El actual ciclo eruptivo del volcán Poás, que inició en noviembre del año pasado y alcanzó su apogeo durante la Semana Santa, está experimentando un declive gradual. No obstante, persisten dos bocas que emiten gases constantemente, una en el centro (boca A), ubicada en la base del antiguo domo, y otra al norte del cráter (boca C).
Este fenómeno está ocasionando que los habitantes de Naranjo, Palmares, Atenas y Grecia perciban el olor a azufre transportado mayormente por el viento hasta estas comunidades. Sin embargo, ya no se están reportando alertas por caída de ceniza como sucedía días atrás, cuando esta emanaba de la boca norte.
Adicionalmente, se están observando varias fumarolas en las paredes y la base del cráter que también liberan gases durante todo el día. En la mañana de este martes, el cielo despejado permitió a los visitantes observar y fotografiar el coloso alajuelense, situado a 2.687 metros sobre el nivel del mar. Por su parte, el personal del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori) realizó una visita al cráter para monitorear la actividad.

Maarten de Moor, del Ovsicori, destacó entre los aspectos más notables del presente ciclo la gradualidad con la que la actividad eruptiva aumentó una vez que se secó el lago cratérico, así como la disminución de dicha actividad tras alcanzar su punto más alto. También resaltó la influencia del lago en las erupciones y las razones de su desaparición, como la disminución de lluvias debido al fenómeno de El Niño desde mediados del año pasado, así como el aumento de calor en el resto del sistema hidrotermal, lo que provoca la desecación de los acuíferos internos.
La incandescencia causada por la combustión de azufre durante el presente ciclo, observable por las noches en las dos bocas activas, sugiere a los científicos que la temperatura en el cráter supera los 300 °C. Además, se ha observado que la forma del cráter cambia con cada ciclo eruptivo. Durante las erupciones del 2017 desapareció el domo o pared de 30 metros de alto y más de 50 de largo formado en 1953, cuyos fragmentos fueron a dar a los alrededores del Parque Nacional en forma de balísticos.
Más recientemente, el 6 de abril del 2022, una erupción en la fumarola norte generó una especie de península o camino de piedras que sobresalía el año pasado cuando la laguna estaba llena, esa formación se redujo considerablemente con las recientes erupciones.
Sin ascenso de magma
El análisis de las cenizas emitidas durante las recientes erupciones indica que la mayoría son residuos de erupciones anteriores y que no hay una presencia significativa de magma.
En cuanto a las mediciones de gases, las razones entre ellos y la concentración de dióxido de azufre (SO2) se mantienen estables. Se cuenta con tres estaciones cerca del cráter que monitorean la emisión de gases: una en el mirador, otra en el borde noroeste del cráter y una tercera en cerro Palomo, en la periferia del volcán.
Respecto a lo que podría suceder en el futuro cercano de este ciclo, Maarten de Moor mencionó que se espera que la actividad continúe disminuyendo, aunque no se descarta la posibilidad de más erupciones de ceniza y gases, ya que el comportamiento del volcán Poás puede cambiar repentinamente.