Sixaola, Limón. Cocinas, cuartos y baños convertidos en aulas. Los 205 estudiantes de la Escuela La Palma, en Sixaola, Limón, han pasado los últimos seis años repartidos en tres casas de un cuadrante bananero, en la finca Sixaola 3.
Ese es todo el tiempo que llevan esperando a que el Ministerio de Educación Pública (MEP) se decida a construirles un edificio más apropiado para sus necesidades educativas, según contó una de las maestras, Floria Mackenzie.
Si no hubiera sido por la ayuda de la empresa bananera Del Monte, que prestó las viviendas, una parte importante de los estudiantes se vería obligada a viajar varios kilómetros hasta los centros educativos más cercanos, ubicados en el centro de Sixaola o en Daytonia.
La gran mayoría de los alumnos son indígenas ngöbes, hijos de los empleados de la bananera.
Las viviendas de la compañía bananera se utilizan, normalmente, para que los peones de sus fincas puedan vivir allí con sus familias.
La empresa Del Monte ya donó el terreno donde debería construirse la escuela. Se supone que el proyecto incluye un edificio central con cuatro aulas y una para materno y transición, además del comedor escolar.
Casi listo, pero... “El proyecto está encaminado, pero justo cuando están por girar los fondos pasa algo”, comentó Mackenzie.
Mientras tanto, decenas de estudiantes de sexto intentaban hacer un examen de Estudios Sociales repartidos en los espacios de lo que antes fue una cocina y la sala de una casa.
Un estudio sobre el costo de la obra calculaba su valor inicial en ¢264 millones, pero luego de hacer varias modificaciones al proyecto, quitando una cosa aquí y otra por allá, el costo total de la construcción se redujo a ¢165 millones.
La tarea de enseñar y aprender en estas condiciones es realmente difícil, manifestó la docente.
Prácticamente, resulta imposible confinar el ruido, por más paredes de durpanel que intenten separar las “aulas”.
Estudiantes de todos los niveles se mezclan entre sí, y para las docentes es muy complicada la tarea de llamar la atención mientras explican las materias.
La gerente de relaciones laborales de Del Monte, Marta Esquivel, reiteró el interés de la empresa por apoyar las necesidades educativas de los hijos de los peones bananeros de las tres fincas que la compañía tiene en la zona.
“Prestamos las casas y donamos el terreno. Ahora, se hace necesaria la participación del MEP”, dijo Esquivel.
Los vecinos de la comunidad, profesores y estudiantes hacen un llamado al MEP, para que programe pronto la construcción.