fue encontrado en un basurero el 15 de enero de 1947, de acuerdo con Kenneth Anger, en Babilonia I.
Sherlock Holmes decía que para resolver un asesinato había que buscar primero al beneficiario del mismo. En el caso de Thelma eran tres: Pasquale “Pat” DiCicco, perdonavidas con el que se casó en 1932; Roland West, productor de cine y amante de turno, y el letal y celebérrimo mafioso Charles “Lucky” Luciano. Eran un nefasto “trío de póquer” y Thelma perdió la mano.
En 1931 ella filmó con Groucho Marx Pistoleros de Agua Dulce y en una escena este le dijo, mientras miraba sus generosos pechos: “Bueno, podemos limpiar y tensar sus frenos, pero tendrá que quedarse en el garaje toda la noche”. Fatal premonición porque a la curvilínea macha la encontraron muerta justo en el garaje del “nidito de amor” que compartía con West.
¿Quién la mató? Algunos rumores sentenciaban que había sido Roland y este confesó el delito en su lecho de muerte, acaecida en 1952 en brazos de su segunda esposa Lola Lane, por cierto heredera del Todd’s Sidewalk Café, el negocio que la rubia actriz y West montaron para atender a los cientos de motoristas que pasaban diariamente entre Santa Mónica y Malibú. ¡Nadie sabe para quien trabaja!.
La rubia cremosa
Thelma nació en Lawrence, Massachusetts, en 1905, hija de Jim y Bertha Todd. En la adolescencia desarrolló unas curvas de vértigo, un cabello espumoso y blanco como un helado de crema y una cara y un donaire que la llevaron a participar en diferentes concursos de belleza, al punto que ganó el de Miss Massachusetts en 1925.
Pronto fue descubierta por un cazatalentos que hizo de aquella estudiante, brillante y aspirante a maestra, una diva del cine mudo. Estelarizó 40 películas, entre 1926 y 1935, donde demostró una vis cómica particular en inolvidables cortometrajes al lado de El Gordo y el Flaco; los hermanos Marx y Buster Keaton.
El cineasta Al Roach, allá por 1931, la empató con Zasu Pitts para formar una pareja cómica que fuera la versión femenina de Laurel & Hardy. Más tarde Zasu se fue y la reemplazó, con relativo éxito, Patsy Kelly. Thelma interpretaba a una esforzada jovencita que enfrentaba todo tipo de problemas, con elegancia y encanto, a pesar de las payasadas de su alter ego. Así lo relata, en Funny Ladies – una serie de biografías sobre actrices cómicas– el escritor Stephen Silverman.
Merced a su versatilidad actuó en la primera versión del drama detectivesco El Halcón Maltés y por razones de fuerza mayor –su extraña y aparatosa muerte– no pudo terminar The Bohemian Girl.
Para aprovechar su fama se asoció con su amante West y fundó el Todd’s Sidewalk Café, un popular restaurante que en el piso superior tenía un club nocturno privado llamado Joya’s, epicentro de las noches hollywoodenses que reunía a lo más graneado del verdadero jet set y de los ricos y famosos de la época.
Aunque murió a los 30 años, Thelma vivió “a todo mecate”. A los 27 se casó con el playboy y gangster “Pat” DiCicco, un abusivo mujeriego con el que apenas duró dos años. El divorcio la arrastró al alcohol, las drogas y a los brazos del director Roland West, esposo de Jewell Carmen.
West era un prestigioso director de películas de terror; él conoció a Todd cuando tenía 25 años y ambos iniciaron un romance. La pareja compartió un pequeño apartamento detrás del negocio, pero las habitaciones estaban separadas solo por una puerta corrediza.
También mantuvo un lance con el mafioso Charles “Lucky” Luciano, quien le propuso convertir el Todd’s en una sala clandestina de juegos pero Thelma le respondió: “¡Sobre mi cadáver!”. Tras su muerte surgió el rumor de que Luciano le tomó la palabra y la mandó a “dormir con los peces”.
Sobre Thelma se tejieron toda clase de historias, algunas tan inverosímiles como la de Kelly, excompañera en varias series cómicas, quien aseguró a Andy Edmonds, en el libro Hot Toddy, que ellas habían sido amantes y la mató por celos.
Cita con la muerte
“Toddy” no era una rubia hueca. Su educado acento de Nueva Inglaterra y un ligero “snobismo” le permitieron trascender al cine sonoro; tenía buenos contratos y el restaurante era un negocio prometedor. Sí tenía una predilección por el peligro y chocó tantas veces su auto convertible, que sus jefes le prohibieron conducir y le asignaron un chofer.
La noche anterior a su muerte Thelma fue al Trocadero, el restaurante más chic de Los Ángeles, donde hubo una fiesta privada en honor al actor británico Stanley Lupino, padre de la actriz Ida Lupino. Ahí estaba DiCicco con una amiguita, Margaret Lindsay, lo que molestó a Todd por humillarla deliberadamente.
En el libro de Edmonds se describen las últimas horas de la actriz. A las 2:45 a. m. Todd salió del Trocadero en compañía del chofer, no sin antes prometer a sus noctámbulos amigos que se verían la tarde del domingo en el departamento de Dorothy Davenport para seguir la fiesta.
Entre las 3:15 y 3:30 de la madrugada arribaron al departamento trasero del negocio y ella se negó a que el conductor la acompañara. A las 9:30 a. m. del domingo, un farmaceútico aseguró que Thelma lo llamó. Ese día en la tarde varios testigos la vieron conducir frenéticamente el Lincoln convertible acompañada de un apuesto moreno.
No se volvió a saber nada de ella hasta la mañana del lunes 16 de noviembre, a las 10:30, cuando su fiel doncella la encontró muerta dentro del auto. La ignición del vehículo estaba apagada y la puerta del garaje estaba entreabierta.
A los gritos de la empleada acudieron los vecinos, llegó la policía y hasta el día de hoy solo hay algo en concreto: el cadáver tenía en la sangre una concentración de entre 75 y 80 de monóxido de carbono. Como la noche anterior había estado muy helada, las autoridades arguyeron que Thelma había llegado al garaje, dejó el auto con el motor encendido para calentarse y como estaba pasada de tragos, se quedó dormida para siempre.
El informe del forense consignó que la nariz rota, el diente quebrado, las salpicaduras de sangre en el rostro y el maquillaje corrido fueron ocasionados en el momento en que el cuerpo de Todd cayó sobre el asiento del conductor y se golpeó violentamente contra la manivela del auto.
Con unas preguntas por aquí y otras por allá la policía cerró el caso y lo declaró muerte accidental.
Otras versiones sugieren que West buscó una doble de Todd para hacerla ver en diferentes sitios, mientras este aporreó a la verdadera y la dejó dentro del auto para que respira los gases de la mufla. Así el productor ocultaría un enorme desfalco en las cuentas del restaurante y heredaría esa propiedad.
Los más arriesgados aseguraron que “Lucky” Luciano contrató a “Big Julie”, un sicario a sueldo de la Pandilla Púrpura de Detroit –formada por contrabandistas y secuestradores– para que silenciara a la rebelde actriz.
La madre de Thelma impidió una segunda autopsia y ordenó cremar el cuerpo, guardó las cenizas y pidió que estas fueran colocadas –a su muerte– sobre su corazón en el mismo ataúd. Así se hizo y ambas están juntas en una bóveda familiar en Massachussetts.
¿Crimen? ¿Suicidio? ¿Accidente? Solo el espíritu de Thelma Todd sabe la verdad, pero jamás hablará, porque abriría todas las cloacas de Hollywood.