Belo Horizonte, Brasil. Ver un juego de la Selección de Brasil entre brasileños en este Mundial no es cualquier cosa. Hay que estar preparado para todo. Belo Horizonte lo dejó bien claro.
Ayer, el Fan Fest de dicha sede estuvo a punto de reventar, tanto que a mitad del duelo de la Verdeamarela ante Camerún ya no dejaban entrar más gente.
Dentro del edificio Expominas había unas 3.000 personas en un trance nacionalista, formando un gran océano de camisetas amarillas tirando cerveza por el aire.
Primero, lo del himno fue igual que como lo cantan en el estadio: un coro abrumador capaz de quebrar al más fuerte de espíritu. Entendible por qué llora Neymar.
Segundo, los goles, que fueron muchos, tuvieron una reacción similar. Todos fueron seguidos del popular “eu sou brasileiro, com muito orgulho, com muito amor...”. No hay duda de que en este país el fútbol es todo, para hombres, mujeres; niños, adolescentes, adultos.
Distinto. Sin embargo, se debe reconocer que este Fan Fest es totalmente distinto a los que se levantaron en Fortaleza y Recife, las otras dos sedes adonde ya jugó Costa Rica. Es quizás menos “amigable” al turista extranjero; es decir, es más para el residente.
Aunque debe ser porque justamente ese es el reflejo de las tres localidades: dos con playa y una céntrica repleta de edificios. No demasiados planearán sus vacaciones para ver lo último.
Así, se explica que en los de Fortaleza y Recife el foco es más recreativo, con juegos graciosos promovidos por patrocinadores.
En cambio, el de Belo Horizonte es un toldo de las fiestas de Palmares y de los más grandes.