Transitarte es, a grandes rasgos, un vitral de escenas: la pareja joven besándose durante el concierto de rock , la familia batallando con la niña chorreada de granizado, los extranjeros grabando con sus celulares los pasacalles, y las tribus y tribus de amigos pereceando en el zacate del parque Nacional.
En pleno verano, este fin de semana, los parques de San José se transformaron en escenarios abiertos para la música, el baile y el libre ocio de la cultura
En los últimos días de verano, el festival que organiza la Municipalidad de San José se vive como una merecida despedida a esos días en los que el bochorno nos saca de las casas.
Este fin de semana, los parques y calles josefinas acomodaron a la variedad de turistas que festejan una ciudad consagrada al ocio (aún cuando sean solo dos días al año).
Quizá, el logro más grande de Transitarte es el tino que tienen para encapsular otros festivales. Epicentro, por ejemplo, se apropió del parque Morazán para ofrecer chivos gratuitos, desde las tardes y hasta la noche, con bandas indie rock nacional y latinoamericano.
Este domingo, mientras esa tarima ofrecía sonidos experimentales, otra en el parque Nacional invitaba al público con música tropical en los instrumentos de Cantoamérica y rock más tradicional, con Los Despiertos y Cocofunka.
Simultáneamente, la Plaza de la Libertad Electoral, frente al Tribunal Supremo de Elecciones –un espacio que pasa por desapercibido en el corre corre cotidiano–, cautivó la atención de varias familias con comedia física y malabares de los artistas de la Asociación Cultural Arte y Circo, quienes aprovecharon la ocasión para promocionar al III Encuentro Nacional de Arte y Circo, a realizarse en mayo.
En las afueras del Edificio Metálico se aglomeraba una multitud para ver, primero, un espectáculo de danzas tradicionales de la Compañía Folclórica Tierra y Cosecha y, luego una pegajosa clase de zumba.
Tanto en la noche del sábado como la de ayer, el Festival Puro Cuento subió sus invitados a una tarima en el Jardín de Paz (frente al Edificio Metálico) con un público de niños, adolescentes y adultos.
Es así como vivir Transitarte es sobrevivir todos esos extremos. Pasar de escuchar, en el Jardín de Paz, a José Martínez narrar una historia sobre la imaginación y terminar viendo a su colega Michael Navarro hacer un minuto a minuto de chistes durante un estridente pasacalles en el Paseo de Los Damas (sobra decir que el público recibió el improvisado monólogo con aplausos y risas).
En cinco cuadras, todas las manifestaciones artísticas se interrumpen, especialmente cuando hay pasacalles cruzando continuamente por Los Damas, unos con baile folclórico y mascaradas, y otros con ritmos tropicales.
Este domingo hubo puntos muertos, silencios anormales en un festival que se precia de sacar a todo el mundo a la calle. Sin espectáculos principales, el parque España se convirtió en un campo para toldos de varios talleres y una minúscula feria de libros.
Además de acoger a Epicentro, el Morazán tuvo en sus alrededores talleres de la Casa Cultural Amón y puestos de venta de algunos artistas plásticos. La tarima del parque Nacional estuvo rodeada de los usuales puestos de artesanías y diseño.
Aunque este año, otros espacios abrieron sus puertas para participar de Transitarte –el Centro Costarricense de Producción Cinematográfica y el Edificio Metálico–, eso no se reflejó en una robusta agenda de espectáculos. Este domingo, Transitarte estuvo lleno de escenas gratas, pero hizo la falta la magia que tiene para hacernos desear estar en todo lado al mismo tiempo.
En los meses que restan para el siguiente, solo nos queda saborear esos momentos y seguirlo extrañando.