A lo largo de una noche sin fin, Mauro, Carola y Alonso intentan descifrar las señales que perciben a lo lejos. Las luces en el horizonte les parecen tormentas o bombardeos; los tañidos de campanas se convierten en el anuncio de una terrible profecía. Nada está claro, excepto la hostilidad del entorno o la angustia y enojo que exudan las acciones de los personajes.
La audiencia de los confines es teatro político y poético que funciona como una alegoría sobre las posibles relaciones entre la memoria, la verdad y la historia, pero también, como el relato de tres vidas malogradas por los conflictos armados. A pesar de su vocación universalista, la obra puede ubicarse en el marco de las guerras civiles que azotaron a Centroamérica, durante la segunda mitad del siglo XX.
El espectáculo juega con el ocultamiento como estrategia narrativa, ya que el público no recibe pistas sobre los antecedentes de los personajes. El cómo, el cuándo y el por qué llegó el trío a ese sitio e, inclusive, sus vínculos previos permanecen en suspenso para enfatizar sus reiteradas discusiones. La fuerza de lo inmediato hace que la emoción tenga más peso que la anécdota.
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Esta dinámica crea un laberinto de escenas –aparentemente desconectadas– al que el espectador renuncia o ingresa con cautela. En este punto, el riesgo de perder la atención del público es alto, pero el elenco la sostiene con intensidad emocional y física. La faena es desgastante para ambos lados de la cuarta pared, pero vale la pena esperar pues el desenlace nos aclara todo lo visto, eso sí, a partir de dolorosas revelaciones.
Los pocos elementos del diseño escénico ayudan a construir imágenes potentes. Un par de escaleras funcionan como atalayas desde las cuales los personajes escudriñan lo que sucede a la distancia. Al adicionar una tela, extienden la altura de cada uno hasta transformarse en gigantes. Lo anterior permite un tránsito entre esas dualidades de lo real y lo imaginario o de lo político y lo poético.
La palabra es uno de los territorios más densos y ricos del montaje. Esto no es casual porque, en términos ideológicos, lo que se pone en juego es la palabra como fundamento de la memoria y esta, a su vez, como ruta para llegar a la verdad histórica. Sin embargo, no hablamos de cualquier memoria, sino de la de aquellas personas que lo perdieron todo por culpa de la violencia.
El valor político de la palabra se vuelve urgente en este universo, pero también se aborda con una buena dosis de humor. Los dobles sentidos, las asociaciones libres y los chistes expresan que, en medio del sufrimiento, la alegría y la esperanza son posibles. Además, qué mejor forma de hacer resistencia política que someter los discursos del Poder al efecto corrosivo de la risa.
La audiencia de los confines nos remite a esa “otra” Centroamérica, marcada por las heridas de sus conflictos internos. Para públicos más jóvenes, este tipo de obras podrían disponer de materiales que faciliten la contextualización histórica y social de los temas tratados. De lo contrario, se corre el riesgo de caer en la idea de que cierto teatro político es elitista, excluyente o potable solo para espectadores veteranos.
FICHA ARTÍSTICA
Dirección: John Sánchez
Dramaturgia y dirección de actores: Jorgelina Cerritos (El Salvador)
Asistente de dirección: Alberto Castillo Fallas
Actuación: Diana Herrera Murillo (Carola), Octavio Sandí Solano (Mauro), John Sánchez Alfaro (Alonso)
Diseño de escenografía y vestuario: Diana Herrera Murillo
Diseño de luces: José Pablo Rojas Cavallini
Diseño de la banda sonora: Alberto Castillo Fallas
Diseño gráfico: La Hebra Teatro
Asistente de producción y fotografía: Lizbeth González Esquivel
Producción general: La Hebra Teatro
Coproducción: Los del Quinto Piso y Museo Histórico Cultural Juan Santamaría
Espacio: Museo histórico cultural Juan Santamaría
Fecha: 31 de agosto del 2019