La obra de este autor no es abundante por el número de volúmenes, pero sí por los problemas que presenta y los personajes que describe. En ella manifiesta observación psicológica penetrante y profundo conocimiento de la naturaleza humana. Todas sus obras llevan la marca de una creación madura y equilibrada. Sus temas corresponden a su yo íntimo ; son la voz de su más profundo ser. En cuanto al estilo, muy original, se caracteriza por una perfecta facilidad, gran riqueza de imágenes y un don particular de representación plástica.
Es autor de una de las novelas suizas más importantes, considerada obra maestra de la literatura moderna europea, El gallardo Enrique ; autobiográfica, en ella el héroe se consagra a promover un nuevo humanismo cristiano de espíritu democrático, militante y afectivo al mismo tiempo. Otras de sus obras son El pueblo de Seldwyla, colección de imaginativas estampas humorísticas, y Novelas de Zurich, en las que profundiza en problemas filosóficos.
El profesor Alfred Zaech dice: "Lo que caracteriza a Keller es su sentido de las responsabilidades , del deber del hombre con la sociedad, su amor casi fanático a la verdad. Odia toda mentira, toda falsedad, ataca la hipocresía y la dureza de corazón... Su obra está animada por preocupaciones de orden pedagógico; sin embargo, es demasiado artista para acentuar con exceso sus intenciones moralistas . Su sentido del humor le impide caer en un pedante didactismo; de ahí procede su tendencia a una comicidad divertida y también a una especie de sabiduría superior que le permite juzgar las cosas de acuerdo con su valor verdadero, sin otorgar una importancia desmesurada a lo que no la merece, y que le ordena amar a la tierra y a sus habitantes a pesar de todas las amarguras de la vida y de todas las imperfecciones humanas."
Nació en Zurich; su padre era maestro tornero; creció en un ambiente de modesta burguesía. Huérfano a los 5 años, por una falta leve fue expulsado de la escuela; y por sí mismo completó su instrucción como autodidacto. Inclinado al arte pictórico, por dos años intentó ganarse la vida como paisajista en Munich; fracasó y retornó a Suiza para dedicarse a la poesía. Favorecido con una beca viajó a Alemania; en Heidelberg fue alumno de Feuerbech, de quien absorbió las ideas religiosas; en Berlín, soportando privaciones, hambre y deudas, no pudo realizar las ambiciones teatrales que entonces anhelaba, pero escribió sus mejores obras novelísticas.
De nuevo en Suiza, en 1861, fue nombrado primer secretario del cantón de Zurich. Juzgando que un hombre de bien debe mostrar su valía en actividades cívicas , aceptó de todo corazón el cargo, que ejerció de manera ejemplar durante 15 años. Se retiró en 1876 y, teniendo ya asegurada la subsistencia, se dedicó por entero a la literatura. Falleció en Zurich.