El cine de terror es una vertiente del llamado género fantástico, pero tiene su propia historia de manera tan definida que se le ve como un género en sí mismo. Dentro de esa tradición nos llega una película aceptable con el título de El conjuro (2013), dirigida por James Wan.
Se dice que este filme está basado en hechos reales, pero se presentan de tal manera que resulta difícil aceptarlo, lo cual nada tiene que ver con la calidad de la película. Lo importante es que la trama sea coherente en sí misma al recrear su universo o mundo narrado.
El filme narra las peripecias de una pareja (los Warren) quienes se dedican a descubrir fenómenos paranormales y a enfrentarlos. Dentro de esos fenómenos está el oponerse nada menos que al mismísimo demonio. Es posible que dentro de una sociedad ingenua esto pueda dar buenas ganancias al matrimonio Warren, tanto que ahora son los héroes de esta película.
Lo que se cuenta en el filme está bien narrado, gracias a la maña de un director como James Wan, con su experiencia en cine de terror. Está vez no se trata de un exorcismo a una sola persona, sino de exorcizar una casa, sí, una casa entera es la que está poseída: ¡a quien no quiere caldo, dos tazas!
A veces, la presencia enigmática es de espíritus chocarreros; en efecto, bastante crueles. Sin embargo, en otras secuencias, se trata de un asunto del demonio metido en cuerpos ajenos. Es algo discordante, pero lo eficaz es la manera de jugar con opuestos: lo real y lo irreal.
Es así como lo monstruoso se mezcla con lo extraño, lo raro con lo insólito y el susto con el suspenso. En esto, si se nos permite el término, El conjuro es una película fervorosa consigo misma: sabe meter miedo a las personas más candorosas o incautas y atento suspenso a los espectadores más escépticos o recelosos.
Con buen manejo del espacio fílmico y de los decorados (sobre todo dentro de la casa, aunque con algunas soluciones ilógicas, como personajes que se pierden entre paredes y aparecen fácil por las gradas al subterráneo que todos conocen: ¿por qué a nadie se le ocurre buscar por tan manoseado lugar?), con ello y con interesantes movimientos de cámara, se crea la necesaria atmósfera de tensión.
Lo demás resulta predecible, pero siempre bien manejado, por ejemplo: los claroscuros, los ruidos suspicaces (traviesos unos, fuertes los otros), la alternancia de algunos sonidos incomprendidos con silencios, el golpeteo de la música y los cambios de ritmo en el relato. Este filme no impactará nunca igual en video casero.
Es posible que los juegos de los aplausos (se ven en distintas secuencias del filme) sean de lo mejor, desde hace mucho rato, en cine de terror, para crear ansiedad o congoja en el espectador.
El hecho de que en la trama las víctimas inmediatas sean niñas, esto acrecienta el horror de las situaciones. Hay que reconocerlo, ¡qué bien trabajan las niñas con sus personajes! A la par de ellas destacan Vera Farmiga (como la señora Warren, mezcla de belleza con terror) y Lili Taylor (como la madre de las hijas horrorizadas).
Dentro del cine de exorcismos, El conjuro no está a la altura de clásicos como El exorcista (1973; de William Friedkin); no obstante, es película que sabe acumular terror y soltarlo por bocanadas, con ayuda de la buena fotografía. O sea, sabe crear un clima de tensión. Eso sí, tengan cuidado con los aplausos, ya verán por qué.