En su segunda convocatoria, el Festival A puro cuerpo programó talleres, conversatorios y tres funciones en las que participaron coreógrafos de Costa Rica, la Compañía de Danza Contemporánea de Nicaragua –dirigida por Ally Reyes– y la crítica de danza uruguaya, Lucía Naser. Este espacio pretende promover obras de pequeño formato, en las cuales lo esencial es el cuerpo en el espacio y sus posibilidades de movimiento, sin muchos aditamentos técnicos ni escenografías y con algo de música costarricense en la banda sonora.
Durante dos noches, observé el trabajo de Andrés Ortiz, José Álvarez, Natalia López, Lourdes Venegas, Angie Montoya y Carlos Ovares; la mayoría se mantuvo dentro de las reglas de la convocatoria.
El viernes, la función comenzó con Maridaje , creación con la que debuta como coreógrafo Andrés Ortiz al lado de cuatro actrices: Valeria Vindas, Jennifer Monge, María Acuña y Madelaine Garita. Con el cuarteto, Ortiz abordó el tema de los estereotipos femeninos en una sociedad machista y lo desarrolló con propuestas de movimiento personalizadas y cuyas cualidades llevan a la interiorización o remiten a la explosión de la energía dependiendo del personaje. En Maridaje , vimos a mujeres desesperadas tratando de liberarse de su propia opresión, a través de cuerpos comprometidos en la escena.
Maridaje contrastó con lo presentado en la segunda parte de la noche, protagonizado por cinco miembros de la Compañía de Danza Contemporánea de Nicaragua, quienes ejecutaron Huir de… , montaje del costarricense José Andrés Álvarez. En este trabajo, expuso su premisa ayudado por la pericia y precisión de los cuerpos, en cuyos movimientos predominó el enfoque periférico y energético. En Huir de… , el manejo del espacio fue dinámico y complementado con la interpretación del elenco, que tuvo buena proyección y dominio técnico.
El sábado les correspondió a Natalia López, Angie Montoya y Lourdes Venegas, quienes viven en Liberia, mostrar la obra titulada 3 x 1000 . Este es el resultado de un trabajo colectivo en el que la inspiración proviene de escenas comunes de nuestras ciudades, especialmente las que se viven en las cercanías de los mercados. El trío se hizo acompañar de una olla de aluminio y varios limones, con el objetivo de exponer el tema con frescura, fluidez y de manera lúdica. En sus intervenciones vimos dúos, tríos y solos en constante transformación, en los cuales se utilizó el movimiento y la gesticulación para recrear a las mujeres que laboran en esos sitios. En López y Venegas, vi más firmeza en las secuencias de movimiento; Montoya puede trabajar más la proyección; aún así, las tres lo hicieron bien.
Para el cierre de la noche quedó, Segundo hálito, de Carlos Ovares y ejecutado por cuatro miembros del grupo Corpóreos, provenientes de Quepos. En esta propuesta, el coreógrafo plantea, de forma simbólica y asertiva, las constantes luchas que vive todo ser humano. Con cuatro sillas, mucho movimiento y ropa deportiva, los bailarines recrearon sus carreras por la vida y el escenario; algunas cortas y otras de mayor kilometraje, pero en todas se necesitó un segundo aire para continuar hasta el final.
Como respuesta a un público fiel y un gremio necesitado de estímulos, los organizadores de A puro cuerpo –Gráfica Génesis, Tres Hermanos y el Centro Cultural de España– anunciaron que este evento será bienal.