Nueva York. AFP Será uno de los acontecimientos mundanos del año en Estados Unidos: Chelsea Clinton, de 30 años, hija del expresidente Bill Clinton y de la actual secretaria de Estado, Hillary, se casa el sábado, pero la discreción que quería mantener la joven ha terminado alimentando las especulaciones en toda la prensa.
Los únicos elementos divulgados por la familia son que la hija del expresidente se casará con el banquero Marc Mezvinsky, de 32, al que conoce desde la adolescencia.
Todo lo demás es especulación. La propia Hillary Clinton afirmó que había recibido “órdenes estrictas” de mantener el secreto.
El lugar de la boda, se dice, podría ser el lujoso Astor Courts, inspirado en el castillo de Versalles y ubicado en Rhinebeck, una pequeña ciudad en el norte del estado de Nueva York.
El vestido también es un misterio, a pesar de que los observadores se inclinan por una creación de Oscar de la Renta o de Vera Wang.
La ceremonia religiosa también intriga, ya que el futuro marido de Chelsea es judío, mientras que Chelsea es cristiana bautista.
Pero el enigma que más apasiona a la prensa es la lista de invitados. Se sabe que el número será de alrededor de 400. También parece que el presidente Barack Obama, anunciado en algún momento, finalmente no asistirá.
La duda de si serán invitados pone a prueba los nervios de algunos de los innumerables amigos, relaciones y aliados políticos y donantes de la familia Clinton, que indiscutiblemente dispone de una de las redes más amplias del país, si no del mundo.
The New York Times citaba el fin de semana último a personas cercanas a los Clinton que se quejaban de haber sido olvidadas.
“Soy muy bueno para que me pidan el avión, pero no lo suficiente para ser invitado a la boda”, se lamentaba una de ellas.
Otros realizan una discreta campaña para lograr ser invitados, declaró al diario una exallegada a la familia.
Los felices seleccionados “podrán ufanarse tranquilamente y los otros se enfermarán de envidia”, resumió la fuente, que agregó que conocía personalmente a varios que entraban en la segunda categoría.
Esta carrera afiebrada por conseguir una invitación contrasta claramente con la sobriedad de los futuros esposos.
Al contrario que sus padres, Chelsea jamás se sintió atraída por las luces mundanas ni los mandatos electorales y muchos menos por las grandes celebridades. Y Marc Mezvinsky es casi un desconocido del gran público. Es hijo de un ex legisladores demócrata que estuvo cinco años preso por fraude.
The Washington Post lanzó una señal de alarma el fin de semana, reclamando que se deje tranquilos a Chelsea y a Marc.
La búsqueda de primicias sobre la boda “comienza a parecerse al registro de los estañones de basura”, afirma el diario. “¿No nos da vergüenza? No, aparentemente, no”.