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Suhander Zúñiga junto a sus dos hijas, Tiana y Ahinara, además de su esposa, Astrid. Ellas son el motor del lateral de la Selección Nacional. Fotografía: Cortesía
“Lleva la bola Suhander Zúñiga, tira con la Selección de Costa Rica y todo el mundo le aplaude”. Esa es una narración del propio Suhander Zúñiga hace 20 años, cuando en su niñez jugaba a ser futbolista, en La Fortuna de San Carlos. El dinero no abundaba y en ocasiones solo había el pan del día para comer, pero nunca faltó ilusión ni esfuerzo, con su madre entregada por completo a sacarlos a él y sus tres hermanos adelante, como cocinera.
Una pelota rota por todo lado era la fiel acompañante del niño, quien le pedía a su madre unos minutos para hacerle unos ‘tiritos’ mientras ella lavaba.
En aquel momento, la vida no sonreía como hoy; no obstante, él pese a los obstáculos no se rindió y se entregó por completo a su anhelo de ser futbolista, al punto que desde los 12 años comprendió que viviría solo si elegía el camino de deportista.
Suhander Zúñiga fue de las pocas sorpresas positivas de la Selección Nacional en el partido ante Martinica y lo hizo bien contra Panamá. El zurdo se apropió con categoría de la lateral izquierda y fue tan determinante que aportó dos asistencias ante los isleños.
Desde los 12 años el extremo tico forjó un carácter que hoy lo tiene en la lucha por un cupo al proceso 2026, en un puesto que ha sido un dolor de cabeza para el fútbol nacional: la lateral izquierda.
Suhander comenzó su carrera deportiva en San Carlos, específicamente con el equipo El Tanque, el cual es de La Fortuna. En un amistoso, con 10 años, él y dos compañeros más fueron vistos por técnicos del Complejo Wílmer López, quienes decidieron apostar por ellos sin importar la circunstancias futuras.
Édgar Artavia, presidente de Carmelita y mandamás de la academia, explicó que se hizo un trabajo de adaptación con los tres; no obstante, el que consiguió siempre mentalizarse en lo que representaba venir a Alajuela fue Zúñiga.
“Venía Juan Daniel Reyes, John Lara y Suhander Zúñiga, porque ellos movían al equipo de El Tanque, y al final quisimos apostar por los tres, se les ayudó mucho. Dos llegaron a la Primera División, Lara y Zúñiga”, recordó Artavia.
Según contó el dirigente, en aquel momentos ellos apostaron por una negociación en la que se convirtieron en proveedores de balones, uniformes y algunos rubros económicos para así conseguir que los tres futbolistas vinieran al complejo.
“Con ellos se hizo todo un proceso, en principio un año se venían los viernes y entrenaban, dormían en los camerinos, jugábamos los domingos y se iban. Llegó la casa club y se venían más días”, afirmó.
Ana Cordero, mamá del deportista, explicó que desde el inicio la aventura no fue fácil. De hecho, dormir en un camerino con 12 años no fue la principal dificultad que enfrentaron, porque siendo más niño le tocó salir de su casa a las 2 a. m. para llegar a su entrenamiento en Ciudad Quesada y luego regresar a su hogar hasta las 2 p. m.
“Cuando tenía como 10 años él me dijo que no quería viajar a Ciudad Quesada y estaba muy cansado. Ahí fue cuando apareció la escuela de El Tanque, estando ahí consiguió desarrollarse de buena manera y se mantuvo en campeonatos de mejengueros”, contó.
Desde ese nivel amateur él logró marcar diferencia al punto que se cansó de acumular distinciones individuales: mejor penalero, mejor goleador, mejor jugador y mejor asistidor, entre otros premios.
Por esto fue que los carmelos pusieron sus ojos en él y apostaron al darle todas las condiciones.
“Suhander fue como un hijo para Paleta (Édgar Artavia), él le conseguía lo que necesitaba, también hizo una gran amistad con el señor de la soda del complejo Wílmer López y él lo dejaba comer siempre”, externó Cordero.
A los 13 años llegó el momento más complejo para el futbolista y su familia, cuando él tomó la decisión de trasladarse por completo a vivir a Alajuela.
“Se iba a retirar, no quería continuar, porque estaba de verdad cansado de viajar. En eso Carmelita le ofreció la casa club y yo le dije: ‘Suhander yo lo apoyo en lo que decida’, pero le fui clara que solo era un esfuerzo más, que pensara en todo lo que él había dado”, reveló.
Al final, Zúñiga se convirtió en uno de los jóvenes a seguir del balompié nacional y también de los que causó más interés en equipos grandes, al punto que ya militó en Saprissa, Herediano y Alajuelense.
“Tiene mucho potencial, pero le faltó más ambición en el pasado y creo que ya la está sacando. En Saprissa maduró mucho, y ahí va su proceso. El potencial no está explotado todavía. Él era de volante ofensivo, pero vea como ha crecido que ya es un lateral completo”, finalizó Edgar Artavia.
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El hoy jugador de Alajuelense tiene en su hogar a su esposa, Astrid Baltodano, su madre Ana y sus hijas: Tiana de cinco años y Ahinara de seis meses.
“Yo solo le puedo decir que Suhander es un ángel, él ve por mí con sus hermanos y no me falta nada. Yo solo siento un orgullo tremendo de imaginarlo hace 20 años diciendo lo que está pasando hoy”, concluyó la madre del jugador.