El polémico empresario italiano Matteo Quintavalle, de 43 años, falleció ayer en su casa en Escazú, de un paro cardiorrespiratorio, sin que aclarara cinco procesos judiciales por el presunto delito de estafa.
El cuerpo lo hallaron familiares poco después de las 7 a. m. cuando llegaron a su habitación pues no bajaba a desayunar como era su costumbre.
Tras una breve revisión, socorristas de la Cruz Roja confirmaron la muerte, por lo cual dieron aviso al Organismo de Investigación Judicial (OIJ). Los agentes judiciales levantaron el cadáver a las 12:20 p. m. y lo trasladaron a la Morgue Judicial, en San Joaquín de Flores, Heredia.
El fallecimiento de Quintavalle se produjo solo dos días después de que oficiales del OIJ allanaron su residencia en busca de evidencias, como parte de una investigación por una estafa con propiedades por $2 millones.
Precisamente, el Ministerio Público confirmó que para ayer a las 10 a. m. se había citado al empresario para entrevistarlo por ese caso. “Lo que se pretendía era recibir un testimonio sin juramento, en compañía de su abogado, previendo que su condición de denunciado variara a imputado en el futuro”, dijo Tatiana Vargas, vocera de la Fiscalía.
Irrumpió en el fútbol. Matteo Quintavalle comenzó a figurar en el país en octubre del 2005 cuando hizo donaciones para obras sociales en Santa Cruz, Guanacaste. En aquel momento, las ayudas fueron frenadas, cuando el municipio santacruceño cuestionó el origen de los dineros.
Empero, fue en marzo del 2007 cuando se convirtió en figura pública al ofrecer $3 millones por Liga Deportiva Alajuelense. De manera simultánea trascendió que regaló $100 a cada uno de los 35 jugadores de la Liga que participaron en un partido en Quepos.
La Directiva de Alajuelense rechazó la oferta por lo que Quintavalle intentó comprar a Carmelita, pero tampoco tuvo éxito.
Cuando se le cuestionó a Quintavalle sobre la procedencia del dinero, aseguró que era de inversionistas estadounidenses. Explicó que al llegar al país trajo $4 millones y que luego de varios negocios, el capital, para el año 2007, había crecido a $28 millones.
En mayo de ese mismo año, agitó de nuevo el mundo futbolero cuando contrató a uno de los mejores jugadores del momento como era Allan Alemán, en ese entonces ficha del Deportivo Saprissa. A Alemán le ofreció una casa valorada en $85.000 y un carro último modelo de $90.000. Asimismo, el empresario contrató a los futbolistas Rónald Gómez y Wilson Muñoz.
Poco a poco, la lista de futbolistas que se acercaron a Quintavalle fue creciendo. Entre ellos, figuraron luego Wilmer López, Hárold Wallace, Mauricio Solís y Óscar Seravalli. En total fueron 11 los jugadores a los que fichó.
Sin embargo, en junio del 2007 empezaron los contratiempos. Primero, el Banco de Costa Rica (BCR) le cerró 11 cuentas bancarias por diversos motivos. Luego, 17 estadounidenses reclamaron ante la Fiscalía de Pavas la devolución del dinero que dieron a Quintavalle para inversiones, pues alegaron que no recibían las utilidades.
Debido a la falta de pago, los jugadores rompieron los contratos.
Tras las rejas. Luego de varios allanamientos, de que se diera a la fuga y de que se giraran órdenes de captura, Quintavalle fue detenido finalmente en julio del 2007, por los delitos de estafa, intermediación financiera ilegal y legitimación de capitales. Por este caso le dictaron seis meses de prisión .
Tras dos meses en la cárcel, el foráneo presentó problemas con la diabetes por lo que fue internado en la Clínica Bíblica. Allí permaneció hasta finales de noviembre y al mes siguiente, un juzgado aceptó liberarlo por razones de salud.
El Ministerio Público informó ayer de que contra Quintavalle hay cuatro causas donde figura como imputado. En dos fue acusado y otras dos están en proceso de investigación. La Fiscalía informó de que son por estafas.
El miércoles anterior, el OIJ allanó su vivienda en Escazú para obtener evidencia por el caso de los $2 millones. Esa diligencia se hizo porque las víctimas refirieron que el empresario también participó en los ilícitos.
En ese momento, los agentes usaron mascarillas porque se informó de que Quintavalle padecía lepra.