—Dame un momento para cerrar la puerta.
Ángel Catalina se levanta, gira la manilla con delicadeza y se sienta en su escritorio de gerente deportivo del Saprissa.
Acto seguido, acomoda unos papeles a un lado de su computadora y se pasa una mano por su copete. Al soltarlo, su cabello negro queda peinado a la perfección, lo cual empata con su habitual camisa blanca que no deja ver ni una sola arruga.
Atrás de su escritorio, está en gigante la frase que distingue a esta institución deportiva: NO SE REPARTAN NADA, escrito en morado. La frase resuena tanto en Catalina que la ha escrito como su estado de WhatsApp, junto a un corazón morado y las banderas de Costa Rica y España, de donde es natal.
—Ya casi tiene un año de estar en el país, don Ángel...
—Sí, claro —responde de inmediato—. El 19 de mayo del 2021. Tengo la fecha muy clara.
Una semana después de su arribo al país, Catalina salió campeón con el equipo morado; cinco meses después, fue nombrado en la Comisión Técnica de la Federación Costarricense de Fútbol.
—Mucho ha pasado desde entonces, ¿no?
—Pues sí, mucho— dice Catalina, mientras sonríe como un niño que acaba de ver su queque de cumpleaños.
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Una visión particular
Ángel Catalina es firme en decir que una vida de fútbol puede convertir a alguien en una mejor persona. Lo dice desde su propia experiencia.
Además de gozar de la pelota en la cancha, el gerente español disfruta la lectura, muy en particular de las biografías de los grandes nombres del deporte. Las historias de vida de Sir Alex Ferguson, Arsene Wenger y otros fiebres de este oficio le fascinan.
“Creo que es una forma de aprender de alguien más”, dice con un dejo espiritual (no en un sentido religioso, ni mucho menos, sino que deja ver que es alguien que cada día quiere ser más empático).
“Por ejemplo, la biografía de Rafael Nadal escrita por su tío es una historia sobre cómo superarse ante adversidades. Creo que, para ser alguien en el deporte, hay que ser una buena persona”.
—Bueno, usted como gerente nunca se ha visto provocativo, de hecho. Siempre se ve una persona calmada…
—Pues no sé cómo me veo. Solo creo que a veces el deporte se asume desde otros ángulos y, para mí, se trata también de comportarse como un buen ser humano.
—Todos tenemos historias de cómo nos enamoramos del fútbol. Digamos, yo me fasciné gracias a Ronaldinho. ¿A usted cómo le sucedió?
—Es curioso que lo digas porque no tengo un recuerdo de algo concreto, pero desde que tengo uso de razón hay una pasión por el fútbol. Eso es algo curioso, porque en mi casa no había una tradición futbolera. Ni por mi mamá ni por mi papá. Ellos no vivían el deporte.
—¿Entonces cómo fue el flechazo de Cupido por el fútbol?
—¡Es que yo estaba obsesionado! —dice Catalina y suelta una gran risa—. Yo llegaba de la escuela a la casa, comía, hacía mi tarea lo más rápido que podía y salía a la calle a jugar. Yo era de esos niños a los que la mamá tenía que llamar porque no regresaba a casa. Yo podía quedarme hasta la madrugada peloteando. No sé si sigue siendo normal ese tipo de conductas ahora con todas las nuevas tecnologías, pero yo desde los 4 años empecé a tomarle el gusto.
“La presión siempre existe, pero eso no es excusa para no recordar que estamos tratando con seres humanos”
— Ángel Catalina

—¿Esas experiencias infantiles bastaron para que se decidiera dedicarse al fútbol?
—Del equipo del barrio te llaman de otro equipo. Así paso a paso. Era maravilloso; un privilegio que la gente te mirara jugar al fútbol. Ahora te lo digo con la perspectiva de los años, pero era un niño que solo quería divertirse. He conocido a muchas personas en ese camino que me han hecho mejor persona.
Ese buen rato se ha alargado. Hoy, a sus 46 años, Catalina sonríe cuando mira su vida por el retrovisor. Ese chiquillo que solo quería pasar un buen rato peloteando en Mairena del Aljarafe -su pueblo de origen-, pudo cumplir su sueño de dedicarse plenamente al fútbol.
Primero comenzó en el equipo del barrio, atrayendo la atención del “míster”. Sus dotes como mediocampista fueron evidentes desde pequeño, por lo que logró ser reclutado en las divisiones inferiores del Real Betis, a los 12 años.
“El sueño que uno tiene es siempre estar en los equipos grandes de la ciudad”, rememora Catalina.
“Y bueno, era Sevilla o el Betis”, puntaliza.
—¿Fue su primer equipo favorito?
—Sí, fue el equipo con el que logré identificarme con el fútbol.
—¿Y qué tan consciente estaba de lo que significaba llegar a un club de ese calibre?
—Pues son cosas que solo da la perspectiva de los años. Yo solo quería jugar fútbol. Luego supe que era algo mucho más grande de lo que creí.
Catalina llegó a debutar en la temporada 1994-1995 de la Segunda División B. Con el tiempo pasó a diferentes equipos como Los Palacios, Dos Hermanas, Melilla, Mallorca “B”, Castellón, Lleida, Los Barrios y Alcalá, club donde se retiró en el 2011.
En esos últimos años como jugador, su cabeza se abrió para pensar en el más allá de su carrera. ¿Qué pasaría después de que colgara los tacos? ¿Cómo es la vida después del fútbol?
Para Catalina solo había un camino: más fútbol.
—¿Y qué le decía su familia al verlo tan metido en el deporte?
—Siempre me apoyaron. Veían mi inspiración y mi aspiración por hacer las cosas bien. Me veían muy ilusionado y creo que notaban que me hacía bien en lo personal.
—¿Solo usted en su familia se dedicó al deporte?
—Pues sí. Tengo dos hermanos. Uno de 44 años y otro de 26. El menor se interesó por el baloncesto, pero no lo siguió más allá. Yo fui el que quedó obsesionado— dice, soltando otro poco de risas—. Y, desde entonces, me esfuerzo mucho por ser mejor cada día.
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Catalina inició sus estudios sobre deporte en la Universidad de Granada, donde obtuvo un diplomado en educación física en el 2006. Ese mismo año consiguió su licencia de entrenador, avalada por la Real Federación Española de Fútbol.
La aventura deportiva continuó al ser contratado como visor de la Unión Deportiva Almería, en el 2009. Dos años después se integró a su querido Betis como coordinador de la academia juvenil y, posteriormente, como visor del equipo profesional y secretario técnico. Posteriormente alcanzó la licencia de director deportivo en gestión de entidades deportivas, en el 2012, mientras que en el 2014 Catalina regresó a Almería para integrar la comisión deportiva del club.
En el 2019 ingresó a la Universidad Francisco de Vitoria para alcanzar la especialidad de dirección de equipos y, en simultáneo, entró a la Universidad de Valladolid para aprender sobre manejo de datos, lo que lo llevaría a puestos de coordinación deportiva en el Real Valladolid. Después, en plena pandemia, recibió una llamada desde Tibás: una suéter morada lo esperaba.
Vida en Costa Rica

Un día después de haber aterrizado en el país, Ángel Catalina se duchó por primera vez en el país sabiendo que, unas cuantas horas después, pasaría a ser el gerente deportivo del equipo más ganador de Costa Rica.
¿Presión? No necesariamente. Una premonición cumplida fue lo que sintió.
Había sido en el 2019 cuando Catalina vivió un déjà-vu. Estaba en una capacitación deportiva en España tomando apuntes y grabando audios, cuando el conferencista —un directivo del club Real Sociedad— volteó su mirada hacia él y le preguntó: ¿Cómo ves tu futuro?
Sin dudarlo, Catalina contestó: me veo como gerente fuera del país. Lo dijo de inmediato, como un guión ya ensayado; como si su cuerpo sabía que algo se gestaba.
Dos años después, la oficialización del sevillano en el Saprissa vendría a ser el cierre de aquel oráculo. “Tuve muchas muchas entrevistas con Saprissa. Fue un proceso muy riguroso en el que yo estaba dispuesto a ir por todo. Sentía que este era el lugar. Yo pasaba pensando y atrayendo el trabajo para que que esto se cumpliera”.
—Para usted ¿cómo fue esa transición de España a Costa Rica?
—Pues no te miento, desde el primer día me sentí bien. Por eso mismo que te digo, sentí que se cumplía lo que debía pasar.
—¿No fue difícil tomar la decisión de tomar ese viaje transatlántico?
—La decisión era algo que tenía en mente. Mi meta siempre fue desarrollar mi profesión fuera del país. Yo conocía a Saprissa, porque siempre es el club de referencia que suena más en Europa y me ilusioné.
—¿Usted se vino inmediatamente con su familia?
—Ellos llegaron más tarde. Llegaron en julio por el tema de que los niños terminaran el colegio y la escuela. Después se vinieron aquí conmigo.
—¿Cómo siente que fue el cambio para ellos?
—Una transición cómoda. Están felices. Tengo dos mellizos de 13 años y una niña de 5 que está muy contenta de estar aquí.

—¿Qué tan difícil fue mentalizar la mudanza?
—Es curioso, porque es esto de la ley de la atracción. Uno tiene eso en mente y se pudo concretar.
—¿Cómo era su vida antes de llegar al país?
—El día a día del club de fútbol no varía. Estar en el Betis, Valladolid, Almería... No varía. Hay que ver fútbol en video y en directo, hay reuniones con jugadores, hay análisis y estudios sobre el mercado. Hay que estar atento a la formación de jugadores. Es un trabajo continuo.
—¿Cómo es su vida fuera de la gerencia deportiva?
—Hago algo de deporte por la mañana. Me levanto a las 5:50 a. m. y realizo gimnasio. Es lo primero que hago y luego, el poco tiempo que me queda, lo dedico a la familia. También me gusta conectarme a hablar con viejos amigos. Mi otra pasión es la lectura.
—¿Ahora mismo qué está leyendo?
—Ahora mismo leo mucho de aprendizaje sobre mejora personal. Las personas me preocupan y yo trabajo con personas, así que me enfoco en cómo tratarlas, en cómo servir mejor desde mi puesto. Es algo que uno aprende leyendo desde la vida de Nelson Mandela hasta la de Diego Simeone.
—¿Cómo se relaciona eso con el fútbol?
—Yo creo que lo que hace grande a las personas son los valores, más allá del talento. El tío de Rafa Nadal habla de cómo todo se puede entrenar, incluyendo la mente. Y estamos hablando de uno de los deportistas más grandes. Su vida habla sobre la capacidad del sacrificio. Cualquier gran deportista pasa por momentos difíciles, al igual que los personajes más importantes de la historia. ¿Qué es lo que le permite que sean grandes y se superen? Los valores personales.
—¿Cree que cualquiera puede jugar al fútbol?
—Hay que tener condiciones para desarrollarse, pero aún teniendo las condiciones no se llega a ser un buen jugador si no hay una personalidad de fondo. Si no se desarrolla integralmente, no llegará a ningún lado. Un futbolista puede tener condiciones físicas, pero esto se trata de cuerpo y alma, tomarse la profesión en serio, tener valores para trabajar en grupo, en equipo.
—¿Eso es lo que padecen las promesas del deporte que nunca estallan?
—Yo creo que va relacionado con el aspecto mental, al grado de enfoque, al grado de claridad con lo que cada uno quiere en la vida. A veces se trata de realizar los sacrificios que requiere cada profesión. No vale solo con el talento.
Catalina se detiene. Mastica un poco sus palabras y se queda meditando.
—En su caso, ¿cuáles sacrificios ha tenido que asumir para llegar a cumplir sus metas?
Antes de responder, abre sus ojos. Lo toma por sorpresa la pregunta.
—Agradezco que digas eso— dice con pena, como si quisiera quitarse de encima cualquier elogio que lo haga ver como alguien presumido—. No miro hacia atrás sobre lo que he hecho e insisto, te agradezco, pero creo que al final lo más importante es tener pasión por lo que se hace. En mi caso ha sido de volcarse en cuerpo y alma, tener una autoexigencia grande, no pensar que uno tiene resuelto todo.
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—¿Cómo digiere usted todo ese proceso?
—Nunca pienso que lo he hecho todo lo suficientemente bien. Incluso, cuando se consigue un logro, está ese pensamiento de que se podía haber hecho mejor. Siempre hay por mejorar. Jugué muchos años y eso me quedó como lección.
—¿Qué sacrificio hubo en ese tiempo?
—Pues no solo me dedicaba a jugar. En los últimos años me puse a estudiar y saqué mi grado en educación física, luego hice mis cursos de entrenador y traté de seguir mejorando. Terminé mi carrera como futbolista pensando en que quería seguir en lo que me apasionaba.
De esa pasión, refiere Catalina, se trata de ser el mejor dentro y fuera del césped. Esos mismos libros que acumula en su casa y en su oficina en el estadio Ricardo Saprissa parece que le susurran al oído las respuestas que busca en el día a día de su oficio.
Por ejemplo, en su llegada al país, el acérrimo rival de Saprissa -la Liga Deportiva Alajuelense-, tenía en las filas de la gerencia deportiva también a un español: Agustín Lleida.
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Inevitablemente, aficionados y prensa deportiva incrustaron a Catalina en comparativas y marcas a presión sobre qué hacía o no hacía uno en relación con el otro, un tema que se reavivó cuando en octubre pasado se conformó la Comisión Técnica para supervisar el trabajo de la Selección Nacional de Fútbol.
Catalina, junto a otros dos gerentes de clubes del país, aceptó el rol dentro de la comisión. A los días se supo que a Lleida también se le ofreció ser parte del colectivo pero rechazó la oferta, lo cual generó un polvorín de comentarios de por qué alguien recién llegado al país podía aspirar al puesto. Catalina, con elegancia, expresó que vio la opción como una responsabilidad de devolverle al país el cariño que le ha dado en este tiempo.
—Todas esas inevitables comparaciones con la acera del frente, al saber que también hay un gerente español, ¿cómo fueron para usted?
—Pues yo no miro—, responde contundentemente, sin vacilar.
—Yo me miro hacia adentro y lo que encuentro en mí es la perspectiva que tengo para mejorar en el día a día—, agrega sin más.
—¿Y esa presión?
—La presión siempre está porque a Saprissa le tiene que ir bien. Ese es el aporte que debo dar, es mi enfoque. No puedo mirar hacia el otro lado. La presión la lleva uno intrínseca.
—¿Qué opina usted sobre la rivalidad en el fútbol?
—Para mí está dentro de la cancha. Yo creo que afuera del césped debe prevalecer el respeto. Debemos ser ejemplo fuera de la cancha. Somos seres humanos y aunque nos apasione esto, hay que tener perspectiva. Es un oficio en el que tratamos con personas a diario y no podemos olvidar eso.
—Lastimosamente no ha sido la regla para muchos gerentes, pues el puesto muchas veces ha sido utilizado para levantar polémica...
—No sé si ha sido así. Yo intento mirarme para mejorar yo. No miro hacia afuera. Me gusta respetar. Entiendo que quienes estamos en el fútbol, sean periodistas, árbitros, jugadores y organismos oficiales, deben lidiar con muchas cosas, pero al final del día somos compañeros en algo que nos gusta.
—Tras tanto tiempo en esto, ¿qué es lo más emocionante de vivir del fútbol?
—Yo creo que lo que más me llena es poder hacer lo que a uno le gusta. Estoy consciente que es un privilegio, porque es lo que quise hacer desde pequeño. Que se convierta en un trabajo...Uffff. Es casi como de no llamar trabajo porque se hace con mucho gusto y, la verdad, es que todas las horas que se le dedican son pocas.