Tender la cama antes de las 7:30 a.m., cumplir a rajatabla las horas de comidas y tener poco contacto físico con las personas que lo visitan, forman parte de las reglas que debe seguir Eduardo Li en la cárcel donde permanece detenido en Estados Unidos.
Recluido desde el 18 de diciembre pasado, en el Centro de Detención Metropolitano, en Brooklyn, Nueva York, Li no tiene un trato distinto a las 1.724 personas que están presas ahí.
Para las autoridades del centro, el costarricense es identificado con el código 87950-053 con las siguientes características: hombre de 57 años de edad, de raza asiática y con fecha de liberación indefinida.
Según información enviada a La Nación por parte de la Oficina Federal de Prisiones de EE. UU., el exdirigente nacional comparte habitación con otro recluso.
Ambos deben velar por la limpieza de su celda, la cama debe estar tendida antes de las 7:30 a. m. A esa hora oficiales pasan a inspeccionar que todo esté en orden. De lo contrario se tomará como una falta disciplinaria, de la que no se precisa la sanción.
El tico no puede irrespetar los horarios de las tres comidas, de lo contrario, se quedará sin ingerir alimentos. El desayuno a las 6 a. m., el almuerzo a las 11 a. m. y la cena después de las 4 p. m., después de que los oficiales realizan un conteo general de los reclusos.
A las celdas tiene prohibido ingresar con comida, de modo que todos los alimentos debe tomarlos solo en el área destinada para tal fin.
Por su condición de diabético tiene derecho a solicitar un menú especial.
Al igual que todos los presos, debe conservar el orden en áreas comunes como zonas de recreo, duchas y una zona adecuada para ver televisión.
Afuera de la celda Li dispone de un buzón para depositar y recibir cartas. El papel, sobres y el lapicero le son proporcionados solo por el Centro de Detención Metropolitano y no los puede obtener de fuentes externas.
Tiene derecho a intercambiar correspondencia con otro recluso pero necesita una autorización. También puede recibir libros y revistas pero no publicaciones sexualmente explícitas.
No se le permite recibir por correo una fotografía personal en el que la persona está desnuda o parcialmente desnuda, o cuando la foto representa actos sexualmente sugerentes.
Debido a la normativa contra incendios, seguridad y saneamiento del lugar, en su celda Li no puede preservar más de cinco libros, tres revistas y un diario; no puede guardar objetos debajo del colchón. Cada aposento cuenta con un armario que debe mantener ordenado siempre.
En cada unidad hay un teléfono que puede utilizar un máximo de 15 minutos por llamada y gastar 300 minutos al mes. Las conversaciones son grabadas y supervisadas por responsables del lugar.
Para llamar, el exfederativo posee un código que no debe transferirlo a nadie, de lo contrario le quitarán ese privilegio.
Sobre la vestimenta, es obligación que porte el uniforme que le proporciona el centro, que consiste en una camiseta y pantalón de color verde claro.
Desde que ingresó a dicha cárcel, entre los objetos que le otorgaron están una cobija, una almohada, dos toallas de mano, dos toallas grandes y dos paños que no pueden ser utilizados como tapetes.
Las visitas. Recibir visitas de su familia está permitido de lunes a domingo. Desde el primer día, Li necesitó levantar una lista con los nombres de las personas autorizadas a verlo.Sin embargo, hay una serie de limitantes, la principal, que cada encuentro debe estar limitado a un breve abrazo y beso al comienzo y al final de la visita.
Más allá de este punto, está restringido el contacto físico y es motivo para dar por concluida la reunión si los oficiales así lo determinan.
Quienes llegan a verlo deben cumplir con reglas en torno a la vestimenta: no pueden llevar ropa deportiva, abrigos, gorras o sombreros, tampoco prendas sugestivas ni provocativas, pantalones cortos, camisetas sin mangas y, en el caso de las mujeres, mallas tipo leggins.
Tampoco deben usar ropa de color caqui ni tipo militar verde debido a que los funcionarios del sitio usan uniformes con estos tonos.
El costarricense cumple este viernes 240 días de estar recluido (pasó 204 en la prisión de Winterthur, en Suiza), al estar involucrado en el escándalo de FIFA por exigir sobornos por más de $600.000 (¢324 millones) entre el 2007 y 2015, a cambio de los derechos de transmisión de los partidos de la Sele en casa por la eliminatoria a Catar 2022.
Él está a la espera de una nueva audiencia fijada para el 16 de marzo, al mediodía, en la Corte del Distrito Este de Nueva York. Ahí rendirá cuentas sobre los 19 cargos que pesan sobre él y de los que ya se declaró no culpable en diciembre anterior.
Otros 13 dirigentes de Concacaf están acusados por soborno, lavado de dinero y crimen organizado, entre ellos, Jack Warner y Jeffrey Web, expresidentes de la Confederación, quienes están libres bajo fianza.