Apetentes miradas

Carolina Sanabria

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Los filmes de Bigas Luna (Barcelona, 1946) suelen escapar a las calificaciones más burdas, esas que pretenden colocar un texto artístico en una escalera que va del primero al décimo peldaño, o de una solitaria estrella a un conjunto de cinco: la primera es el premio a la mediocridad, y las otras, a la excelencia. Ello incumbe a todo texto artístico, entre los que se cuentan muchas películas: la experiencia estética y cognitiva del encuentro con el arte es irreductible a una jerarquía unidireccional y carente de matices.








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