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Don Juan . La obra se presenta en el Teatro Espressivo, en Momentum Pinares. Cortesía de Teatro Espressivo. (Esteban Chinchilla)
Don Juan Tenorio es el arquetipo del seductor. Nacido de la pluma de Tirso de Molina, el mítico libertino fue retomado por legiones de creadores que lo hicieron protagonizar numerosas obras literarias, audiovisuales y escénicas. La resonancia artística de don Juan lo ubica como el más universal de los personajes teatrales españoles.
En esta versión del francés Molière, el tenorio es un hedonista opuesto a cualquier restricción a su libertad amatoria. La voluntad del individuo se contrapone a la moral institucionalizada. El libreto es tan contundente en este aspecto y en su crítica a la hipocresía de su época que fue vetado por la Iglesia católica, en 1665.
La puesta del Espressivo tuvo un tránsito irregular. Brilló en la primera mitad y se opacó después del intermedio. Entre los aciertos iniciales destacó la capacidad del elenco para meterse en la piel de sus personajes. Un texto bien asimilado, un ritmo capaz de enriquecer el ingenio de los diálogos y una entrega total al juego escénico condujeron el montaje por buen camino.
El reparto, en pleno, disfrutaba cada instante. Los espectadores, también. Las acciones fluían con frescura, como si sucedieran por primera vez. Las voces y los cuerpos estaban cargados de vitalidad, en particular, los de don Juan, su criado Sganarelle, Charlotte y un inolvidable Pierrot.
Al eficaz trabajo del elenco se alió un diseño plástico de igual valía. Paneles móviles –como hojas de guillotina– subían y bajaban para fragmentar el espacio en su frente y hacia el fondo. Esto permitió el desarrollo simultáneo de acontecimientos. También ayudó a incrementar la verosimilitud de escenas complejas como el naufragio de don Juan o la persecución de los hermanos de doña Elvira.
A pesar de este arranque promisorio, el espectáculo decayó en la segunda mitad. Las marcadas diferencias entre don Juan y Sganarelle –antagónicos en su corporalidad y discurso– empezaron a difuminarse. Los personajes se mimetizaron al punto de copiarse gestos y reacciones. El esfuerzo por inyectarle comicidad a los segmentos más argumentativos llevó a los actores a desbordar los límites de sus propuestas.
Esto le quitó peso a sus interpretaciones, los hizo asomarse al precipicio de la caricatura y devaluó un espectáculo cuya potencia dependía de la oposición de ambos caracteres. Además, el uso de trucos simplistas como hacer reír al personaje para condicionar la risa del público o sobornar a la audiencia con personajes amanerados (don Carlos) apagó el encanto inicial.
A fin de cuentas, asistimos a una obra de humores bipolares y alcances contradictorios. Los momentos destacados de esta comedia evidenciaron la capacidad y la comunión de propósitos del elenco, los diseñadores y el director. Por eso, no es justificable que la estafeta se les haya caído a mitad del camino. Si este Don Juan terminó en el averno no fue por culpa de Molière.
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Ficha artística.
Dirección: Carlos SalazarLibreto: MolièreProducción: Mariana RamírezElenco: Manuel Martín, Melvin Jiménez, Carlos Alvarado, Karina Mora, Daniella Valenciano, Katia Mora, Carlos Villalobos, Rubén Darío ArenaCoreografía: Humberto CanessaEscenografía e iluminación: Luis Emilio AguilarVestuario: Francisco AlpízarPeinados: Miguel SaboríoMúsica: Jean-Baptiste LullyDirección musical: Carlos EscalanteEspacio: Teatro EspressivoFunción: 9 de abril del 2016