Hace meses no llovía y esa noche cayó un aguacero que humedeció el bosque. Para los machos de la rana deslizadora, esa era la oportunidad de salir a cortejar tras meses de no reproducirse.
Sin embargo, esta especie no fue la única en tener esa ocurrencia. Esa noche, en esa laguna, los machos de seis tipos de ranas cantaron hasta las 3 a. m., con tal de llamar a las hembras.
Al mismo tiempo que esto sucedía, otros machos reñían entre sí al punto de insultarse y acompañar sus gritos con golpes.
“En las ranas, el saco bucal sirve de parlante cuando cantan. En cierto momento, uno de los machos abrazó a otro de tal forma que le tapó el saco bucal para que su contrincante no pudiera vocalizar”, relató José Salazar, coordinador de investigación de Veragua Rainforest e investigador de bioacústica de anfibios de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Salazar forma parte de un grupo de investigadores que estudian los cantos de las ranas en el bosque lluvioso. Para ello cuentan, desde hace un año, con una división del Laboratorio de Bioacústica de la UCR, el cual funciona en Veragua Rainforest, en Liverpool de Limón. Se seleccionó este lugar porque reúne una gran diversidad de anfibios; esto gracias a que reúne condiciones que lo propician como que el sitio se encuentra entre los 200 y 1.000 metros sobre el nivel del mar, al pie de una de las estribaciones de la cordillera de Talamanca y su estado de conservación es muy bueno.
Allí, dos veces al mes y durante cuatro días, los 10 investigadores se internan en el bosque donde delimitaron un área de 20 metros. Cada media hora, utilizando micrófonos y grabadores, registran los cantos y toman anotaciones como número de machos y cantidad de especies.
Aparte, toman datos como fecha y hora, localización, nombre del investigador y temperatura. Si tienen la posibilidad de recolectar al macho que canta, le toman una muestra de ADN, lo miden para saber su tamaño, le observan las características de los músculos y huesos, entre otros.
Una vez que tienen los audios, utilizan un
En este sentido, las hembras solo vocalizan cuando ya están con el macho, pero todo el trabajo previo recae en este. Así, los machos hacen diferentes tipos de vocalizaciones según el fin: cortejar a la hembra, pelear con otro macho, marcar territorio o alertar.
Por ejemplo, algunos forman coros. “Así ella se asegura de que en ese punto del bosque hay machos”, dijo Salazar.
Cuán grave sea el canto también, influye en lo atractivo que sea para la hembra y no por los decibeles sino por la frecuencia en que vocaliza. “Por lo general, las hembras lo que andan buscando son machos grandes y las ranas grandes tienden a poseer más cantidad de cuerdas vocales; por tanto, su canto es más grave. De hecho, los machos cuando pelean tienden a cantar más grave”, explicó el biólogo. y agregó: “Los cantos que utilizan con ellas son los que tratan de variar más porque, en cómo le canten, así van a lograr cortejarla o no”.
La presencia de otros machos no son la única competencia. El entorno también obstaculiza el sonido que emiten al cantar. “Por ejemplo, las ranas de vidrio cantan cerca del agua y el ruido de la quebrada siempre va a ser más fuerte. Por eso, estas ranas tienen un canto mucho más agudo que no choca en frecuencia con el sonido del agua”, dijo Salazar.
Ahora, ¿cómo lograr que lo oigan si en el mismo lugar hay otros machos, de diferentes especies, cantando al mismo tiempo? La bioacústica da pistas al respecto.
Las especies se distribuyen en diferentes niveles del bosque: unas cantan cerca del agua, otras en la zona media y el resto en el dosel de los árboles. Pero, si varias especies cantan en el mismo nivel, entonces vocalizan a frecuencias distintas.
“Tenemos cuatro especies que usualmente comparten territorio, pero una depende más de condiciones ambientales: el macho canta solo cuando llueve. Eso lo vuelve más oportunista porque aprovecha cuando llueve para cantar y le cae encima a los demás”, comentó Salazar.
“Pero si ya vemos el espectro, canta a otra frecuencia. Lo que interrumpe es el momento de canto, pero no la frecuencia”, agregó Wagner Chaves, asistente de investigación del proyecto.
Eso fue lo que pasó esa noche, en esa laguna, tras el aguacero. Aunque seis especies cantaban, los machos de la rana deslizadora vieron a las hembras bajar de los árboles.