Ser originaria de un pueblo indígena, ser mujer y querer incursionar en el cine parecía todo un reto, sin embargo, Claudia Huaiquimilla -quien fue una de las cineastas invitadas al Costa Rica Festival del Cine 2022- estaba dispuesta a asumirlo para estar en la industria cinematográfica, su gran sueño.
Ya ha pasado poco más de una década desde que tomó la decisión de estudiar Dirección Audiovisual en la Pontificia Universidad Católica de Chile y, aunque ha sido un camino lleno de baches y piedras, se siente satisfecha de lo que ha conseguido hasta ahora.
La cineasta chilena, de 35 años, siempre ha tenido claro que su responsabilidad es mostrar las más duras realidades a las que se enfrentan las personas, y el cine, desde la ficción, le da esa oportunidad.
Producciones como Mala junta (2016) son prueba de ello. Esta es una cinta donde se abordan temáticas relacionadas a la adolescencia, la delincuencia, las diferencias políticas y la realidad de los pueblos indígenas.
El filme narra la historia de Tano, quien es enviado a vivir con su padre al campo tras cometer un delito. Allí conoce a Cheo, un joven mapuche quien pronto se convierte en su amigo y quien sufre de bullying en el colegio. Una amistad que inevitablemente traerá consecuencias.
Este largometraje, el primero de su carrera, era tan importante para Claudia que la llevó a exhibirlo a muchachos recluidos en un centro del Servicio Nacional de Menores (Sename), en donde pudo ver más realidades de las que se imaginaba y que le sirvieron de inspiración para realizar Mis hermanos sueñan despiertos, una película del 2021 que relata la historia de Ángel y su hermano menor Franco, quienes están recluidos en una cárcel juvenil y viven soñando con su libertad.
“Creo que fue fundamental mostrar la primera película en los centros de detención, porque ahí conocimos quienes son los protagonistas de Mis hermanos sueñan despiertos, no literalmente porque no grabamos con ningún joven que estuviera recluido -por sus derechos de no revelar su identidad y porque ya sufren de un estereotipo muy grande con la sociedad- pero si su testimonio.
“Les preguntamos qué querían contar, entonces son muchos testimonios de muchos jóvenes de distintos centros y siento que eso le dio una capa y una profundidad más allá de lo aparente y nos empoderó para ver cómo trabajar de una manera más humana; tratando a esos chicos no como números o cifras, sino como personas”, explica Huaiquimilla.
Este fue un filme que tuvo una gran aceptación a nivel internacional y Claudia considera que fue justamente por la realidad que se presenta.
“Creo que la fuerza de este filme está en los personajes, porque esta es una historia que se trata de la hermandad, de la resiliencia, de cómo se unen los lazos fraternos a pesar de las circunstancias más difíciles. Son jóvenes que siguen anhelando lo que harán al salir y creo que aquí es donde más gente me ha comentado que se ha sentido conectada en distintos países”, detalla.
Muchas realidades
Para Claudia es importante abordar este tipo de temas en sus producciones, pues muestra realidades que no siempre se ven de cerca y siente que como cineasta esa es su responsabilidad.
“Me parece que hay un estereotipo muy grande respecto a las personas que están en un centro de detención, sobretodo cuando son niños. Me acuerdo que cuando yo fui a uno de estos centros, el director me decía que para que un niño esté ahí es porque fallaron muchas cosas del sistema previamente: del sistema de protección social, de salud, de educación… Es nuestro deber el tener una reinserción”, afirma.
Además, explica que en Chile “se ve como que quienes están en este lugar tienen todo perdido y, por el contrario, yo lo que vi fueron cosas muy valiosas y que son necesarias proteger y mostrar en el cine, porque como sociedad estamos intentando evitar mirar y si lo miramos, lo miramos desde un lugar frío”.
“Creo que es importante volver a sentir una conexión emocional con quienes están ahí y que nos hagamos cargo de todo desde nuestro lugar. En mi caso, como artista de cine, es el intentar dar voz y mostrar a esos niños y lo que sentían, porque además los niños son los menos escuchados, mucho menos los niños que están privados de libertad”, añade.
Sin embargo, Claudia quiere ir más allá del ámbito carcelario. Su intención es abordar diferentes temáticas sociales que están flotando allí en el aire.
Prueba de ello es la más reciente serie que dirigió para Netflix, 42 días en la oscuridad, que aborda el feminicidio, la violencia de género y la forma en que las instituciones judiciales policiales y mediáticas tratan los casos de desaparición de mujeres.
“Eso fue muy fuerte para mí y lo intenté de trabajar de la misma forma que lo he hecho antes: a partir de archivo documental, pero centrándonos en los personajes y en lo dolorosa que puede ser esta violencia para una persona y para una familia”, dice.
Orgullosamente mapuche
Claudia ya está trabajando en el tercer largometraje de su carrera. Se trata de la historia de una niña mapuche, una indígena chilena que hoy vive en la ciudad.
En este filme, la cineasta de origen mapuche contará su propia historia con la intención de darle voz a quienes “han sido más silenciadas”, es decir, a las mujeres indígenas, principalmente durante la década de 1990 “cuando se iba a celebrar en Latinoamérica los 500 años de la llegada de los españoles”.
“En realidad en Latinoamérica y en Chile, en aquel entonces, había un gran movimiento de resistencia indígena y creo que está muy ligado a lo que se está viviendo en Chile con el cambio de la Constitución. Así que decidí que este sería mi siguiente proyecto”, comenta.
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Para la cineasta chilena siempre será un orgullo que la reconozcan como una cineasta mapuche y también como una mujer que proviene de los pueblos indígenas de su país, pues allí es donde comienza el cambio.
Está convencida de que no existen motivos para que las personas se avergüencen de sus antepasados, quienes fueron parte de las comunidades nativas de su tierra.
“Pienso que el reconocer es importante políticamente, sobre todo como gesto humano para quienes vienen de las nuevas generaciones. Ya no es una carga de vergüenza y de poca dignidad, tenemos que sentir un orgullo por lo que somos y de lo que significa nuestra crianza y nuestra cosmovisión.
“Somos un pueblo contador de historias y yo tomo las herramientas de la modernidad para comunicar y ayudar a la resistencia de mi pueblo desde el cine.
“En el pasado guerreros mapuches aprendieron la técnica del caballo de los españoles y mi padre me dijo una vez: ‘ahora no tienes el caballo, pero tienes la cámara’ y me siento muy orgullosa de poder ocupar este lugar, pues el pueblo mapuche siempre tiene algo que contar. Yo solo soy un eslabón en la cadena”, asegura.
Claudia reconoce que es ambiciosa y que tiene muchos proyectos en mente, sin embargo, uno de los más importantes para ella es el de romper las barreras que existen en el mundo cinematográfico, en el que asegura son pocas las oportunidades que tienen las mujeres que quieren incursionar en este ámbito.
Afirma que desde su perspectiva se incluye a las mujeres cineastas en producciones solo para cumplir con una cuota, pero no porque sea algo deseado.
“Creo que es importante dar cabida a otras compañeras, para que sean muchas las que ya tengan oportunidad. No obstante, sé que falta mucho para eso, sobretodo para que mujeres diversas, mujeres de otros territorios y mujeres indígenas tengan oportunidad.
“Yo me siento muy sola en esta área y siento muchísima responsabilidad de hacer ver cuán necesarias somos. Me parece importante ir abriendo camino a otras compañeras y que este sea menos complejo, porque al menos en Chile es muy difícil actualmente y uno vive mucha discriminación, incluso estando en un alto cargo como es la dirección, pues las decisiones son cuestionadas”, finaliza.