
Es un tipo raro, como se lo dije al final de una reveladora, reflexiva, honesta y hasta divertida entrevista. Es difícil de leer porque la imagen que ha proyectado en sus más de tres años al frente de la gerencia de todos los equipos de Liga Deportiva Alajuelense es la de un personaje serio, no altivo pero sí infranqueable.
Lo cierto es que, ya en confianza —eso sí, tampoco le da la prerrogativa de entrar en su vida a cualquiera así no más— Agustín Lleida, el español que se afincó en Alajuela para dirigir la parte administrativa de uno de los equipos más importantes del país no calcula ni por un segundo sus respuestas.
Se nota que una de sus principales cualidades es la consecuencia, aunada a la disciplina, esa que lo llevó a cursar, entre los 20 y los 26 años, cuatro maestrías y lograr otros tantos atestados académicos que ya citaremos.
Lleida integra el grupo de personajes noticiosos del 2021 que tradicionalmente selecciona La Nación a fin de año, por su protagonismo en diferentes decisiones, tanto deportivas como administrativas, desde que llegó a las huestes manudas.
La salida de Andrés Carevic; la llegada de Celso Borges y de Pipo González; la tan ansiada 30; las continuas menciones al empresario y vicepresidente manudo Joseph Joseph; la sonada inauguración del hotel del Centro de Alto Rendimiento de Alajuelense (CAR); la reciente contratación del nuevo director técnico, Albert Rudé, y en general, su protagonismo al ir levantando al club tanto financiera como deportivamente.
Agustín es sumamente disciplinado pero sin forzarlo, pues esa característica parece venir comandando buena parte de las moléculas de su ADN, también es desprolijo en otras áreas de su vida: tiene en su clóset sus prendas estrictamente ordenadas y listas para usar, pero él ni sabe qué marcas usa, simplemente no le interesa. La elegancia en el vestir no es tema que le preocupe; su esposa Naomi es la que lo asesora al elegir sus prendas y él, fascinado.
De hecho, a pesar de que su mundo se circunscribe a fútbol y familia y familia y fútbol, parecía un adolescente cuando el fotoperiodista y yo arribamos a las instalaciones del Centro de Alto Rendimiento (CAR) de la Liga, en Turrúcares de Alajuela, y no bien llegamos nos mostró las cuatro mudadas, muy bonitas, para que eligiéramos con qué saldría en las fotos.
—¿Diay, pero usted no era que quería salir con la camiseta sport de la Liga?
— No, no, como ustedes digan. Mi esposa me sugirió elegir entre estas (todas con el emblema de la Liga) pero es que con la camiseta deportiva del equipo salgo siempre, pero no es un tema, ¡cómo ustedes digan!
Efectivamente le habíamos dicho de previo que llevara dos mudadas adicionales y Agustín llevó cuatro. Ese rasgo de personalidad da un indicio de la filosofía con la que vive, o intenta vivir: Agustín Lleida no deja nada al azar.
Antes de salir del Grupo Pachuca, proyecto futbolístico mexicano al que renunció para venirse a Costa Rica, le obsequiaron, a manera de homenaje, un Rolex grabado con su nombre: al día de hoy, el reloj no ha sido estrenado, se encuentra en su caja, en la casa de sus padres, en España, y nunca se lo puso. “No sé por qué, lo agradecí mucho pero no me gasto ni medio minuto pensando en lucirme con ese tipo de cosas”, dice sonriendo.
Su esposa Naomi y madre de sus dos hijos, Thiago, de 6, y Alía, de 3, es quien se encarga de asesorarlo en el vestir y bueno, topó con buena percha porque a sus 36 años Agustín se destaca por una elegancia natural aunque no le da mucha mente al tema, así como a otro tipo de vanidades como su colonia favorita. “No sé, ahí tengo pero no uso”, dice mientras se encoge de hombros, urgido, eso sí, de seguir hablando de fútbol.
En serio, es un tipo raro. Desde chiquillo. Por ejemplo, su familia se ha dedicado desde siempre al negocio de la hostelería y gastronomía en su ciudad natal, Aragón —al norte de España, a hora y media de Barcelona y a hora y cuarto de la frontera con Francia, ‘pegao’ arriba a los Pirineos— pero a él desde que tiene uso de razón se le incrustó el fútbol en las venas y, paralelo a sus estudios de primaria y secundaria, desde los cinco años se vinculó con equipos de ligas menores y fue avanzando en su puesto de defensa central.
Tuvo el apoyo de toda su familia, que a la fecha no sabe de dónde heredó Agustín esa fascinación por el fútbol. Igual lo apoyaron desde “chaval” pero cuando llegó a sus 20, él decidió dar un paso al costado en lo que a la práctica propia del fútbol concernía. A esas alturas sabía que sus destrezas en la cancha no alcanzaban para convertirse en el futbolista clase A con que siempre soñó, pero se percató de su destreza para detectar y dirigir talentos. Entonces decidió formarse académicamente en una maratónica que le confirió varios títulos.
Siguió los designios de su corazón, como lo ha hecho desde siempre, y aunque tenía que moverse semanalmente entre Barcelona, Madrid y Zaragoza, aprovechó el impulso de sus años de mocedad y se fajó para lograr títulos que iban mucho más allá de lo que decían los certificados de graduación: Agustín se mimetizó con la formación futbolística gerencial y se enamoró de la idea de estructurar el fútbol a partir de las ligas menores, como lo ha venido haciendo en Costa Rica con una cuidadosa visoria a los equipos masculino y femenino Sub-15, Sub-17, Sub 20, y claro, los representativos mayores de Liga Deportiva Alajuelense.
La historia de vida de este español nacido al norte Barcelona está teñida por la disciplina, el estudio imparable, las prioridades familiares, su abstinencia del licor —con costos una copa de vino una vez perdida, en una boda o algo así—, su rutina implacable todos los días ya a las 5:30 a.m. haciendo ejercicio de fuerza en el CAR, y su costumbre de llegar a tiempo a cenar con su esposa y sus hijos y ojo, que en este talante está lidiando con un “problemita” desde hace unos meses.
Resulta que Thiago, a sus seis años, es 100 veces más futbolero que su papá, se sabe todas las estadísticas de los equipos nacionales e internacionales, y lleva tiempo insistiéndole a Agustín, tras exponerle una serie de razones bien argumentadas, porqué todo en la Liga se resolvería si contrata a Kendall Waston.
“Papi, ¿qué estás esperando? Hay que comprar a Waston, necesitamos su fuerza en el equipo”. Y al día siguiente, Thiago arremete de nuevo: “¿Papá, qué pasó con lo de Waston?”, cuenta Agustín en medio de risas y la evidente ternura y orgullo que le provoca ver a su primogénito inmerso en el mundo del balompié.
De alguna manera, se trata de una analogía directa con el Agustín que a los cinco años, sin que nadie supiera por qué, se desmarcó del quehacer familiar y se vinculó al fútbol desde entonces y, posiblemente, para siempre.
Pero bueno, si desea degustar esta entrevista con mayor profundidad, encuéntrela en su versión completa en Nacion.com. Por lo pronto, esta es una seguidilla de preguntas y respuestas a quemarropa con Agustín Lleida, el español que vino a revolucionarlo todo en Liga Deportiva Alajuelense.
— ¿Qué referencias tenía de Costa Rica, sí es que las tenía, antes de venirse a vivir y trabajar acá, cuatro años atrás?
--Futbolísticas, primero, porque yo en el 2011 ya vivía en México (trabajaba con el Pachuca) y viví la eliminatoria de Brasil donde se enfrentaba Costa Rica frente a México, también de algún equipo costarricense que había jugado en CONCACAF contra equipos mexicanos y bueno tenía una detallada referencia de los jugadores costarricenses porque era parte de mi trabajo. Y básicamente sabía lo que se conoce en el exterior, lo bueno del país a nivel de naturaleza, playas, turismo.
— Se involucró como jugador activo entre los 5 y los 20 años en el fútbol federado de Barcelona, como defensor central derecho. ¿Qué le hizo dar el viraje a los 20, hacia la parte administrativa?
— Fue una cuestión de capacidad futbolística. Con el paso de los años entendí que no tenía ninguna posibilidad de dedicarme al fútbol al nivel profesional con el que soñaba desde pequeño, fui consciente a tiempo de que no tenía las cualidades, pero ya entonces me percaté de que había otros caminos para dedicarme a este deporte que tanto me gustaba.
— Tan joven, apenas con 20, y decidió trazarse una nueva hoja de ruta, renunciando al sueño de miles: convertirse en estrella en la cancha...
— Mi papá y en general mi familia siempre nos apoyó en lo que quisiéramos hacer, pero siempre insistió en que lo hiciéramos lo mejor posible. A los 20 me decidí a estudiar ciencias de la actividad física, me tuve que ir de la zona donde vivían mis padres, primero a Zaragoza, luego a Barcelona. Obtuve la licenciatura en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte durante cuatro años pero paralelamente hice todos los cursos de entrenador de la UEFA, que me facultaban para entrenar a todos los niveles; realicé el curso de Director Deportivo para la Federación Española de Fútbol, hice cuatro maestrías orientadas al alto rendimiento, una en Murcia, otra en Madrid y dos en Barcelona... (se ríe al evocar aquel corre-corre permanente): de lunes a jueves estudiaba en Barcelona, los viernes iba a Madrid y luego el fin de semana tenía que ir a Zaragoza porque estaba llevando el curso de entrenador... fueron cinco o seis años de mucha intensidad académica. Luego pasé a trabajar a una empresa que se llamaba Soccer Service, de las muchas que se crearon después de que España ganara el Mundial de Sudáfrica 2010 y tras dos o tres años en esa empresa conocí a un mexicano mientras estaba trabajando en los campus de fútbol del Liverpool de Inglaterra y fue quien me contactó, ya yo con 26 años, para irme a trabajar en el Proyecto Pachuca de México....
— ¿Fue un tema mayor venirse a trabajar a América? De momento, por lo que cuenta, no tenía en la retina “cruzar el charco” para venirse a trabajar por estos lares...
— No, no lo tenía y menos a México. Mi proyecto era quedarme en España, estaba “encenegao” con eso, pero luego vi una gran oportunidad de aplicar todos mis conocimientos y el Proyecto Pachuca resultó siendo tremenda experiencia.
— Si no tenía en la retina a México, mucho menos a Costa Rica...
— No, pero las cosas se van dando. En el 2016 o 2017, no recuerdo bien, me contrataron para venir a dar unas asesorías, ya yo tenía experiencia con todo el plan integral de Pachuca y cuando se me realizó la propuesta de hacer algo parecido en el país, sentí que era el caldo de cultivo correcto para lo que yo quería hacer, marcar una diferencia pero asumiendo globalmente las ligas competitivas del club y, a la vez, lograr la formación de talentos infantiles a lo largo de todo el país, que es lo que estamos haciendo ya con 100 niños talentosos, muchos de bajos recursos, que están a beca completa viviendo, estudiando y entrenando en el CAR, en el edificio de dormitorios construido y destinado a eso, a ofrecer oportunidades a talentos que nunca se habrían descubierto porque no había una fórmula. Alajuelense ahora tiene visores que detectan esos talentos y que en muchos casos son niños de escasos recursos que jamás habrían tenido esa oportunidad.

— Si bien Lleida no es el entrenador de ninguno de los equipos, es el último responsable de las contrataciones, tanto de técnicos como de jugadores. ¿Cuánta carga emocional genera eso?
— Hay que aprender a convivir con esto, para eso somos profesionales. Pero claro que es difícil. Es uno de los temas más difíciles en mi vida, tratar de acertar y de no equivocarme, no solo por los intereses del equipo, si no por la persona a la que vamos a dejar continuar o a la que tenemos que decirle que no vamos a contar más con sus servicios.
“Estadísticamente está demostrado que un director deportivo, de 10 jugadores que ficha, acierta un promedio de cinco o seis y en los otros cuatro se equivoca. Siempre hay un margen de error, y ese es uno de mis mayores dolores de cabeza, porque uno siempre tiene la duda de si incurrió en la elección correcta y eso me quita el sueño, literalmente. A menudo cuando me despierto en las mañanas me doy cuenta de que pasé buena parte de la noche pensando en qué jugador hay que renovar y en cual hay que dejar libre; me cuesta muchísimo hacer una separación entre la vida personal y la laboral por el motivo de que no asumo el poder equivocarme, como es la normalidad en lo que trabajo.
Lo cierto es que sufro más los malos momentos que lo que disfruto los buenos, porque cuando hay un momento bueno lo veo como la normalidad y relax y calma, felicidad y todo eso pero no tiene el nivel que sí alcanza un mal momento: el mal momento sí me lo llevo encima, me pongo a culpar, a recriminar una cosa y me cuesta mucho más salir de ahí que de los buenos momentos, esos los vivo con mucha más naturalidad pero duran muy poco.
-- ¿Usted siente que la presión con la Liga es más intensa por parte del aficionado, o solo es diferente a la que están sometidos, por ejemplo, Saprissa o Heredia?
-- Sí, Óscar Ramírez decía que un campeonato con la Liga vale por cinco y yo creo que ese comentario, que me ha llegado muchas veces, tiene que ver con ese medio que tiene alrededor la Liga.
— Ese equilibrio incluye que no es un bocón polémico pero tampoco se deja... Por poner un ejemplo, hace unos meses cuando Jafet (Soto) dijo que usted era un vende-espejos, por ahí le contestó...
— (Se ríe) Es que yo he estado en varias polémicas en los tres años que llevo acá pero creo que son polémicas que van con el puesto, no con la persona. Creo que cualquiera que sea director deportivo de la Liga va a estar involucrado en polémicas porque hay mucha parte mediática alrededor de las cosas que pasan el día a día en el club y en en relación al país entonces, en un momento u otro, quieras o no vas a ser involucrado en un pequeño conflicto. Pero sí, polémico no soy; yo solo me consumo en el trabajo, no tengo tiempo para para más que mi trabajo y mi familia”.

— Aunque su gestión está en pleno apogeo, hablando a futuro: ¿cuál sería el legado que quisiera dejar Agustín Lleida a Liga Deportiva Alajuelense?
— Un modelo de club como el que estamos construyendo entre todos, en el que cada vez la gente va entendiendo más o va conociendo más que es un club donde se trabaja de una manera profesional, donde el jugador culturalmente entienda que su profesión es llegar a las 6 de la mañana al club e irse a las dos de la tarde, no es venir una hora y media a jugar bola, si no que profesionalmente tenemos que cuidar nuestra alimentación, nuestro trabajo de fuerza, nuestra prevención de lesiones. La manera de pensar del jugador de hoy no tiene nada que ver con el jugador de hace tres años aquí a lo interno, porque le dan un lugar mucho más importante a su profesión dentro de su vida.
“Y eso lo están viendo los jugadores actuales pero va a permear mucho más a los jugadores que tenemos viviendo dentro del CAR, donde tenemos espacio para 100 niños que vienen de todo el país. Ese es el legado que me gustaría dejar y que estamos construyendo: que en el momento dado la Liga pudiera ser 100 % formado en sus ligas menores, con todos sus jugadores salidos del CAR”.
Hacia el final de las dos o tres o cuatro horas de entrevista-tertulia en la que terminó nuestro encuentro, Agustín contó que la única ocasión en la que ha llorado sin consuelo fue tras la final del 2019 que perdieron contra el Club Sport Herediano; reconoce que no se le ha pegado decir ‘mae’ o ‘diay’, pero sí otras palabrejas costarricenses que prefiere no repetir (risas) y cerró la plática con una hermosa imagen.
También, claro, tuvo un minicapítulo aparte cuando se le menciona al empresario Joseph Joseph, propietario de la cadena Pequeño Mundo, cuyo apoyo económico y en general para con el gran proyecto del CAR y de LDA fue tema noticioso meses atrás.
— De Joseph lo que te puedo decir es que es una persona que es 100 % liguista, que él veía que la Liga podía hacer mejor las cosas y que había niños en México, Estados Unidos, Alemania, España, Francia, que tenían muchas más probabilidades que los niños de Costa Rica para formarse y desarrollarse si querían ser futbolistas. Entonces él tiene esa visión de decir ‘Podemos copiar modelos de otros países que tenían muchas más posibilidades que los niños de Costa Rica para formarse y desarrollarse si querían ser futbolistas’, entonces él peleó porque los niños de Costa Rica de bajos recursos tuvieran las posibilidades de formarse como los niños de otros países y luchó para que ese modelo que hoy conocemos (el CAR) se materializara, yo no veo en qué punto de ese proceso hay algo malo. Él (Joseph) es como un segundo papá para mí, fue él quien me contactó en México a través de un amigo en común, Ennio Cubillo. Las críticas existen pero nosotros vamos por ese camino y no vamos a desviarnos, obviamente Joseph ha sido la persona más importante en todo este proyecto”.
Sobre otros aspectos felices de su vida, habló por ejemplo de sus familia y de la afición tica.
“Poco salgo, poco salimos, por el tema de la pandemia y porque me encanta llegar a disfrutar a mis niños, hablar horas con ellos y a la final, leerles cuentos hasta que los tres nos quedamos dormidos. Pero si hay algo que me llena es ver lo linda que es la gente en Costa Rica, eso lo verás difícilmente en otras latitudes. Con lo poco que salgo, igual cuando lo hago hay gente que con respeto y cariño me dice ‘¡Ey Agustín, soy morado pero los felicito por lo que están haciendo!’ o bien ‘¡No soy liguista, pero mis respetos!’”.
Terminamos la entrevista pero no podía faltar la pregunta vital: “¿Va a pasar Alajuelense a la gran final?”. Sin pensarlo ni un segundo, asegura: “El año antepasado, tras 28 invictos, al final hicimos mal todo lo que teníamos que hacer. Siento que este año es diferente. Tenemos rivales fuertes, de respeto. Vamos con todo, lógicamente. Pero en el medio estamos formando generaciones que irán aún más ‘con todo’, por la formación integral que les dan en el CAR”.
Más claro, ni el agua.
