John Terry tiene malos antecedentes.
El defensor central del Chelsea perdió la capitanía de Inglaterra antes del Mundial de Sudáfrica 2010 por un amorío con la expareja de un compañero de selección. También supo insultar, borracho, a turistas estadounidenses al día siguiente de los ataques del 11 de septiembre. Lo han echado de locales nocturnos y se involucró en otros escándalos menores, hechos a medida para los tabloides británicos.
Sin embargo, Terry tiene una ventaja: juega en la selección inglesa. De hecho, es uno de sus futbolistas más confiables y, hasta hace unos días, era su capitán.
Esto, según muestran los sucesos de la última semana, tiene que haber influido en que el zaguero de 31 años recibiera un tratamiento muy distinto que el que las autoridades futbolísticas inglesas le dieron a Luis Suárez.
El delantero uruguayo del Liverpool, como es sabido, volvió a jugar el lunes tras una suspensión de ocho partidos por usar insultos racistas contra un rival. También pagó 40.000 libras (62.200 dólares) de multa.
Terry está acusado de un incidente similar y que ocurrió casi al mismo tiempo. Sin embargo, mientras Suárez ya fue investigado, juzgado y sancionado por la Asociación de Futbol (FA) inglesa, el caso del inglés se decidirá recién a partir de julio.
Aunque la FA no tomó la decisión, el resultado le es muy conveniente: para entonces, el futbol local estará en pleno receso e Inglaterra ya habrá regresado de la Eurocopa 2012 en Polonia y Ucrania. Terry no será el capitán, por decisión de la propia FA y contra la voluntad del entrenador Fabio Capello, pero sí podrá jugar y aportar en la zaga su talento y su sangre fría a prueba de escándalos.
La decisión de demorar hasta julio un fallo sobre un incidente de octubre perteneció a un juez criminal, ya que Terry fue denunciado y acusado ante la justicia ordinaria. Pero le vino como anillo al dedo a la FA para demorar su propia acción disciplinaria, ya que estaría prejuzgando a Terry si emitiera un veredicto de culpabilidad o inocencia.
Pero el juez Howard Riddle demoró el proceso porque Chelsea y Queens Park Rangers _club de la presunta víctima, el defensor Anton Ferdinand_ se lo pidieron. El argumento, aunque pueda sonar increíble, es que los jugadores tienen partidos importantes en esta parte de la temporada y por eso no podían distraerse para ir a la corte.
Suárez se debe estar preguntando por qué sus partidos son menos importantes que los de Terry y Ferdinand.
Como remarcó el escritor y columnista Mark Perryman en el diario The Guardian, la FA sin duda podría haber convencido a sus clubes miembro de no hacer pedidos estrafalarios al juez para avanzar con el proceso rápidamente y limpiar la reputación de Terry o sancionarlo con la misma dureza que le tocó a un jugador que no milita en la selección inglesa.
La única explicación posible es que la FA teme que, si Terry hubiera sido declarado culpable, Inglaterra hubiera sido capitaneada en la Eurocopa por un racista comprobado, escribió Perryman.
La selección de los Tres Leones es, justamente, el equipo de la FA y la demora le permite a ésta disfrutar del mejor escenario posible: Terry puede jugar el torneo continental y luego, si es declarado culpable, lo podrá sancionar con dureza sin perjudicarse a sí misma.
Hace menos de dos meses, la FA usó a Suárez de modelo para demostrar que, supuestamente, no tolerará ninguna actitud racista.
La conducta del señor Suárez ha dañado la imagen del fútbol inglés en el mundo, dado que ocurrió durante el curso de uno de los partidos más famosos en el fútbol inglés (Liverpool-Manchester United), observado por un enorme número de personas en todo el mundo, dijo el informe de 115 páginas que derivó en la sanción.
Cuánta razón tienen las autoridades en proteger la integridad de su fútbol y en tratar de desterrar de sus campos de juego la mancha abyecta del racismo.
Lástima que se hace difícil creerles cuando no les causa el mismo apuro ni la misma indignación que un jugador que puede haber cometido la misma falta defienda la camiseta de Inglaterra.