Los científicos Lepolt Linkimer y Gerardo Soto, de la Red Sismológica Nacional (RSN) investigan si el movimiento del magma del volcán Turrialba estimuló la falla que provocó el temblor más fuerte del año pasado, ocurrido en Capellades de Alvarado, Cartago.
Se trata de la falla Liebres, la cual era desconocida y está justo en medio de los volcanes Irazú y Turrialba, a una distancia equidistante de cinco kilómetros.
La llamaron Liebres, porque atraviesa una finca del mismo nombre en Capellades.
Esta fractura causó el temblor de magnitud 5,5 que provocó daños en 64 casas, derribó objetos y generó más de 40 deslizamientos de tierra en 35 kilómetros cuadrados, el miércoles 30 de noviembre del 2016, a las 6:25 p. m.
El informe sobre ese movimiento telúrico, que tuvo más de 2.000 réplicas y alarmó a los cartagineses de Alvarado, Jiménez, Turrialba y Oreamuno, lo relaciona con la actividad volcánica.
El temblor tuvo apenas un kilómetro de profundidad con respecto al nivel del mar y ocurrió en la corteza de la placa Caribe. Se localizó dos kilómetros al este de Capellades.
El estudio concluye que estas grietas que cortan macizos volcánicos van de 4 a 12 kilómetros de longitud y son capaces de generar sismos con magnitudes de hasta 6,5.
Cerca de la región donde ocurrió este temblor, no se registraba actividad desde hace 65 años, cuando un terremoto cobró más de 20 vidas entre Patillos y Tierras Morenas de Cascajal, Coronado, en diciembre de 1952.
Se originó en la falla de río Sucio, en la falda oeste del volcán Irazú.
Otro ejemplo más reciente de sismos en periferia volcánica fue el terremoto de Cinchona, ocurrido en enero del 2009; este alcanzó los 6,2 grados.
Dichos antecedentes hicieron que la RSN incrementara su observación de la sismicidad en la periferia de los volcanes.
Movimiento lateral. La falla recién descubierta tiene seis kilómetros de largo en dirección noroeste y separa bloques que se mueven lateralmente.
A raíz d el temblor de noviembre y sus posteriores réplicas, la zona del volcán Turrialba quedó relajada, lo que podría facilitar el ascenso de fluidos por fracturas creadas debido a su actividad reciente.
Pocos represamientos. Un aspecto que facilitó los deslizamientos tuvo que ver con la lluvia que caía cuando se produjo el temblor.
Por tratarse de una zona con pendientes muy altas, los bloques de palos, lodo y piedras fueron a dar a los ríos Turrialba, Playas, Coliblanco y otros que desembocan en el río Sucio.
Se estima que el área deslizada fue de unos cuatro kilómetros cuadrados.
Los aludes, en combinación con las condiciones saturadas de los suelos volcánicos y la mezcla con el agua de los ríos, produjeron flujos de escombros volcánicos sin consecuencias que lamentar, según un sobrevuelo.
Lepolt Linkimer explicó que aunque los deslizamientos se estabilizaron poco después del sismo, se alertó a la Comisión Nacional de Emergencias para prestar atención a la zona en caso de que ocurra un evento de lluvias extraordinarias.
“Son zonas de altas pendientes, con ríos de mucha energía y con una caída desde los 3.000 metros; por lo tanto, hay un componente energético y erosivo muy importante”, manifestó.