09Agosto2011 La Nacin, Llorente de Tibs. Conversatorio con jvenes de 20 aos de edad, para la edicin del 20 aniversario de la revista dominical Proa. En la foto: Isabella D'Ambrosio/Juliana Barquero
El año en que la
El llamado se hizo a través de la página de
Vinieron a hablar de lo que más saben: del mundo en el que viven. Si bien sería un error extrapolar su filosofía de vida y sus conclusiones a toda la población costarricense que hoy tiene 20 años, la actividad sí permitió hacerse una idea de cómo es y cómo piensa esta generación.
Conducida por el psicólogo Íñigo Lejarza, la conversación, que estaba prevista para una hora, se extendió dos horas y media, pues todos tenían algo qué decir sobre los temas de la agenda. Ya la madurez empieza a tocar a su puerta y eso se les nota.
Los diez participantes dijeron vivir aún con sus familias y la totalidad están dedicados al estudio; solo dos trabajan y estudian a la vez. Sin embargo, están conscientes de que ya se acerca el momento de tomar las riendas de su propio destino.
Para conseguir esa anhelada independencia es que se están preparando. Entre ellos había futuros abogados, arquitectos, profesores de inglés, administradores, gastrónomos, especialistas en turismo y comercio internacional, psicólogos y comunicadores sociales.
Su ideal no es exhibir un único título en su casa u oficina. Casi todos piensan sacar una segunda carrera o bien obtener un posgrado. Muchos admitieron que les gustaría tener la oportunidad de estudiar fuera del país, pero casi ninguno afirmó que quisiera radicarse en el extranjero permanentemente.
Mucho más conscientes que generaciones anteriores de que la educación es la clave del éxito, estos muchachos aseguran que piensan así porque eso les inculcaron sus padres. “Si uno no estudia, no prospera. Mis papás no son profesionales, pero se han sacrificado mucho para darnos los estudios”, aseguró David Valverde, estudiante de comercio internacional.
Así como David, el resto de los participantes de esta sesión grupal se saben privilegiados por poder estar en una universidad, pública o privada. Tienen claro que muchos otros jóvenes engavetan libros y cuadernos para obtener dinero fácil en las llamadas “maquilas modernas”.
Se refieren a los
“Ya este idioma ni siquiera se menciona como requisito porque en todo lado se asume que uno lo domina y punto”, sostiene Jorge Jiménez, alumno de psicología, quien por esta razón dice haberse visto en aprietos durante algunas entrevistas de trabajo.
“En la universidad muchas de la lecturas son en inglés, porque se da por sentado que todos tenemos, al menos, que leerlo”, agrega Mónica Hidalgo, estudiante de comunicación, mientras que la futura arquitecta Valeria Meneses añade: “En las redes sociales, en las conversaciones, en todo lugar, el inglés siempre está presente, y de fijo te abre puertas”.
Durante el intercambio de opiniones, los jóvenes tocaron otro tema que, al parecer, les apasiona: la política. El año pasado todos disfrutaron por primera vez del derecho al sufragio.
Debatieron con toda propiedad si la presidenta Chinchilla está haciendo bien su trabajo, si los actuales diputados están cumpliendo con su compromiso social y si la corrupción ha carcomido las entrañas de los partidos políticos. Todo para llegar a la conclusión de que, pese a las quejas, viven en un país envidiable, aunque ande con la brújula bastante perdida.
¿Acaso se creen ellos la generación que le enderezará el rumbo al país? Sin ambages, contestaron que no. La mayoría sí desea dar su aporte para mejorar el entorno inmediato, pero afirman no ser tan idealistas como para pretender que van a cambiar o a salvar el mundo. Parecen creer más en el esfuerzo individual que en las grandes causas colectivas.
Lo mismo sucede con las prácticas ambientales. Casi todos aceptaron hacer lo suyo por ahorrar electricidad y agua, así como por no contaminar, pero admitieron que compromisos como el reciclaje a conciencia o una activa participación en luchas ecológicas, no pasan de ser buenas intenciones.
“Son cosas que nos preocupan, pero la verdad, no nos desvelan”, dijo una de las jóvenes, mientras que Randall López, estudiante de derecho, agregó: “Tenemos la teoría, pero reconocemos que nos falta la práctica”.
La posibilidad de formar pronto una familia parece el último asunto en interesarles. “Sí me gustaría tener un esposo, casarme y tener hijos, pero no ya, quizá por ahí de los 29 años”, acotó una de las muchachas, convencida de que primero quiere terminar su carrera, trabajar y estabilizarse económicamente.
Su manera de pensar –la misma de casi todas las mujeres del grupo– concuerda con el tipo de relaciones de pareja que mantienen en la actualidad. Algunos tienen novio (a) y están contentos, pero la formalidad, en el amplio sentido de la palabra, les eriza la piel. “Huy, no. Nada que ver tener a alguien que quiera gobernarle a uno la vida todo el tiempo y esté pidiendo explicaciones”, bromeó uno de ellos.
Muchos de los presentes coincidieron en que antes de comprometerse, lo ideal es conocer bien a la otra persona y esto incluye el tema de la sexualidad. Quienes se confesaron activos sexualmente (porque, en este tema, no todos hablaron en primera persona) dicen poseer la información necesaria para evitar embarazos o enfermedades de transmisión sexual. Aseguraron también que la comunicación con sus padres en relación con este asunto ha sido bastante satisfactoria.
“Obviamente, no le digo a mis papás cuándo ni cómo, pero ellos saben y hasta me ayudan a comprar los anticonceptivos”, confesó una de las muchachas.
Los nacidos en 1991 crecieron en medio del
“Facebook no es un lujo, es una necesidad. Hasta los profesores de la
El celular también les resulta un medio de comunicación indispensable, más para enviar mensajes de texto a compañeros, amigos y familiares (papás, especialmente), que para hacer o recibir llamadas.
La consigna de este grupo etáreo es nunca apagar el aparato, ni siquiera durante la noche porque “siempre hay que estar disponible”.
Precisaron que cualquiera de ellos puede enviar cerca de 3.000 mensajes por mes. En cuanto a los recibos, dicen pagar sumas bastante altas, aunque en muchos casos los papás se hacen cargo. “Una vez, el recibo me llegó por medio millón (de colones). Obviamente, me quitaron el celular como por cuatro años”, confesó Valeria un tanto apenada.
¿Qué hacen en su tiempo libre? Además de
Las fiestas tipo “barra libre” empiezan a perder encanto para la mayoría.
Ir al cine o al teatro, tocar algún instrumento y leer, fueron otros de los