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Max von Sydow realizó todo tipo de papeles. Sus interpretaciones siempre encantaron a los críticos y al público.
En 1929 nació en Lund, Suecia, un niño que al crecer habría de quedar en las miradas más exigentes de los cinéfilos, así hasta su muerte inevitable este domingo 8 de marzo del 2020: Max von Sydow.
Muy joven, lo conocimos en filmes que habrían de ser clásicos de la historia y llegaría a los 91 años con participaciones –cada vez más escasas– en el cine tradicional de la gran industria.
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En el 2002 adoptó la nacionalidad francesa y ahí se quedó viviendo; pero, mucho antes, lo vimos batirse en un duelo de ajedrez inolvidable que aún se cita en cuanto libro serio haya de cine. Entonces, Max von Sydow actuaba bajo las órdenes de un genio del cine, maestro de maestros, Ingmar Bergman, cuyas películas –todas– hoy son clásicos del sétimo arte.
Sin duda que cada uno bebió del talento del otro, pero la genialidad del director sueco marcaría a Von Sydow para siempre. La película con la famosa secuencia de ajedrez entre la Muerte y un soldado venido de las Cruzadas es nada menos que El séptimo sello (1957) y sucede a mediados del siglo XIV, cuando la Peste Negra devastaba Europa.
En 1960, de nuevo con Ingmar Bergman, Max von Sydow encarna una de las más sentidas dudas sobre la existencia de algún dios. Es otro largometraje de alta calidad: La fuente de la doncella. El talento del actor se desborda a sí mismo, tal cual, desde su primera gran película Fresas salvajes (1957).
Quienes vivieron esa extraordinaria época del gran actor, estaban lejos de saber de la prolífica carrera que esperaba a Von Sydow, película tras película, con títulos que hoy son de culto y otros que fácilmente se olvidan. Tomen por ejemplo El exorcista, de William Friedkin, que aún llena salas y que abrió una nueva época al cine de terror, con Von Sydow como el sacerdote Merrin enfrentado al mismo Lucifer.
En 1965, bajo las órdenes del director George Stevens, hizo el papel de Jesús en La historia más grande jamás contada. En verdad, se trata de un actor de mucho peso dramático que alguna gente joven solo ha visto en la serie Juegos de tronos, de la sexta temporada, o en guerras galácticas como El despertar de la Fuerza (2015).
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El Óscar, ese premio mediático y comercial para unos e importante para otros, lo tuvo en cuenta en sendas nominaciones. La primera vez fue en 1989 por una excelente película que no llegó a Costa Rica, pero pudimos ver por VHS primero y luego por DVD, con el título de Pelle el conquistador, drama de un viudo y su hijo por sobrevivir en medio de la pobreza, dirección de Bille August.
La segunda ocasión fue por una obra más bien mediocre titulada Tan lejos y tan cerca (2011), dirigida por Stephen Daldry, aquí como actor secundario. Igual supo hacer de “malo”, como por ejemplo en Flash Gordon (1980) como el mítico antagonista llamado Ming, el emperador Ming.
Este asunto es de no acabar, esto de recordar a Max von Sydow por títulos de películas. Los espectadores nuevos lo han visto como un actor al final de sus años. Los cinéfilos que buscan el buen cine lo conocen desde el Von Sydow joven y galán, con agudos ojos azul-celestes, que comenzó en el teatro y que pasó al cine gracias al gran Ingmar Bergman.
Con más de 150 interpretaciones en teatro y cine, no sabemos si ahora se dedica al ajedrez con la Muerte, pero más allá de la ficción.