Alguna vez dijiste que hay muchas maneras de contar una historia, pero pocas para hacer de una historia, una gran obra. Ahora que no podés torcerme los ojos por elogiarte en público, puedo decir que, en el arte de identificar la forma, el tono y el medio ideal para contar una historia y convertirla en libros, discos y películas, nunca conocí a nadie más perfeccionista y mejor dotado que vos.
Eras de esos artistas ambiciosos, que persiguen la forma con la sed de un legionario en el desierto. Meticuloso, paciente y estudioso, difícilmente aprobabas una propuesta “a la primera”. Así eras con tus propios documentales, con las producciones discográficas, en tu trabajo como editor y en la producción de espectáculos, conciertos y campañas de comunicación, donde asumías naturalmente el papel de líder.
Pero tu sed de perfección no venía de un excesivo cultismo o una rebuscada pedantería intelectual, sino todo lo contrario: venía de tu formación como historiador del arte en el contexto de la revolución estudiantil de los años 70 en Italia, y particularmente de la gesta de la generación del 77 en la Universidad de Bolonia.
En esos años, un grupo de jóvenes, herederos del mayo 68 parisino, amparados en la semiótica de Umberto Eco, quien era profesor allí, y bajo la influencia de pensadores como Foucault y Deleuze, dieron vida a un movimiento contracultural que dejó una huella profunda.
Vos fuiste la voz principal de la legendaria Radio Alice –inspirada en la Alicia de Lewis Carrol–, una emisora contestataria, surrealista, pionera en la práctica del micrófono abierto y la llamada en vivo, que se convirtió en “la voz de los sin voz”. Durante la dura represión que se desató luego del asesinato del estudiante Francesco Lorusso a manos de los carabinieri en la primavera del 77, Radio Alice fue la vocera del movimiento estudiantil, antes de ser cerrada por las autoridades.
Tu visión como editor de libros comenzó a forjarse también en esa época, con otro de los experimentos de ese colectivo cultural: la revista A/Traverso. Se trataba de un medio provocador, en el sentido de que cada número de la revista tenía el deber de provocar un cambio en quien leyera: que nadie permaneciera siendo la misma persona luego de pasar por la experiencia de sus páginas.
Posteriormente, junto con otros compañeros, escribirías un libro sobre la aventura de A/Traverso, que sería prologado por el filósofo Félix Guattari y presentado oficialmente en La Sorbona.
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A tus 29 años, finalmente graduado y padre de tu primera hija, gracias en parte a tu conocimiento del ambiente político en las universidades italianas, conseguiste trabajo como documentalista para la RAI y recorriste tu país recogiendo la visión de la comunidad académica en esos convulsos años de atentados y Brigadas Rojas.
Para 1987, año en que arribaste a Costa Rica para desarrollar un proyecto cinematográfico de la cooperación italiana, ya eras un documentalista con algún recorrido, pero te tomó unos años familiarizarte con el “modo tico” de hacer las cosas.
Sin embargo, una vez que comprendiste cómo funcionaba todo por acá, comenzaste a hacer lo que mejor sabías: cuestionar, plantear preguntas difíciles, documentar los hechos y, como ya lo hicieras en los años de Radio Alice y A/Traverso, producir obras provocadoras, que abrieran las puertas a una visión más fresca y más profunda de la realidad.
Desde que realizaste, junto a Mercedes Ramírez, Cuando el río suena, piedras trae, en 1992, todos tus documentales transitaron por este camino, pero también tus libros, fotografías, producciones discográficas, campañas publicitarias y todo proyecto en el que decidieras participar.
En el 2000, el mismo año en que salió tu documental El barco prometido, basado en un libro de nuestra inolvidable Yazmín Ross, te sentaste con los integrantes de Malpaís y nos propusiste sumarnos al catálogo de la recién fundada Papaya Music. Pero hiciste mucho más que distribuir ese disco.
Tu visión artística, tus fotos y videos, tu ojo editorial, estuvieron en el centro del fenómeno que se produjo en los años siguientes, en que además de Malpaís, produjiste discos clave de Manuel Obregón, Perrozompopo, Walter Ferguson, La Orquesta de la Papaya y muchos otros. La música de Costa Rica te debe mucho, amigo.
En los 30 años que viviste en Costa Rica, creaste y produjiste cientos de obras. Con Yazmín fundaste Ediciones Ojalá y Pachanga Kids, con las que ambos publicaron sus propios libros y decenas de otros autores.
Al mirar esas obras desde el presente, se siente en todas tu impronta de excelencia y buen gusto. Y se siente algo más; algo que podríamos expresar como el placer de transformar el mundo creando experiencias estéticas únicas; obras que nos hacen pasar a todos a través del espejo y mirar nuestra realidad con otros ojos.
Si ese era tu propósito en la vida, solo puedo decir que lo lograste, querido Luciano. Tus obras siguen aquí, inspirando y provocando. Ci vediamo!
El autor es músico y escritor.