A inicios de la década de los 70, Aserrí tenía un club de boxeo. Eran adolescentes aficionados a este deporte que realizaban espectáculos en el pueblo frecuentemente, principalmente en las fiestas patronales.
Entre ellos sobresalía un joven de 15 años, moreno, alto y delgado, cuya pasión se la había inculcado su padre desde pequeño. Tenía buena pegada y soñaba con ser boxeador en el futuro.
Pero fue un sueño que duró poco: para su mala suerte durante una presentación en el parque de Aserrí, le rompieron la nariz y su mamá, quien estaba entre el público, lo obligó a retirarse. Fue entonces cuando el actual ministro de la Presidencia, Víctor Morales Mora, vio truncada su corta carrera boxística.
“Fue un retiro bastante accidentado (…). Sin ese accidente pude haber hecho carrera. Yo creo que esa también es mi vocación: aprender a asimilar golpes”, vacila Morales, de 61 años.
Su cargo es uno de los más estratégicos del Gobierno, tomando en cuenta que es el canal de comunicación entre el Presidente de la República, Carlos Alvarado, con el Poder Legislativo y diversos sectores sociales y productivos.
Y aunque han pasado pocos meses desde que asumió el puesto el pasado 1° de agosto el ministro puede concluir con plena seguridad que “no puede quedarle bien a todo el mundo”, más aún tomando en cuenta que este año ha sido particularmente convulso para Costa Rica: las constantes huelgas de los sindicatos, proyectos de ley polémicos y la aprobación de la reforma fiscal así lo confirman.
Tal vez la frase sea un poco difícil de digerir, pero para Morales hacer lo correcto y contribuir al desarrollo del país está por encima de ‘quedarle bien a todos’. De hecho afirma que muchas veces no le queda bien a nadie pero en el fondo confía en que está haciendo lo mejor para Costa Rica.
El puesto inicialmente fue ocupado por Rodolfo Piza, sin embargo, a mediados de este año el excandidato presidencial del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC) prefirió apartarse y dejar un vacío que el Mandatario debía delegar a alguien de su entera confianza lo antes posible. El gobernante fijó su mirada en Morales, quien se desempeñaba como jefe de la fracción parlamentaria del Partido Acción Ciudadana (PAC) desde el 1° de mayo del 2018.
Desde ese día, las visitas a su finquita en Puriscal son menos frecuentes, la actividad física también, al igual que los paseos con su perro, un bóxer llamado Marte. El trabajo es demandante y para él lo más importante en este momento es “sacar la tarea”.
Lo que definitivamente no ha cambiado son los desayunos dominicales con su familia en Aserrí. Su mamá no le perdonaría que no la acompañe y a sus cinco hermanos con una buena taza de café entre montañas y anécdotas.
“Yo soy muy intenso en mi trabajo y la verdad es que trabajo muchas horas, aunque trato de defender los domingos y algunas otros fines de semana para ir a la casa de mi mamá con mis hermanos y para estar con mi esposa y mis hijas”, dice el ministro desde su despacho en Casa Presidencial.
Sin embargo, hasta esos momentos en familia se han sacrificado en un par de ocasiones, ya que su agenda es ajetreada, más aún tomando en cuenta de la doble función que ejerce al ser también diputado.
Morales se negó a dejar el cargo tras asentir al llamado de Alvarado. Esto le ha generado diversas críticas, ya que desde agosto solamente ocupó su curul en una ocasión: para votar el proyecto que permitiría regular el derecho a huelgas.
De acuerdo con Morales la decisión de no renunciar a su diputación está ligada a un tema estratégico.
“Esa condición me facilita el dialogo con los diputados, entonces, dentro de las valoraciones que hice en ese momento fue venirme al Ministerio de la Presidencia pero conservando esa condición de diputado hasta que podamos revalorar si es necesario (dejar el puesto)”, señala.
Es un hombre de experiencia. Ya son más de cuatro décadas en este oficio y si hay algo de lo que tiene plena seguridad es que una de las principales enseñanzas que le ha dejado estar en política es hacerle frente a las críticas.
Considera que quién no sepa cómo manejar las críticas, no podría ocupar un cargo público.
“Baño de aceite todas las mañanas para lidiar con las críticas. Si uno está dedicado a este tipo de actividades y le resiente la crítica, no se puede. Y hay críticas de críticas: hay unas que las veo en términos de oportunidades para mejorar, pero también están las malintencionadas, es decir, la gente que critica por molestar, que se va a lo personal y esas son las que me ‘capeo’ y que trato que se pasen solas”, asevera.
Eso sí, la situación cambia cuando las críticas sobrepasan su ámbito laboral y salpican a su familia.
Se trata de sus tres hijas y a quienes cela un poquito, “como cualquier papá”, dice. María Antonieta, Catalina y María Jesús, fruto de su matrimonio con Elizabeth López, son las mejores aliadas cuando se trata de reír en el cine, el teatro y en el estadio cuando miran al equipo de sus amores: el Deportivo Saprissa.
De su familia anhela nietos, por eso tiene una “campaña permanente” para que alguna de sus hijas le cumpla el sueño.
“Los nietos son algo que me hace falta, yo cuando oigo gente de mi edad o un poquito menos, me da una envidia de la buena. Creo que tener un nieto a estas alturas de la vida debe ser una experiencia extraordinaria”, dice.
De hecho, el vecino de Poás de Aserrí se imagina lo encantador que sería que sus nietos disfrutaran tanto como él del campo: ver las vacas, pasear por los potreros y relajarse en una quebrada, ya que son de esos valiosos momentos que aguarda de cuando era niño.
“Disfruto mucho el campo, mis abuelos son campesinos, es decir, yo me crié en un cafetal, entonces yo tengo una identificación con la tierra y esos valores esenciales, el amor al trabajo, a la vida honrada y sencilla”, dice.
Y aunque la vida de ciudad no es exactamente lo suyo (conoció San José hasta que tuvo 8 años), el trabajo lo obliga a trasladarse todos los días a la capital, específicamente a Casa Presidencial en Zapote.
Vocación
Su vida gira en torno a la política desde que tiene memoria y en la escuela y el colegio siempre formó parte de los gobiernos estudiantiles. Es un campo que realmente le apasiona y del que podría hablar por horas.
Todavía recuerda cuando de niño ondeaba una bandera del Partido Liberación Nacional (PLN) en una plaza pública, por causa de sus abuelos. Extraña esos tiempos, donde las elecciones se vivían como una verdadera fiesta.
“Eran grandes celebraciones, plazas públicas en donde los dos partidos tradicionales contaban con al menos el 80% de la población. Hoy vivo otra realidad, donde las simpatías partidarias se han reducido muchísimo y con un régimen multipartidista tenemos que tener un oído muy agudo”, asegura.
Siendo joven apoyó a Rodrigo Carazo, quien llegó a la Presidencia de la República en 1978 con el partido Coalición Unidad.
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Años más tarde se incorporó al partido Democracia Cristiana y posteriormente llegó al Partido Unidad Social Cristiana (PUSC). Finalmente, desde el 2006 forma parte del Partido Acción Ciudadana (PAC).
“Uno no asume estos puestos para sufrir, entristecerse, ni para andarse quejando; uno viene aquí a asumir con responsabilidad y entusiasmo y para agradecer la oportunidad de servirle al país, que es el mayor privilegio que uno puede tener en una democracia”, explica.
Pese a que a lo largo de esta carrera ha sido regidor y alcalde de Aserrí, diputado con el PUSC y el PAC y ministro de Trabajo, existe un cargo al que no ha llegado: la presidencia de Costa Rica.
Este es un tema del que le incomoda hablar, o al menos eso refleja; sin embargo, asegura que esa era una aspiración del pasado.
“No es un tema que tenga en mi agenda, no lo estoy planteando. En mis tiempos más jóvenes sí, pero ya de eso fue hace muchos años”, cuenta.
Por ahora lo único que espera es llegar a casa con la satisfacción del deber cumplido, haber sacado la tarea y construir una mejor Costa Rica mientras se imagina estar relajado en las playas del Caribe, comiendo unos buenos chicharrones, o bien, disfrutando de un celaje de marzo.