El escritor Carlos Cortés, ganador del Premio Nacional de Ensayo por La tradición del presente. El fin de la literatura universal y la narrativa latinoamericana, tiene una fascinación por los espejos, los túneles, los sótanos, los pasadizos, las maletas de doble fondo... Todo lo que demuestre que hay un más allá.
"No me interesa la literatura que solo me cuenta una historia. Me interesa la que me da una tercera dimensión, esa que nos transporta. Así es como el lector se puede transformar en esos personajes y en las historias; así es como se cruza ese espejo", explicó Cortés, quien admite haberse sorprendido cuando recibió la noticia de que había ganado el premio.
"Fue una sorpresa porque la calidad del ensayo y de la investigación académica en Costa Rica es muy alta, y la producción editorial en esos campos es muy extensa. Yo se que suena como la respuesta de cualquier miss, que repite lo mismo pero fue una sorpresa. También me sorprendió compartir el premio con el gran escritor Rodrigo Quesada. Generalmente el Premio de ensayo se inclina por libros en el campo de las ciencia sociales entonces que se premiara un ensayo que realmente es un ensayo, en el sentido que hay una labor estilista, una preocupación por lo que se dice, que involucra estilo, pasión crítica, y moviliza una serie de ideas, es muy gratificante".
Este libro, según Cortés se empezó a cuajar hace más de una década y gira entorno a dos temas fundamentales.
"El primero sería el momento de ruptura en la literatura latinomericana después del boom de la novela, y también tenía mucho interés en explicar porqué esa literatura precede el momento posterior, el que llamamos literatura universal, que ya no existe porque de alguna forma la literatura dejó de ser una forma de conocimiento de la realidad. Ya no es como fue en la formación clásica. En ese momento leías para saber quién eras, se leía desde la literatura griega hasta la novela moderna, pero eso estalla con la industria de los best sellers. Si uno pregunta que es literatura latinoamericana, la respuesta puede ser desde Gabriel García Márquez hasta Isabel Allende; ya esa unanimidad no existe, entonces me interesaba interrogar eso".
Además de esto, La tradición del presente es una guía para indagar algunos fenómenos literarios que el autor vivió.
"Mi generación es la generación del fin de muchas cosas y del principio de muchas otras. Mi generación es la del fin de la Guerra Fría, la del fin de discursos totalizadores que pretendían explicar el mundo, como la ideología, y dentro de esos discursos había un discurso unificador que pienso que ya no existe, que era Latinoamérica. Yo empecé leyendo esa novela y empecé a ser escritor y en el fondo de mi ser critico está mi oficio de escritor, y mis preocupaciones como creador, y en ese momento todos quisimos ser parte de ese movimiento pero cuando llegamos ya estaba terminando.
Por otro lado, en el ámbito ideológico se da en muchos aspectos, lo que yo llamaría el fin de una literatura latinoamericana, una tradición única, centrada en el problema de identidad, ahora eso no existe, ahora hay muchas literaturas latinoamericanas, entonces era importante para mi situarla, por razones filosóficas y también autobiográficas. Siempre me he cuestionado de donde vienen las cosas, por ejemplo en los años 80 era posible que un libro publicado en Barcelona circulara en todo América Latina, pero eso ya no existe, en realidad hay pocas editoriales globales que tienen un mercado global. Por ejemplo, un gran escritor argentino muy exitoso, puede ser que no sea conocido en el resto de Latinoamérica, a diferencia de lo que pasaba en el periodo precedente dominado por el boom. Al mismo tiempo, como todo proceso fenómeno cultural, el boom es como una especie de bisagra que permitió que salieran unos y otros no. Actuó como un revelador para una serie de escritores, que a grosso modo van desde Jorge Luis Borges hasta Alejo Carpentier, pasando por el más joven que era Mario Vargas Llosa, y al mismo tiempo hizo desaparecer a grandes escritores, y algunos quedaron como dice un editor francés, fuera de la foto".
Este fue un fenómeno que también tuvo sus repercusiones en America Latina, como explica el autor.
"Fuera de America Latina, si nos saliste en la foto que se hizo en los años 70 o en los 80, o si no provenís de alguna de las metrópolis culturales centrales, como México, la Habana, Buenos Aires o Santiago, no existís, y eso pasa con Centroamérica. Entonces uno de los capítulos del libro trata de revelar esa contradicción, esa geopolítica literaria de la cual forma parte Centroamérica. Que es por un lado el inicio de la primera revolución estética en la lengua castellana, que es el modernismo, pero al mismo tiempo es una literatura que sigue siendo desconocida, incluso para nosotros porque los centroamericanos copiamos lo que los demás nos dicen que es literatura. Nosotros discriminamos nuestra tradición literaria, y nos adherimos a lo que consideramos lo que son los grandes escritores y nos olvidamos de la tradición regional.
¿Cuál sería entonces un método para comenzar a leer esa tradición que está "olvidada"?
"En este momento, no puede haber más disponibilidad, más recursos, instrumentos y medios para llegar a otras literaturas que han formado parte de tradiciones invisibles. Un caso cercano: desde hace 70 años concebimos que la literatura costarricense es una literatura realista, agraria, rural y con un fuerte contenido social, sin embargo en las últimas décadas se ha re leído y descubrimos que es fantástica y urbana. Es decir, los textos están ahí. A veces me preguntan porqué en Costa Rica no ha exisitido un gran escritor de la misma altura que los tradicionales escritores latinoamericanos, y eso en realidad es falso. En su momento hemos tenido a escritores que han tenido, en un periodo determinado, esa importancia pero no los leímos como tales porque estamos acostumbrados a que la legitimidad venga de afuera, de esas metrópolis que son centros de poder"
Para ahondar en esos temas, uno de los capítulos se lo dedicó a "uno de los mejores escritores del siglo 20", el mexicano Fernando del Paso (Premios Cervantes 2015).
"La invención del pasado es lo que llamamos tradición. En este momento hay muchas posibilidades de volver a leerla. Por ejemplo, en el libro hay una entrevista con del Paso, un escritor que sabe retratar la cotidianidad y lo social de su país. Además te menciono otros escritores mexicanos: Salvador Eizondo y Sergio Pitol. Ellos son en alguna medida escritores desconocidos pero que se pueden leer. El asunto es que así se modifica la foto".
La tradición del presente también aporta un análisis a los géneros de no ficción en el marco de la literatura latinoamericana.
¿Como centroamericanos cómo podemos retomar la literatura que habla sobre nuestra región?
"No hay que olvidar que Centroamérica es una de las fuentes más importantes de la de la crónica y del reportaje. Por aquí han pasado García Márquez y Vargas Llosa, quienes escribieron mucho sobre la región. Ahí se puede descubrir una parte de nuestra identidad. Un fenómeno interesante que también analizo es el nacimiento de los géneros de no ficción en el marco de la literatura latinoamericana. Una de las fuentes más importantes de la no ficción es la crónica, los diarios de viaje. Creo que tres de los grandes cronistas que están escribiendo sobre la actualidad son: Alma Guillermoprieto (México), Jon Lee Anderson (Estados Unidos) y Francisco Goldman (Estados Unidos y Guatemala).
Este libro es de alguna forma una guía para entender esa tradición, y para ahondar en debates literarios; pero ¿cuáles fueron sus guías antes de iniciar el proceso de escribir el ensayo?
"Monterroso decía que entre más pequeña sea una biblioteca, mejor. Porque esa es una que tiene pocos títulos, tiene los clásicos griegos, a Shakespeare y al Quijote. En cambio una grande tiene de todo, y ahora vivimos en una biblioteca muy grande. El gran desafío del siglo 21 es establecer criterios de búsqueda, no perderse en la selva oscura del infinito textual. En mi caso yo partí de una tradición, en ese momento la literatura latinoamericana era una tradición y dentro de eso era indispensable leer algunas cosas, como la novela que se estaba produciendo en ese momento.
"Tuve suerte, algunos de los grandes escritores del siglo 20 como Borges o García Márquez estaban creando su obra simultáneamente a mi desarrollo como lector. Pero ahora, lo que diría es que esa tradición sigue siendo muy fuerte, cada vez que doy un curso sobre el cuento contemporáneo trato de descubrir nuevos cuentistas, y los hay; sin embargo vuelo a leer a Cortazar, que por cierto hay un ensayo sobre él en el libro, y me parece que esos cuentos fueron escritos el día anterior, son absolutamente excepcionales e innovadores, a pesar de que fueron escritos hace 50 años, lo que significa que el texto es el mismo pero el lector ha cambiado. Pero por ahí se debe empezar, por los clásicos".
En varias entrevistas usted ha mencionado que su obra habla sobre los mismos temas. ¿Cúales son esos temas?
"Pienso que hay dos tipos de escritores. Uno que es capaz de escribir de cualquier cosa a partir de una investigación o una documentación, y lo hacen muy bien. Pero hay otro grupo de escritores, del cual formo parte, que estamos movidos por lo que llamo fantasmas, obsesiones, que se presentan de diferentes maneras, como en una obra de Shakespeare los fantasmas toman distintas figuras pero al final siguen siendo las mismas obsesiones. Yo estoy condenado por mi biografía a escribir sobre las mismas cosas, yo diría que los tres grandes temas de mi obra son: la orfandad, la búsqueda del origen, es decir de donde venimos y la condición de la masculinidad. Este es un tema que me interesa mucho, me cuestiono el porqué un varón, macho, masculino está condenado a ser un hombre en esta sociedad y qué es lo que se pierde en ese camino, porque es un proceso bastante cruel. Yo tuve una posición marginal en mi familia y fui criado por mujeres, entonces no es que esa cultura machista me fue impuesta pero siempre la vi con distancia y siempre me pregunté porqué uno estaba condenado a asumir la condición masculina de acuerdo a los parámetros sociales y políticos, que son sumamente restrictivos. Finalmente, el otro tema es la decadencia, de la sociedad, de las ciudades, y de la familia".
¿Y después de esa búsqueda a través de la literatura, algo sobre estos temas se resuelve?
"Si vos corres una maratón, y no ganas o ganas, corriste la maratón. Escribir un libro es correr una maratón. Es un proceso, y durante ese lapso te convertís en otra persona. Dejas de ser el que empezó, vas en el camino haciendo preguntas y te convertís en otra persona. Entonces sí se resuelve algo, para el que vive la experiencia, para el lector yo no sé, pero ese es el riesgo. Como decía uno de mis mentores Carlos Catania, discípulo de Ernesto Sábato, la literatura no es una aspirina. Vos podes leer El Principito y podes leer un suicido, un viaje maravillo o un retrato de la infancia. Lo maravilloso de un libro, es que sos vos el que crea esa ruta. Yo no podría soportar mis fantasmas, ni a mí mismo, si no escribiera, pero ese es mi camino. Uno emprende un viaje con amigos, y cada uno llega a su propio destino, aunque lleguemos al mismo lugar, así es la literatura".
¿Cuál es su percepción sobre la delgada línea entre la ficción y la no ficción a la hora de escribir?
"Vivimos en un momento transgenérico: en el sexo, en la literatura, en el arte, en la cultura. Hay una contaminación entre lo real y lo imaginario. Yo no veo esas fronteras tan absolutas, no estamos hablando de periodismo. Yo me crié en la escuela fáctica de periodismo, la de hechos y no puedo mentir. Pero estoy hablando de establecer otro contracto con el lector en el que a veces las fronteras no son muy íntimas. Por ejemplo, después de un tiempo se dio a conocer que Ryszard Kapuściński también imaginaba. Desde el punto de vista de un juez, sería una mentira. Pero desde del punto de vista de un autor, para mí eso es una forma inteligente de usar la imaginación al servicio de la realidad, que eso es lo que a mi juicio hacen los géneros de no ficción".
Entonces, si hablamos de periodismo ¿que me podría decir sobre la situación actual del periodismo en nuestro país?
"Diría dos cosas: creo que el lector le está cobrando a los medios que durante mucho tiempo fueron complacientes con el poder y se convirtieron es instituciones muy aburridas, y desde el punto de vista de la ecuación comercial hay una dificultad muy grande porque cuando Internet se populariza, también se crea el hábito de pensar que el contenido tiene que ser gratuito. Yo he escuchado a lectores furiosos porque tienen que pagar una suscripción, se convirtió en una especie de isla pirata, territorio liberado, nadie quiere pagar ni dar datos. Creo que la industria propicia la convergencia de multimedia, pero la prensa centroamericana no ha pensando eso con mucha claridad. Yo colaboro a veces con periódicos, pero no estoy dentro de una redacción, es fácil decirlo desde afuera pero sí me preocupa la devastadora perdida del debate democrático. Para mí la base del periodismo democrático es la apertura de todos los temas, es decir discutir lo público en el espacio público. El periodismo centroamericano para mí, tiene una serie de modelos de innovación interesantes, como El Faro (El Salvador) o en ocasiones La Nación (Argentina). Todo el periodismo de crónica, de investigaciones, de datos, me parece que ahí hay un campo para fidelizar a los nuevos lectores, que son bastantes infieles, porque eso es parte de la sensibilidad contemporánea, uno se va a donde le ofrezcan algo mejor".
¿Y en términos de literatura costarricense, estamos bien o mal?
"Esto va a sonar muy simplista, quizá hasta superficial pero pienso que la narrativa costarricense está pasando su mejor momento desde la década de los 40. Está produciendo grandes escritores. Por otra parte, las librerías independientes están tomando mucho protagonismo, y eso es bueno porque son esenciales. Estamos en un momento que, como lo llamaba Umberto Eco, es la obra del lector. Es esa posibilidad que tiene el lector de rehacer la tradición literaria o de volver a la tradición clásica. El mercado es indispensable y las librerías comerciales están muy lejos de responder a un lector que es habido de conocer la literatura clásica, moderna y contemporánea. Te digo que ninguna librería comercial quiso traer mi libro, solo Duluoz lo hizo, y ahora Buhólica".
A pesar de existen estas librerías independientes, también se habla de la perdida de capacidad del lector para leer libros grandes, en especial porque ahora la edición de bolsillo es muy popular, ¿qué opina sobre esto?
"No estoy de acuerdo, todo depende del lector. Creo que hay libros gordos que tienen la capacidad de capturarte y hay libros breves que también tienen esa capacidad, depende del estilo, de la historia, del contexto, y de lo que el lector necesita en ese momento. Yo estoy de acuerdo con la ley de gravedad de Cortazar, que decía que si un libro se te cae de las manos, hay que cerrarlo y no seguir. Pero también el lector tiene autonomía, y hay toda una serie de géneros de novela rosa, sentimental que tienen un mercado gigantesco. Por ejemplo, ahora en Estados Unidos se adaptó 2666 de Bolaño al teatro y ha sido un éxito. Vivimos en un bombardeo audiovisual y en una sobreabundancia informativa, pero no creo que nadie pueda decir que un texto es muy caro, yo prefiero el papel pero en Kindle un texto te puede costar 4 dólares. También creo que la función de las escuelas y de los colegios ha sido inocular la literatura, y han aumentado el amor por los resúmenes. La función de ellos debería ser hacer lectores, independientemente de lo que lean. Alguien que adquiera el hábito de leer, lo va a seguir haciendo hasta encontrar la imaginación hecha a su medida, porque después de todo, eso es lo que la literatura te da.
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