Falleció el hombre, el de los 60 años, el que parecía tener más vidas que un gato, sobreviviente de un sin fin de atentados contra su salud, incluyendo drogas, alcohol, obesidad, males cardíacos y una reciente cirugía por un hematoma en la cabeza. Revivió el ídolo, el del gol más bello en la historia de los mundiales, el “genio del fútbol”, como le llamó el narrador justo cuando lo ve tomar la pelota en el medio campo, sin sospechar que dejaría desparramado a medio equipo inglés, a punta de fintas y regates hasta el gol.
Falleció el hombre y se inmortalizó el ídolo. Ambas cosas sucedieron a la vez, el 25 de noviembre del 2020, a partir de las 9 a. m. cuando empezó a viajar la noticia por todo el mundo.
Impactó en China como en Costa Rica, a Lionel Messi como al exliguista Pablo Gabas, al Papa Francisco como al cura de su parroquia, al árbitro que no vio el gol con “La mano de Dios”, el tunecino Ali Bennaceur, como al guardalínea costarricense Berny Ulloa, quien obligó al astro a recomponer la banderola del tiro de esquina, que astuta y atrevidamente había quitado pretendiendo ejecutar el saque a placer, como quien se cree el dueño del juego (con el terreno incluido).
Falleció el hombre, el ser humano salido de Villa Fiorito, ese barrio pobre en el sur de Buenos Aires, como si el fútbol hubiese querido compensar a los que menos tienen. Se inmortalizó el ídolo, el de Argentino Juniors, el de Boca Junio
rs (del que es hincha Gabas), del Barcelona, del Sevilla, del Newells Old Boys, el “San Gennaro, santo patrón” de Nápoles cuya ciudad se embriagó con ese rey del pueblo y los dos títulos del ‘Calcio’ que le dio, en 1987 y 1990, los únicos campeonatos nacionales del club, además de la Copa de la UEFA de 1989 y una Copa de Italia. Hoy su alcalde sugiere cambiar el nombre al estadio, de San Paolo a Diego Armando Maradona.
“Siento que representé a una parte de Italia que no contaba para nada”, dijo el astro albiceleste en un documental de 2019, retratando esa imagen de defensor de los desprotegidos, rebelde con causa, así contra el dominio de lo clubes grandes, la FIFA, el capitalismo o el irrespetoso de citar en el control antidopaje a siete jugadores de la Selección de Costa Rica justo después del triunfo 1 a 0 ante Italia en Brasil 2014.
Falleció el hombre, dejando un incierto número de hijos, además de Dalma y Gianina, de su matrimonio con Claudia Villafañe, su novia de juventud; dos varones y una hija, de relaciones extramaritales, cuya paternidad se determinó en los juzgados, y de “otros tres hijos y quizás un cuarto, en Cuba”, durante su tiempo de rehabilitación de las drogas, según dijo quien fuera abogado de Maradona, Matías Morla.
Se inmortalizó el ídolo que llegó al mundo a cuestionar quién era el mejor futbolista de la historia, un trono ocupado por el mismo ‘O Rei’ Pelé que hoy lamenta sus partida: “Espero que algún día podamos jugar juntos al fútbol en el cielo”, escribió en Instagram el tricampeón del mundo brasileño, de 80 años, el más grande de todos los tiempos hasta 1986, cuando Maradona estaba a punto de su obra maestra y Lio Messi (1987) y Cristiano Ronaldo (1985) ni siquiera eran nombres en el mundo del fútbol.
Maradona abrió un debate de acérrimas rivalidades, de afinidades y antipatías, que hoy desaparecen en medio de muchos sentimientos. Desde Zidane (”Tengo grabado en mi cabeza su Mundial de 1986″) hasta el Cholo Simeone (”Ha sido y es el mejor del mundo”), desde el Barcelona (”Gracias por todo, Diego”) hasta el Real Madrid (“Diego Armando Maradona deja un legado inmenso, convertido en mito”), desde Lionel Messi (”Nos deja pero no se va porque el Diego es eterno”) hasta Cristiano Ronaldo (“Hoy me despido de un gran amigo y el mundo se despide de un genio eterno”), todos tiene algo que decir sobre Diego Armando Maradona. La leyenda se hizo inmortal.