Cuantiosos han sido los ecos culturales generados por La noche de los muertos vivientes (1968). Aquello que parecía no ser más que un pequeño divertimento cinematográfico, orquestado por el director George A. Romero, no tardó en adquirir un estatus de culto.
Retazos de lo que llegaría a ser la figura del zombi en el cine de Romero brillaron en la gran pantalla en décadas anteriores a los años 60 en obras como White zombie (1932) y El gabinete del dr. Caligari (1920), pero la dinamita que permitió la explosión del zombi en la cultura popular fue una invención romeriana: la utilización del potencial metafórico del muerto viviente.
La película de Romero marcó el terreno para que, a partir de ese momento, diferentes creadores experimentaran con las posibilidades semánticas de la carne putrefacta que vuelve a la vida, de cuerpos desmembrados que causan en el espectador terror y atracción a la vez.
Un zombi muy particular
Dentro de la amplia oferta fílmica sobre zombis, sobresale el filme italiano Dellamorte Dellamore (1994, hermoso título que es destrozado en su traducción para el público hispano: Mi novia es un zombi) debido a que sintetiza en un solo material la mayoría de tendencias de género, tono y estética de las películas de esta temática, lo cual da como resultado un sincretismo muy estimulante.
Dellamorte dellamore, del director Michele Soavi, cuenta la historia de Franchesco Dellamorte, apático cuidador de un cementerio. En este lugar, los muertos vuelven a la vida y Franchesco se encarga de regresarlos a la tumba por medio de un balazo directo en la cabeza, lo cual ejecuta con total naturalidad. Sin embargo, su extravagante cotidianidad da un giro un día al conocer a una hermosa mujer que llora a su esposo fallecido; él se enamora perdidamente de ella.
La obra muestra un interesante tratamiento de sus dos temas principales, que se presentan desde el título en italiano: el amor y la muerte. Con habilidad cinematográfica, muestra aquello que Jorge Fernández Gonzalo plantea en su libro Filosofía zombi al conjeturar sobre qué es lo que hace al muerto viviente tan aterrador y atractivo para el espectador: “Lo inmediato que carece de nombre, la presencia que no acaba de concretarse en el sortilegio de la unidad, que no se refugia en el lenguaje, sino que se sostiene por una dispersión, entre los huecos y laberintos del verbo”.
Muertos-vivos y vivos-muertos
En Dellamorte Dellamore, la muerte y el amor tienen más en común de lo que aparentan a simple vista. Están nupcialmente unidos por la imposibilidad del lenguaje de aprehenderlos, son conceptos escurridizos, temibles y fascinantes, apuntan justamente a esos “huecos y laberintos del verbo” a los que hace referencia Fernández.
El amor y la muerte no son las únicas nociones que parecen perder sus bordes, confundirse y contraponerse en el filme de Soavi. La apuesta fílmica del director pone en interacción un gran número de conceptos e ideas que parecen, en primera instancia, ser contrarios.
La colisión de opuestos impregna al filme de una ambientación onírica, en el cual la indiferencia de los vivos y alguna vivacidad de los muertos desdibuja y problematiza lo vivo y lo muerto. En el inicio de la película poco había en Franchesco –el protagonista– que lo diferenciara de los podridos cadáveres que él vigila: no lo mueve ningún deseo ni ninguna ilusión, es poco más que carne y piel, a la deriva de su entorno inmediato.
En cuestión de fotogramas, el filme pasa del realismo mágico al surrealismo, de lo erótico a lo mórbido, de la obscenidad al preciosismo poético, de la espontaneidad camp en su fotografía a hermosos planos milimétricamente planeados y de presentarse como una comedia romántica tipo serie B a ser una contundente pieza de filosofía existencial, con una estructura narrativa que remite al eterno retorno nietzscheano.
Es mediante el juego de contrarios que la película adquiere una unicidad en la que el espectador puede notar trazos de las principales tendencias (anteriores y posteriores al filme) que la obra de Romero ha despertado. Entre tales tendencias se encuentran, por ejemplo, la crítica política y social de Romero, la comedia zombi de películas como Braindead (1992), la revuelta punk de El regreso de los muertos vivientes (1985) y la estética kitch de los zombis de Lucio Fulci. Todo esto agregado a una clara influencia de dos tradiciones italianas: los matices giallo de Darío Argento y la cuidada subversión fílmica de Pier Paollo Pasolini.
Un aspecto en el que se podría encontrar una divergencia entre el filme de Soavi y los trazos romerianos nacidos en La noche de los muertos vivientes es que Soavi parece más preocupado por metáforas y preguntas de carácter existencial y metafísico, lo cual con las preocupaciones más terrenales y sociológicas de Romero.
Tal sensibilidad existencial llega incluso a ser poética; por ejemplo, en una suerte de soliloquio en el punto álgido de la película, el protagonista recita para sí: La muerte, este payaso obsceno./ La muerte, que por sorpresa pone un velo funesto./ La muerte que nace cuando la vida sucumbe./ La muerte y el amor llevan el compás juntos hasta el Juicio Final,/ actores de un gran drama pasional sin principio ni fin./ Para siempre./ Amén.
Un filme cada década más vivo
La cuestión zombi, instaurada por Romero, plantea a grandes rasgos cómo el cúmulo de cuerpos no necesariamente forman una comunidad, sino que muchas veces solamente se persigue de manera enajenada aquello que pueda dictar el discurso capitalista, aunque esto signifique devorar al otro. Esta observación parece no perderse, sino complejizarse en Dellamorte dellamore, ya que el filme da un giro existencialista y poético a la propuesta de Romero.
Justamente por su contenido filosófico, Dellamorte Dellamore puede parecer, a primera vista, un filme un tanto inaccesible, esto sumado a su profundo nihilismo, su extraña combinación de géneros y su sentido del humor sumamente oscuro. No obstante, la propuesta fílmica nunca llega a ser alienante para el espectador.
A pesar de que Dellamorte Dellamore pasó sin pena ni gloria por la taquilla en su estreno, el filme de Soavi se ha ido instalando, poco a poco, en el imaginario cinéfilo como un filme de culto. Sirva el presente artículo para instar al visionado de esta pieza única del género zombi, el cual durante medio siglo ha sido casa de lo abyecto y lo grotesco, pero también de la crítica social y el entretenimiento, y en el caso de Dellamorte dellamore, también del amor.