¿Cuántos años tiene?
–Tengo 71, voy para 72.
–Pero no parece, se ve más joven.
–Ya ve. La esencia está en comer toros.
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La broma se cuenta sola, viniendo de un personaje que ha pasado más de la mitad de su vida en las plazas de toros, corriendo para que no lo alcance la velocidad de bestias que, además de correr con dos extremidades más que él, posiblemente quintuplican su peso corporal.
Y eso que él no es así como muy flaco que digamos.
Gordo Malo, el popular personaje que ha entretenido a varias generaciones con sus ocurrencias en la arena de las plazas de toros, nunca vistió traje de luces con chaquetilla y hombreras, como los matadores, pero de todos modos su indumentaria ha sido su marca. Con orgullo cuenta que tiene más de 60 vestidos confeccionados por las manos de su esposa y una de sus hijas. Colores, lentejuelas, pantalones amplios, gorros y sombreros han sido parte de la imagen que aún luce en los redondeles.
En su vida hay dos facetas: la de Gordo Malo y la de Gerardo Omar Torres Álvarez. Una es conocida por casi toda Costa Rica, la otra la disfrutan su esposa Bethzaida, sus hijas Carla y Lorna, sus siete nietos y sus dos bisnietos. En una entrevista llena de risas y de buenos viejos recuerdos, Omar dejó en claro que no es ni tan gordo ni tan malo; que es un hombre de hogar y que recientemente cumplió 50 años de matrimonio, aniversario que la pareja celebró con todos sus seres queridos.
El Gordo Malo de los toros
El mote lo trae desde pequeño. Inquieto por naturaleza y bromista por esencia, desde la escuela Omar demostró que tenía ángel para llamar la atención, para mover masas y ser el centro de las miradas. “Siempre pasaba en los actos cívicos metido. Era el farolero, el de los tambores, el de la bulla, el del desorden. La maestra lloraba porque yo la molestaba, era el que más jodía”, recordó.
Y así fue en todos los aspectos de su vida; no necesita guion para entretener y mucho menos para afrontar los retos que se le han presentado a lo largo del tiempo. A Gordo Malo lo podríamos catalogar como extrovertido en todo el sentido de la palabra.
Creativo e inquieto. Por esas cualidades es que ha hecho de todo en la vida: pintura de casas, soldadura, mecánica de automóviles... Ha sido dueño de un negocio de ciclos, ha trabajado en una compañía bananera y ha sido salonero en sodas y salones. “Desde muy pequeño papá me enseñó el valor del trabajo. A los seis años ya empezaba a dar mis primeros pasos laborales”.
Como ha hecho de todo y asegura que en todo ha sido bueno, lo de animar las corridas de toros también le salió de forma natural. En 1984 nació su pasión por las plazas de toros. En las fiestas de Montecillos de Alajuela, provincia donde creció, y en el redondel que estaba donde ahora se ubica el colegio Marista comenzó su carrera. Se vestía de manera graciosa y le regalaba confites al público. Pero fue hasta que el ganadero Beto León lo vio que Gordo Malo se hizo conocido a nivel nacional.
“En ese entonces me decían Gordillo. A don Beto le gustó mi idea y me llevó a otros redondeles. Me llevó a Zapote, empezamos con el show y me dejó a cargo a la Familia Torera, una de las mejores que ha habido”, relató Torres en referencia a la recordada tropa de toreros improvisados que cumplían el rol de bufones en medio de aquellos enormes animales. Asegura que apodos emblemáticos del mundillo de los improvisados como Shakira, El Gringo, Somalia y El Diablo fueron idea suya.
Antes de él, hubo otras familias toreras. Gordo Malo recordó la de los Herrera de Alajuela, pero afirmó que la suya era “más organizada, más seria y responsable”, siempre pensando en ofrecer un buen espectáculo al público.
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Trabajó en la plaza de Palmares cerca de 15 años y en la de Zapote durante 30. Lo mismo hizo durante varias décadas animando en los topes y carnavales de San José. Viajó por todo el país con su show y todavía lo sigue haciendo, pues va donde lo llamen, ya que la pasión por los toros sigue presente en su vida.
De su paso por las arenas, Gordo Malo recuerda con mucho cariño haber trabajado con grandes ganaderos del país, así como importantes personajes de la comedia nacional como Gorgojo o Carmen Granados. Pero al hacer un repaso por su carrera, lo que más le importa es que él y su personaje siempre estuvieron identificados con las ayudas sociales.
“Eso me enorgullece. Me siento lleno al haber sido un medio para apoyar a personas que lo necesitaban. Yo llegaba a algún lugar y alguien me decía: ‘Mae, ayúdeme’. La gente tenía mucha confianza en mí para comprar un catre, una cocina e incluso para ayudar a una familia que perdió la casa en un incendio”, afirmó.
Gordo Malo y el vacilón en serio de los toros
La comedia en la fiesta brava es algo que se ha hecho desde hace muchos años; incluso el mexicano Cantinflas se desempeñó como torero cómico. Pero si hablamos de Costa Rica, la figura de Gordo Malo es la que salta a la memoria en esta disciplina artística. “Es muy duro decirlo pero cuando en una corrida hay levantines o golpeados la gente dice que qué buen toro, eso es parte del espectáculo, pero por eso hay que darle otra opción de entretenimiento”, explicó.
Gordo Malo fue enfático en que cuando él está en un redondel hay reglas que cumplir con el fin de entretener, también para proteger la vida de todos: dentro de la plaza no se permiten bromas, ni empujar a los compañeros. “Hay que ser extremadamente cuidadoso porque cuando usted da un paso, el toro ya dio cuatro”, agregó.
El Gordo asegura que siempre buscó la manera de revolucionar las corridas, de llevar más allá los vacilones de la Familia Torera en carreras para escapar de un toro. Se adjudica la idea de hacer concursos, juegos y hasta piruetas arriesgadas dentro de las plazas, como cuando se le ocurrió atravesar un aro de fuego con una motocicleta, una idea que no salió tan bien como la había pensado... porque se estrelló contra la arena.
En medio de las risas, el popular personaje también vivió momentos de dolor al ver a compañeros toreros improvisados ser heridos por un toro. Le tocó presenciar muchos accidentes con heridos, golpeados, quebrados, desmembrados e incluso muertos. Recordó una vez que vio cómo un amigo perdió un testículo por una cornada. Él mismo no estuvo exento de algún buen susto, como cuando un toro lo corneó por detrás. “Me pasó el cacho cerca del recto y lo llevó hasta arriba de la espalda, pero solo fue el susto”, manifestó.
La pasión por los toros ha estado presente desde hace muchos años en la vida de Omar; sin embargo, nunca tuvo intención de meterse en el negocio de la ganadería: lo suyo ha sido siempre entretener.
El Gordo Malo de la televisión
En los años 80 y 90, la mayoría de los costarricenses conocieron a Gordo Malo gracias a la televisión. Durante mucho tiempo fue parte infaltable del elenco de las corridas de fin y principio de año en Teletica, y en los últimos tiempos lo hizo con Canal 8.
Para él, haber estado en la pantalla chica de muchos hogares en Costa Rica significó una gran responsabilidad y un honor que nunca esperó recibir. Ahora siente que gracias a esa exposición es que muchas personas le demuestran un gran cariño y reconocimiento.
¿Quién no se acuerda, por ejemplo, de aquel icónico carro todo destartalado que tenía una cornamenta de toro sobre el techo? Ese automóvil se hizo famoso en el país y fuera de él; fue una de las marcas registradas de Gordo Malo. Era un Toyota Crown y en ese vehículo viajó a Panamá y a Nicaragua dos veces. “Era aguantador, dijo el Gordo.
En una de sus visitas a Nicaragua, él se iba a presentar en una corrida de toros donde estaría el presidente Arnoldo Alemán. Sin embargo, el alajuelense tuvo problemas en la frontera para ingresar a aquel país. Gordo Malo recordó que por la pinta del carro no lo querían dejar pasar, entonces les dijo a los oficiales que iba para un evento con el presidente y hasta una escolta le pusieron para que llegara a tiempo a la actividad.
Contó también que era el típico carro de payasos porque andaba cargado de vestuarios, juguetes, refrescos, confites y galletas. “Cuando en Palmares eran aquellas fiestas con el montón de gente y el Tránsito hacía retenes, a mí no me paraban, yo paraba solo”, recordó Torres. Dice que pese a la pinta que tenía su vehículo, siempre estuvo al día con todos los documentos.
El Gordo Malo, pero bueno
Cuando empezó a actuar en los redondeles exponiendo su vida ante los toros, a su familia no le gustaba para nada. Su mamá no veía, pero sí escuchaba las corridas y le decía a su hijo que ella sabía bien que se andaba poniendo en peligro.
Su esposa y sus hijas antes no iban a las plazas a verlo hacer su espectáculo porque les daba miedo que algo malo le pasara a Omar. Él es un hombre de familia, de hogar. Asegura que después de cada corrida siempre va directo a su casa, que nunca ha sido fiestero, incluso ahora que ya no tiene la obligación de la crianza de sus hijas porque están grandes y con sus propios hogares hechos. Esa estabilidad familiar que han logrado Omar y su esposa se ve reflejada en el cariño y el respeto con el que lo tratan sus hijas y sus nietos.
Pero también han vivido momentos difíciles, como cuando Omar y Bethzaida tuvieron un accidente en moto, en 1997. Iban camino para Pérez Zeledón y al subir el Cerro de la Muerte se encontraron de frente con un autobús, pero al intentar esquivarlo golpearon a otro automóvil. “Me desbaraté la rodilla y el brazo y me golpeé la frente”, recordó. Su esposa también sufrió graves lesiones en un brazo.
En su camino de la vida también enfrentó una situación de salud en el 2012 que lo llevó a estar internado en el hospital durante varios días. Aseguró que fue atacado por una bacteria en su cuerpo, pero que costó mucho que los doctores se dieran cuenta de qué se trataba. Los exámenes no revelaban qué era lo que tenía, incluso los médicos le dijeron que no podía recuperarse y que estaba frente a la muerte. “Llamaron a la familia, llevaron hasta a los nietitos para que se despidieran de mí. Los médicos me desahuciaron”, dijo.
Sin embargo, un doctor que no estaba involucrado en el caso de Gordo Malo logró descubrir qué era lo que tenía. Le diagnosticó una vasculitis (que ocurre cuando el sistema inmunitario del cuerpo ataca a los vasos sanguíneos por equivocación). La solución fue una inyección de esteroides que de inmediato lo ayudó a recuperarse y al día siguiente ya estaba en la casa.
Durante el internamiento, Gordo Malo comprobó una vez más que los ticos lo quieren. Una joven que trabajaba en el centro médico le llevaba algo de comer todos los días, ya fuera un jugo, una fruta o una galleta. Él recibía con mucho agradecimiento el cariño, pero jamás se imaginó que esos detalles tenían un motivo: “Una vez me la topé en la calle y le pregunté por qué tanta amabilidad conmigo y me respondió que cuando era niña y vivía en San Carlos, yo le había regalado un par de zapatos para la escuela. Me dijo que ella conoció los zapatos gracias a mí”, narró.
El Gordo Malo trabajador incansable
A sus casi 72 años, Gordo Malo sigue muy activo, aunque ya está pensionado. Cotizó en la Caja Costarricense de Seguro Social durante 45 años como trabajador independiente pero tuvo que pagar unas cuotas para lograr el retiro desde el 2016.
“Yo no toco la pensión, nunca la he tocado, es de la doña. Ella no trabaja en la calle, pero trabaja en la casa, se lo merece. Vamos half and a half”, dijo.
Ahora, aunque todavía va a las corridas de toros donde lo inviten, se dedica a un negocio propio de venta de natilla, queso, leche agria, miel de carao y también repostería como tamal asado y de maicena, entre otros productos.
Desde que superó la enfermedad en 2012, Omar recorre las calles de Alajuela con su carro (uno nuevo, no el de los cachos) y un parlante. Asegura que desde entonces tiene los mismos clientes, pero también todos los días le llegan nuevos. “Mis productos son tan buenos que en un día que salgo a las 11 de la mañana, ya a las siete he terminado de vender todo. El que no me compra repostería, me compra queso, el otro me compra miel de abeja y el otro miel de carao”, afirmó.
Además, tiene otro emprendimiento que es el de animación de fiestas y eventos, así como la producción de cuñas de publicidad.
Quedarse en la casa sin trabajar no es un plan que tenga en su mente a corto plazo y seguirá saliendo hasta que Dios se lo permita. Y es que precisamente la fe es algo que también identifica a Gordo Malo. En su casa tiene un espacio dedicado la oración, con altares y también la Biblia para mantenerse en contacto con Dios. “Hay que estar muy cerca de Él”, dijo enfáticamente.
Este es Gordo Malo, un torero de risa contagiosa y corazón gigante. Este es Omar, un padre y abuelo amoroso que lo da todo por su familia.