Con un programa reducido y cambios importantes, la Sinfónica Nacional llevó a cabo el domingo 27 de noviembre su último concierto de temporada. No se pudo efectuar el viernes 25 de noviembre debido al asueto decretado para todas las instituciones estatales, como necesaria medida de precaución ante la inminente llegada de un huracán al país por primera vez en casi dos siglos.
Además, la orquesta tuvo muy limitadas posibilidades de ensayo los días previos, por lo cual se tuvo que cancelar la presentación del Cisne Negro del compositor Bright Sheng, una delicada transcripción orquestal del Intermezzo op. 118 para piano de Johannes Brahms y cambiar el concierto de Schumann para piano por el primero de Felix Mendelssohn, obra de gran virtuosismo pianístico, que sin embargo no requiere como el anterior tanto trabajo de la orquesta.
Esta obra sucinta, escrita entre 1830 y 1831, es uno de los primeros conciertos románticos en el que prácticamente no hay introducción orquestal, el solista empieza a tocar casi desde el inicio y comprende 3 movimientos breves que se tocan sin interrupción, apenas divididos por una fanfarria de los instrumentos de metal. Esta sensible economía de recursos orquestales permite al oyente concentrar la atención en el solista, para quién está pensada la pieza, y al tratarse de un intérprete brillante como Benjamin Pasternack, la Sinfónica pudo salir exitosamente del apuro con solo unos minutos de ensayo antes del concierto.
Para completar la primera parte del concierto, Pasternack ofreció una virtuosa rendición de la Marcha Rakoczi de Liszt en la versión de Vladimir Horowitz, la cual despertó un nutrido aplauso del poco numeroso público que logró sobreponerse al ambiente lugubre que acompañó el fin de semana y llegar al Teatro Nacional.
En la segunda parte, tal y como estaba pevisto, Carl St. Clair hizo una lectura emotiva de la 4ª Sinfonía de Brahms. Maestro de las grandes líneas, el titular de la Sinfónica Nacional logró trascender la pluralidad de pequeños motivos, que como exhalaciones conforman el discurso del primer movimiento y que si no se unen debidabente producen una insatisfactoria sensación fragmentada (pixeleada diriamos en la actualidad)
En el segundo movimiento, en cambio, quedó patente la mayor debilidad de St. Clair: la falta de trabajo minucioso, el poco interés que demuestra por venir con mayor frecuencia al país a doblarse las mangas y trabajar entonación, movimientos de arco, ajustes rítmicos y homogeneidad del sonido al interior de cada sección. En fin, lo que requiere una orquesta como la nuestra para progresar.
Muy bien logrados también resultaron el scherzo (Allegro giocoso) y el enigmático final considerado por muchos como una de las mayores obras maestras de todos los tiempos debido a su perfección formal y al contraste entre violentos exabruptos con momentos de calma entrópica y acumulación de energía, los cuales justamente nos recuerdan la temible pulsación de una tormenta metereológica.
XII Concierto de Temporada
Dirección: Carl St. Clair
Invitado: Benjamin Pasternack, pianista
Repertorio: Obras de Mendelssohn y Brahms
Espacio: Teatro Nacional
Función: Domingo 27 de noviembre, 10:30 am