El Núcleo de Experimentación Teatral (NET) ya mostró estas dos obras antes, pero eso no quiere decir que hayan concluido. A lo largo de dos años, han ido cincelando Redil y Tríptico de errancias, sin que avizoren, tampoco, que lleguen a ser procesos concluidos. Es teatro que sigue.
En el Teatro 1887 del Centro Nacional de Cultura, del 15 al 18 y del 22 al 25 de marzo, el NET presenta ambas obras (una por fin de semana), las cuales se han podido conocer como work in progress y que ahora florecen con una nueva versión. Ambas son escritas y dirigidas por Fernando Vinocour; en Redil actúa Noelia Cruz y en Tríptico de errancias, Vinocour, Denis Quirós y Bruno Camacho.
Es un trabajo no solo de hallazgos dramatúrgicos: es un proceso de transformación del entendimiento de lo escénico para sus participantes. Las funciones son a las 8 p. M. y las entradas se pueden reservar al 2257-8305, 2257-5524 o al 8431-8790. Las entradas valen ¢6.000 en general y ¢3.000 para estudiantes y ciudadanos de oro.
En Redil, una mujer llamada Teresa (Cruz) aparece frente a la audiencia para hablar de cómo las reglas sociales definen la vida de una mujer; en su monólogo, va descubriendo, y compartiendo con el público, el entramado de obligaciones que se le imponen.
Por otra parte, en Tríptico de errancias, un hombre-animal despierta en el grupo de científicos que lo estudia muchas dudas sobre lo que estructura la sociedad y la conducta humana.
Teatro que sigue creciendo
Para el NET, si bien esta es una temporada en escena, mostrar sus proyectos es solo una parte más de un teatro necesariamente inconcluso: estas obras ya se “estrenaron”, pero les permiten continuar adentrándose en ellas para descubrir nuevos estímulos y acentos.
“Entendemos el hecho teatral como eternamente inacabado”, dice Noelia Cruz, actriz y productora. “Eso es lo que nos permite seguir profundizando y seguir trabajando. Llevamos bastante tiempo desde la primera vez que llevamos Redil al público, en junio. Desde entonces seguimos trabajando la obra. No se ha cambiado profundamente en cuanto a la dramaturgia, pero sí vamos profundizando en la actuación, en el personaje”.
Aventurarse con esta forma de trabajar les permite más libertad, pero también exige compromiso. Más que exigirlo, les insta a trabajar desde el deseo, casi erótico, de una creación artística que nutra sus vidas profesionales y personales.
“Nos fue uniendo el seguir adelante, más allá de que hubiera temporada o no. Nos ha ayudado a pulir los elementos al máximo que nosotros podemos y que podemos juntos. De alguna manera se pusieron en juego todas las habilidades teatrales de cada uno, de la actuación a la producción y la escenografía”, dice Vinocour.
¿Qué ha implicado este proceso necesariamente inacabado para sus participantes? ¿Cómo los estimula y hacia dónde los lleva? “Para mí, tres ideas fundamentales. La primera es defender la validez de un teatro donde todo busca integrarse, desde la producción, la difusión, todo, y que uno tiene que ir a buscar ese público, hasta tener esa autonomía de que esa obra es pertinente para quienes la estamos haciendo, que sería una segunda idea clave. Nos dice mucho y por eso la defendemos.
"Lo tercero sería que definitivamente es un espacio de crecimiento y de aprendizaje. No es como que ya conocemos el teatro y lo vamos a ir a aplicar, sino que nos ha llevado a investigar”, considera el director.
¿No los desestabiliza de algún modo esta constante reescritura (en todos los sentidos)? “Hay una cosa de buscar esa honestidad y de profundizar más allá de un deber. No sé si es desestabilizador, pero a mí me ha estabilizado en los términos en los que quiero seguir creando”, afirma Cruz.
Es un abordaje del proceso teatral desde la “dramaturgia escénica”, un concepto que incluye todo lo propio de la escena, del texto a la luces, del actor a la escenografía. Al ser un grupo pequeño, hay cohesión en sus propósitos, así como la posibilidad de integrarse en las distintas etapas de la producción de un espectáculo escénico.
Allí entra a jugar ese “deseo” como motor de la indagación escénica: “Es una creación artística a partir de todas esas pulsiones muy honestas que tienen que ver con la vida, con lo orgánico de la vida. En parte mantener esto es un organismo como tal.
“Nos interesa ese aprendizaje, esa profundización, la investigación constante, porque si no, se estancaría. En esto del deseo hay todo un juego con el tiempo, porque los plazos tienen que ver más con esta idea del proceso. Se trata de que los procesos no sean desechables, sino mantenerlos, avanzarlos”, dice la artista.
También es una manera de reafirmarse en una postura de artista que, al fin y al cabo, abarca la vida y, a un artista muy experimentado como Vinocour, le permite echar la mirada atrás para nutrirse de las distintas estrategias de creación escénica de las que ha participado para solidificar las bases de la propia.
“Me parece maravilloso que uno pueda afirmar su propia posición, pero no como una verdad ni necesariamente repetible por otros”, dice Vinocour. “Todos los caminos han conducido a esa Roma, a ese lugar, y por ejemplo, yo siento que ahora que voy a actuar en esta obra, se me vienen constantemente imágenes de todas las obras en las que he actuado”.