En la selección de los dos nuevos curadores del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC) hay regresos y novedades, confluencias y miradas distintas.
A dúo, Adriana Collado-Chaves y Daniel Soto Morúa tomarán la curaduría de la institución abocada al arte contemporáneo y el diseño del país y la región, tras el paso de María José Chavarría al Museo de Arte Costarricense, en enero.
A ellos se suma el museógrafo Osvaldo López López.
“Me interesa que sean un diseñador y una historiadora del arte quienes vean la colección del museo desde esas dos formas”, explica la directora del MADC, Fiorella Resenterra.
Collado es exdirectora de Cultura (2005-2010) y exdirectora del Teatro Nacional (2010-2014); anteriormente, se desempeñó como asistente curatorial del MADC. Por su parte, Soto era el curador y museógrafo del Museo Regional de San Ramón (2010-2015). Es diseñador gráfico y profesor de Arte de la Universidad de Costa Rica.
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“Me gusta mucho una visión de curaduría colegiada, de discusión y debate”, comenta Collado. No hay una sola voz; en el arte contemporáneo tampoco hay una sola voz, sino muchas. Esa es la apuesta que asume Fiorella, que haya pluralidad en un museo que nació plural: como arte y diseño. Somos dos curadores que trabajaremos simultáneamente en las dos cosas”, agrega.
Aunque la agenda para casi todo el 2016 ya está definida, Collado y Soto tendrán como uno de sus primeros retos la revisión de la colección del museo, con miras a una exposición en la segunda mitad del año. Un desafío, claro, es mantener el interés de públicos ya asiduos y atraer a nuevos visitantes.
“Algo importante que se ha hecho en el sector cultural es tener apertura para diferentes públicos. En ese sentido, el museo puede convertirse en pionero y referencia nacional e internacional”, dice Soto.
Para ambos curadores, el proceso de trabajo parte de que el MADC es una plataforma para proyección de artistas dentro y fuera del país, así como un laboratorio y espacio para reflexionar.
“Considero que un aspecto fundamental que se debe hacer no solo en el museo, sino en general en Costa Rica es hablar, debatir, criticar de manera constructiva”, asegura Soto. Ambos coinciden en la necesidad de revisar no solo cuáles programas históricos del museo pueden reactivarse, sino también cuáles son los formatos más adecuados para hoy.
‘Hay que revisar no solamente si como formato nos gusta, sino si está respondiendo al formato que el público demanda. Si es una mesa redonda donde los que saben están allá y los demás estamos del otro lado, ¿realmente esa es la dinámica que queremos posicionar? Al fin y al cabo, esto es preguntándose cuál es la necesidad’, detalla Collado.
“No es preguntarse nada más qué es bueno para el museo, sino qué es bueno para el sistema del arte. Hay que pensar qué oferta existe, cuáles espacios lo hacen y qué ha sido exitoso, para no replicar esfuerzos”, dice Collado.
Su mayor desafío será lograr que la institución hable de hoy: “Un desafío en un museo como este es que estamos narrando lo que está sucediendo, como haría un medio. Requiere tomar cierta distancia. Un espacio como este debe tener la característica de laboratorio, donde se tomen riesgos”, afirma Collado.
De este modo, el acercamiento a la curaduría que plantean Collado y Soto requiere una revisión de la colección, pero también de las formas de ampliarla, reflexionar sobre ella y presentarla al público.
‘Las industrias culturales se suele decir, si no lo entienden bien los gobiernos, son capitales de riesgo, porque tenés que apostar mucho por la creatividad pero no siempre da el salto a la innovación. La innovación es algo creativo que entra en el mercado y funciona. Los laboratorios creativos son lugares de riesgo. Debe ser un lugar donde se asuman ciertos riesgos. Esos laboratorios existen para equivocarse también. Si el Estado está ahí, es precisamente para hacer (lo que conlleve) más riesgo. Como laboratorio, hay que asumir posiciones arriesgadas; algunas llevarán a innovación, otras a lo mejor no darán el resultado que se quería, pero debería ser así. Tener gestos arriesgados e innovadores significa no solo ser muy analítico, o estudiar mucho lo que está pasando en el mundo del arte, sino en el mundo en general. El arte habla de la vida, y de eso iría eventualmente la posibilidad de acercar públicos al museo. Le hable de su época, problemas, necesidades que tienen’, explica Collado.
‘(Queremos) que la gente se vea reflejada cuando entre al museo, que sienta que las obras y las actividades conversan con lo que ve, siente y es, que realmente sea algo del día a día, no una cuestión extraña’, considera Soto, para quien la vinculación y atracción de distintos públicos al espacio del museo exige coordinación estrecha con los departamentos de educación y comunicación.
Es un cliché, claro está, pero puede que permanezca la percepción de que muchas de las obras que exhibe el MADC son difíciles de comprender, de que hay lenguajes no tan accesibles o cercanos a la gente. ¿Cómo se plantean este desafío? ‘El equipo de curaduría debe trabajar completamente de la mano con el equipo de educación. Se tiende a pensar que las actividades educativas son solo para niños o adultos mayores, pero la educación es un proceso continuo de toda la vida. Si el equipo de curaduría trabaja en conjunto con didáctica y educación, esas ‘obras de arte’ se pueden comprender. No hay que tener formación en historia del arte para poder entender una pieza contemporánea’, considera Soto. Así complementa su colega: ‘Hay que dialogar con otras instituciones y con los artistas. La tarea es conocer mejor a los públicos’.
Agrega Collado: ‘El área educativa debe hacer un gran esfuerzo por hacer actividades complementarias y de extensión, pero eso debe estar muy integrado a la exposición como tal. Para mí hay varias prioridades: continuar el trabajo de organización y puesta al día de la colección permanente (un trabajo que había empezado María José Chavarría de manera muy sistemática). La otra es generar propuestas curatoriales, que pueden ser no solo exposiciones, sino formatos. Así como la Sala 1.1 resultó ser un acierto, ¿cómo imaginamos otros programas diferentes? Debemos revisar los aciertos y proponer formatos que respondan a necesidades que no estén subsanadas en términos no solo del museo, sino también de la oferta del país’.
Si antes en los museos se hablaba de un ‘público’, hoy son muchos públicos quienes requieren servicios del museo: el turista, el investigador, el artista, el niño... El reto para Collado y Soto será diseñar propuestas que se aseguren de hablarle a uno y a varios, de la forma en que así lo requieran.