El túnel del tiempo transporta al lector a la Costa Rica del año 2062. Elena Rivera es una geóloga y neurocientífica que busca emprender un quijotesco proyecto: predecir terremotos con la mayor exactitud posible a solo minutos de que ocurran. Sin embargo, para lograr su misión, Elena necesita la ayuda de alguien con una sensibilidad superior a la del promedio.
Este es el meollo de la novela Señora del tiempo , de la escritora costarricense Laura Quijano Vicenzi, que se presenta hoy a las 6:30 p. m. en la Librería Internacional de Multiplaza Curridabat.
Publicada por Uruk Editores, esta esta novela propone una trama en la que el futuro y el pasado se dan la mano, pues la protagonista arrastra las secuelas traumáticas que le dejó un terremoto ocurrido durante su infancia.
En 539 páginas, la obra lleva al lector a un suelo muy movido y harto conocido por los costarricenses: la constante amenaza de los temblores y sus consecuencias.
Elena y sus coterráneos ignoran que un devastador sismo acecha a Costa Rica y será tan letal como el que le quitó la vida a su madre años atrás. “Me interesan las posibilidades que ofrece el desarrollo de las neurociencias para comprender el fenómeno de los sismos, que son de presencia constante en nuestro país. Ese fue el punto de partida para la novela”, explicó Quijano.
La autora definió a Elena como “una mujer inteligente y decidida, profundamente marcada por un sentido ético de la labor que desempeña”, dijo Quijano, quien es egresada de las carreras de Derecho y Filología Española, de la Universidad de Costa Rica.
El personaje de Elena se complementa con el de Catalina, quien posee habilidades especiales y, por ello, es considerada rara.
“Es una joven artista de mucho talento, una mujer dulce y apacible que vive, sin embargo, atormentada por un pasado difícil”, declaró la escritora.
La novela también escarba en algunos temas siempre vigentes en la sociedad tica, como la corrupción y la discriminación.
En su obra, la autora visualiza a la Costa Rica del futuro como una sociedad con un notable desarrollo tecnológico, pero siempre vulnerable a los embates de la naturaleza.
“En general, se perfila una sociedad más diversa en lo religioso, más inclusiva en el campo de los derechos humanos, más consciente del resguardo de los recursos naturales y más tolerante y abierta en temas sociales”, detalló.
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