Siempre que en un artículo en esta página toco un tema religioso, recibo, por Internet, una cantidad muy grande de mensajes, lo cual no sucede cuando toco cualquier otro tema. Cuando publiqué el artículo “La Iglesia y el dinero” recibí más de 150 mensajes, de los cuales solo dos estaban en contra. Y cuando el Sr. Pierre Nguyen Van Tot, nuncio apostólico en Costa Rica, publicó una réplica con el título “La iglesia y la santidad” aumentaron los mensajes pidiéndome que le contestara, lo cual no hice porque en su réplica el distinguido sacerdote no se refirió a ninguno de los puntos de mi artículo, lo que siempre sucede cuando algún religioso se refiere a lo que escribo.
Insultos, no razones. Esto lo hacía siempre, sin falta, el anterior arzobispo, monseñor Arrieta, casi siempre con insultos y no razones. En una ocasión escribió que yo era “como Voltaire, que decía miente, miente, que algo queda”. Tuve que explicarle, como si se tratara de un niño de escuela, que Voltaire, uno de los tantos genios de la humanidad (la lista es larga) atacado y condenado por la Iglesia Católica, no podría haber dicho nunca semejante frase, la cual correspondía al ministro de Propaganda de Hitler, Joseph Goebbels.
El Sr. Nuncio proporciona una lista muy corta de papas buenos. Yo podría darle una lista mucho más extensa de papas malos, pero le daré un solo ejemplo: Alejandro VI, quien obtuvo el papado sobornando a muchos cardenales con sumas fabulosas y quien mantuvo durante su período una constante orgía, la cual produjo 10 hijos reconocidos oficialmente y muchos otros no reconocidos. y que además usó el veneno para eliminar a varios de sus enemigos. Por otro lado, era muy devoto de la Virgen María, e instituyó la costumbre del Angelus tres veces al día.
Teatro. Hecha esta aclaración, paso a un asunto más importante: la segunda obra que presenta la Compañía Nacional de Teatro, “El vestidor” del surafricano Ronald Harwood, famoso novelista y autor dramático, que ha ganado varios premios literarios, teatrales y cinematográficos. La versión para el cine de esta obra, con Albert Finney y Tom Courtenay, estuvo nominada para cinco óscares. Harwood la escribió basándose en su propia experiencia como vestidor del famoso actor y director teatral inglés Donald Wolfit y, en forma muy ingeniosa, muestra tanto los elementos que constituyen un montaje como el momento de la creación artística.
Se aprecia el trabajo, el esfuerzo, la angustia que acompañan la presentación del “Rey Lear” de Shakespeare en Inglaterra durante los bombardeos de la última guerra mundial. Dentro de la tragedia, el dolor, la tristeza que son parte intrínseca de una conflagración mundial, qué meritoria es la labor de un director-empresario y actor, de todos los otros actores, y todos los miembros de una compañía de teatro para llevar un mensaje de esperanza en la acción y las palabras de un clásico del teatro universal.
Asistí a uno de de los ensayos y hablé con el director uruguayo Roberto Fontana quien, me dijo, había venido con dos propósitos: uno, dar un taller de técnica vocal para actores. “De esta manera parte de mi trabajo quedará, espero para siempre, en Costa Rica. El otro propósito es dirigir una obra que considero muy importante por muchas razones”. Me contó que el teatro uruguayo actual debe, en gran parte, su auge a las enseñanzas que recibieron de una invasión pacífica europea, sobre todo la española Margarita Xirgu quien, ya famosa, se quedó en Uruguay como actriz, directora y docente hasta su muerte, Además de Vittorio Gassman, Louis Jouvet y otros.
“Esta obra, me dijo con entusiasmo, ilumina la condición humana. Nos presenta la eterna duda, el ser o no ser del teatro y de la vida. Vemos, casi simultáneamente, todo lo que está detrás del escenario, todos los trabajadores, hasta los más humildes, y la obra en sí naciendo todas las noches en el escenario”.
Al salir del ensayo ya ha llegado la noche con sus pasos lentos y húmedos de lluvia. ¿Apreciará el público el esfuerzo de presentar una obra tan importante, con actores tan capaces y un director de 85 años quien, me dijo, solo lo pensionará la muerte? Esto lo sabremos cuando, una vez más, se ilumine esta noche el escenario del Teatro de la Aduana.