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El Castillo Knights se divide en prácticas por grupo, según la edad de los deportistas. (Gesline_Anrango_W)
El espacio más frío que la provincia de Heredia alberga o pueda imaginar ofrece una calurosa bienvenida.
Sobre una gélida pista se desliza un deporte que, hasta el momento, no tiene cabida en ninguna otra parte del país, es decir, definitivamente aquí no hablaremos de fútbol. Este se llama hockey y se juega sobre hielo.
En las instalaciones del Castillo Country Club, en las montañas de San Rafael de Heredia, entrenan todos los miembros de El Castillo Knights, divididos en tres grupos que se diferencian por su rango etario.
Sus miembros no tienen el afán de convertirse en jugadores profesionales pero la recreación es motivo suficiente para uniformarse, deslizarse y golpear el puck (disco o pastilla) con la mirada puesta en el pequeño marco del equipo contrario.
En el país, el hockey sobre hielo tiene 19 años y, aunque todavía no se han multiplicado los espacios para practicarlo, los involucrados cada vez son más.
Los primeros golpes con palo empezaron siendo parte de un experimento exótico, quizá algo así como la experiencia que vivió aquel equipo jamaiquino que compitió en trineo en el deporte bobsleigh en los Juegos Olímpicos de Calgary 1988, la misma que inspiró la película Jamaica bajo cero (1993).
Bruce Callow proviene de aquella misma ciudad en Alberta, Canadá. A Costa Rica llegó por su carrera en Ciencias Políticas, pero fue el amor (su actual esposa) quien lo motivó a quedarse.
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Bruce Callow comenzó con el proyecto de hockey en El Castillo en 1996. (Gesline Anrango)
En el país tropical se encontró una pista helada en medio de la plaza de comidas del mall Real Cariari y Bruce se aventuró a convertirse en entrenador de hockey sobre hielo, un deporte que, como buen canadiense, jugaba desde los siete años.
“El hockey representa nuestra identidad nacional, allá es realmente importante, más que la música y la cultura, el hockey es algo muy trascendental”, dice el espigado entrenador que también se desempeña como comunicador, profesor de inglés y músico.
El sueño de mantener vivo aquel espacio se derritió en pocos meses, lo que motivó a Bruce a encontrar una casa nueva.
Desde 1996 los deslizamientos ocurren en el Castillo, donde existía una pista de hielo desde 1974 (la Gonzalo Raventós Forero), aunque se usaba principalmente para patinaje artístico. El espacio es el único en su estilo en Centroamérica y el Caribe. Hielo privilegiado.
“Somos pioneros”, dice el canadiense al hablar del trabajo que ha hecho a nivel local. En Costa Rica hay otras iniciativas de hockey al aire libre, en La Sabana, por ejemplo, donde los domingos por la mañana son sagrados para patinadores en línea.
El Castillo, aunque solo permite la participación de socios en el equipo, sigue siendo el único recinto donde se practica hockey a bajas temperaturas. El año pasado, el lugar inauguró una pista con el doble de medidas de la que se había construido en 1974. Aquello, dice Callow, es una muestra de que cada vez hay más posibilidades para participar en actividades sobre hielo.
En esa misma pista se practica también patinaje artístico, una disciplina recomendada para los que apenas están haciendo sus primeros deslices.
Carlos Campos, de 15 años, dice que patinó antes de saber caminar. La velocidad con la que se desplaza surcando el hielo refuerza su versión.
Él empezó en el hockey con apenas seis años y lo practicó hasta el 2011, cuando frenó en seco por una lesión que tuvo en otras circunstancias. “Yo era niño, y quería ser el chico rudo que hiciera deporte”, dice. No pudo quedarse retirado de las “canchas” y el hielo lo volvió a llamar. “Es que se siente mucha pasión”, agrega.
Carlos Campos ya no va solo a los entrenamientos, sino con su papá de 51 años y de mismo nombre. Es el de mayor edad dentro del grupo pero es también de los más novatos.
Entró a entrenar como parte de su recuperación tras una operación de cáncer. Empezó sin saber patinar y, aunque todavía le cuesta frenar a corta distancia, ya es defensa. “Mi hijo es como mi tutor, y el resto de compañeros me tiene mucha paciencia”, cuenta.
Actualmente hay cerca de 35 practicantes, entre ellos, una mujer. En los casi 20 años que tiene el grupo de existir, solo ha habido una caída que terminó en una fractura. Al ser una iniciativa recreativa, en esa pista no se permite el juego violento, tan asociado con el hockey profesional en otros lares.
De todas formas, por prevención lo que se recomienda utilizar para meterse a la pista empieza por los patines de hielo, el palo ( stick ), los guantes, el casco, las rodilleras y, por supuesto que haya un puck en juego.
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La pista fue cambiada en el 2013 por una pista con el doble de sus dimensiones. En el mismo espacio se practica el patinaje artístico. (Gesline Anrango)
Hacerse de un equipo personal para este “deporte diferente” requiere una inversión, sin embargo este programa de hockey ha recibido varios espaldarazos. Por ejemplo, a inicios de este año, Chris Maltese –seguidor estadounidense del deporte– se entusiasmó cuando supo que en Centroamérica había un equipo que jugaba sobre hielo, comenzó una recolección de fondos por la plataforma Indiegogo y, en solo cuatro días, recaudó $1.500. Aquello se tradujo en una donación que además incluyó palos y otras partes del equipo.
Dice Luis Orlando Ramírez que él dura entre 20 y 30 minutos colocándose todos los implementos.
Él se mandó a la fría pista cuando uno de sus hijos se atrevió a decirle que no iba a aguantar 20 minutos de ejercicio. El papá no lo pensó mucho y le demostró lo contrario, o más o menos, al principio con costos se sostenía de pie por media hora, pero ya aguanta bien las prácticas de dos horas.
El hielo de la pista se mantiene a -7° C, mientras que la temperatura afuera está entre 12° y 15°. Sin embargo, con todo el uniforme encima el frío ni se siente, dice este padre, quien junto con sus hijos Luis Diego (15) y Julián (13) se ha convertido en un fiebre que no falta a las prácticas que se dividen por grupos, según la edad.
Las caídas cada vez son más esporádicas, la imagen de un jugador desparramado por el suelo es menos recurrente, e incluso los jugadores ticos han viajado a países como México y Estados Unidos a juegos de exhibición. Donde sea, lo que quieren es sudar sobre el hielo.