Diciembre es un mes feliz. Hay aguinaldo, hay tamales, hay tardes soleadas y hay, en la mayoría de casos, al menos unos días de vacaciones.
Semanas antes de que se celebren los días festivos que cierran el año, sin embargo, la vida de buena parte de costarricenses se convierte en un frenesí de consumo, fomentado por días de ofertas en, básicamente, todos los establecimientos comerciales imaginables. Son, sin duda, oportunidades para hacer las compras navideñas –o de cualquier tipo, realmente– y al tiempo cuidar un poco la billetera... se supone.
Pero, ¿realmente estamos ahorrando cuando no paramos de comprar y comprar? ¿Para quién es el viernes negro, para usted o para quien se lo empaca y se lo cobra?
Nuestra periodista Priscilla Gómez asumió una misión que nadie en nuestra redacción le envidió: viajar al corazón de uno de los fines de semana de mayor caos comercial en el país y hacer fila con los consumidores; es decir, con usted. Allí, Gómez encontró una historia de consumo, deudas y villancicos que comienza así:
A las 11 de la mañana del viernes 24 de noviembre, el taxista me decía que no podía más con todo lo que estaba pasando. Que no lo soportaba. Llevaba más de 15 minutos atrapado en una hilera de autos que a pesar de la luz verde, nada avanzaba. Pitó y pitó como maniaco, y luego sacó debajo del asiento una Fanta Naranja que parecía bullir.
“Me la compré para almorzar, pero parece que ni eso voy a poder hacer”, dijo. Mientras tanto, afuera la gente enloquecía buscando las mejores ofertas.
Según Luis, el taxista, desde las 6 a. m. ya el Black Friday tenía tomada la ciudad. Con este evento, que nació en Estados Unidos, se inaugura oficialmente la temporada de compras navideñas. Luis me tenía que llevar a la Plaza de la Cultura, pero a medio camino se rindió y me pidió que por favor lo dejara ir.
A estas alturas, es difícil saber si la congestión estaba influenciada por el Black Friday, o si era lo que ya sabemos que pasa todos los días en este país. De cualquier forma, el escenario era terrorífico. El caos vial parecía no cesar a medio día. De pronto, las aceras no daban abasto. Estaba atrapada en el parque de las Garantías Sociales.
“Todo el mundo anda muy atarantado, y espérese que sean las seis de la tarde. Nadie va a caber en San José”, aseguró don Gerardo, un señor que vende limones por las paradas de Zapote.
La Avenida Central parecía ser tierra de nadie. Algunas tiendas, esas que dicen “Todo a ¢1000” sacaron a sus chicos más entusiastas a media avenida para que gritaran con un micrófono las mejores ofertas. Otros comercios competían por cual ponía la música más alto. No importaba si era la misma emisora. Hasta la carnicerías tenían rótulos con números fosforescentes.
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El relato de Gómez es nuestro artículo de portada, pero nuestra edición del próximo domingo le ofrece otras historias, en caso de que la Navidad no sea su tema de predilección (o de que usted prefiera no pensar en cuánto gastó en el Black Friday).
Danny Brenes le cuenta la historia de Larry Nassar, antiguo médico y terapeuta del equipo olímpico de gimnasia femenina de Estados Unidos, quien hace apenas unos días aceptó su culpabilidad en el juicio penal en su contra por 22 cargos de abuso sexual; Nassar también tiene una demanda civil pendiente, también por abuso sexual, pero esta vez con 125 mujeres acusándolo.
El escándalo de Nassar generó un terremoto en el deporte estadounidense. Como dijo McKayla Maroney, quien ganara múltiples medallas en los Juegos Olímpicos Londres 2012 y quien acusó a Nassar por abusar de ella durante años, “la gente tiene que saber que esto no solo pasa en Hollywood, pasa en cualquier parte donde exista una posición de poder”.
Mientras tanto, Lucía Vásquez presenta un relato sobre las vivencias de las mujeres soldado en las fuerzas armadas de Corea del Norte. El hermético país es motivo de cuentos pavorosos y violaciones a toda suerte de libertades civiles. El ejército norcoreano es el brazo más fuerte del gobierno de Kim Jong Un, y uno podría pensar que formar parte de este sería llevar una buena vida en el país asiático. No lo es, sobre todo si se es mujer.
Tenemos una colaboración especial en esta edición. La periodista Ximena Alfaro, quien cubre fuentes internacionales en el diario La Nación, viajó al estado de Oaxaca, en México. Allí, pasó unos días como voluntaria en un refugio para migrantes, sobre todo centroamericanos. Las historias que encontró allí, en el México profundo, son desgarradoras y, al mismo tiempo, arrojan luz sobre la travesía ingrata que miles de personas se ven forzadas a realizar en busca ya no solo de una mejor vida, sino de no morir en sus países natales.
Cuenta Alfaro:
“En el camino Yesenia, mi compañera de asiento, me cuenta sobre su angustia. Dice que su casa quedó completamente destruida debido al fuerte temblor (el terremoto de 8,2 grados que dejó 90 fallecidos en todo México), que ahora vive en una tienda de campaña en el patio con su hijo y su mamá, quien se salvó de milagro, porque está en silla de ruedas y al momento de la tragedia nadie la acompañaba. Dice que busca trabajo, que su hijo debió dejar el colegio para ponerse a laborar, que está desesperada. Habla sin que yo le pregunte mucho, de pronto llora. Dice que la situación es muy difícil”.
Finalmente, Brenes escribe también un breve ensayo sobre las metas que todos nos ponemos al iniciar un año nuevo, y que muchas veces dejamos abandonadas en el camino. El periodista hace eco de varios psicólogos e investigadores que sugieren que, tal vez, el sistema de metas para alcanzar el éxito no funciona. ¿Será así?
Encuentre la respuesta, así como nuestras secciones fijas habituales, y las Telefotos de antaño, en la edición del próximo 3 de diciembre de la +Revista Dominical.