En el ámbito de una economía de mercado, muchos espectáculos teatrales se diseñan con el objetivo de ofrecer un producto al gusto de sus consumidores. Este abordaje incide en la toma de decisiones empresariales y artísticas, a fin de garantizar la bonanza en taquilla. Contigo pan y cebolla (1964) es un buen ejemplo para analizar cómo opera la compleja relación entre el arte y los negocios.
Lo más determinante para el actual éxito de este proyecto es la presencia de María Torres y Marcia Saborío. Esos nombres ostentan un peso enorme. Sumado a lo anterior, ambas accionan en un registro diferente al que nos tienen acostumbrados en el universo de Gallito pinto.
La construcción naturalista y contenida de sus personajes no impide que el público ría en cada una de sus intervenciones, inclusive, en las de tono dramático.
También fue adecuada la elección de un texto que se mofa de ciertas conductas de una familia de clase media. Lala –la madre– cuida en exceso las apariencias.
Por ese motivo, se endeuda para simular holgura económica ante sus vecinos o apoya la vocación artística de su hijo Anselmito porque, a pesar de no estar interesada en el arte, considera que es una actividad prestigiosa.
La simulación permanente mete a la familia en serios líos, pero no por ello se rompen los vínculos afectivos que la mantienen unida.
Estos conflictos reconocibles permiten que el espectador relacione lo visto con su propia experiencia vital. El resultado es una identificación inmediata con la obra.
Estos aciertos se empañan a raíz de dos aspectos problemáticos del montaje: su enfoque machista y la visión negativa de la adultez mayor. Sobre el primer punto, Anselmo –el padre– aparece como una “pobre víctima” de las obsesiones consumistas de Lala. Además, Lalita –la hija– adquiere el rango de una mercancía ofrecida para tranquilizar al vendedor que exige los pagos atrasados.
Sobre el segundo punto, es discutible el retrato de Fefa –hermana de Anselmo– como una adulta mayor que se queja de todo, cuando en realidad está reclamando un trato digno.
La imagen de la vejez como un estado que limita el avance de los jóvenes emerge a lo largo de la obra sin ningún tipo de contrapeso. Fefa es el pato de la fiesta por ser “vieja”, “necia” o “improductiva”, según el decir de su parentela.
El machismo y la discriminación de la adultez mayor no son cuestionados por el propio montaje, sus creadores, productores o por el público.
A la larga, estas ideas no parecen incomodar a nadie. Al contrario, también son decisiones conscientes que fundamentan el éxito de la obra al producir carcajadas de manera facilista.
Contigo pan y cebolla es una comedia anacrónica por su trasfondo ideológico. Su tinte humorístico no oculta los prejuicios que conforman su visión de mundo.
Más allá de las estrategias que garanticen el éxito de un espectáculo, los artistas escénicos deberían cuestionarse si se adhieren o no a prácticas simbólicas que normalizan la opresión contra las mujeres, las personas adultas mayores u otros colectivos.
FICHA ARTÍSTICA
Dirección: Eugenia Chaverri
Dramaturgia: Héctor Quintero (Cuba)
Actuación: Marcia Saboría (Lala), José Manuel Elizondo (Anselmo), María Torres (Fefa), Katia Mora (Lalita), Daniel Rivera (Anselmito), María Luisa Garita (Fermina), Douglas Cubero (Pepe)
Asistencia de dirección: Daniela Valenciano
Iluminación: Jody Steiger
Espacio y objetos: Ronal Villar-Chumi
Vestuario: Michelle Canales
Composición musical: Carlos Escalante
Video escénico: Tito Fuentes (Sphyrna Studio)
Peluquería y maquillaje: Fernando Soto
Asistente de escenografía y utilería: Jorge Calderón “Koki”
Producción Ejecutiva: Steve Aronson
Producción: Lady Montero, Karla Barquero
Espacio: Teatro Espressivo
Fecha: 22 de abril de 2018