No fue al calor de una campaña o de un triunfo electoral, que surgió la idea de dotar a la ciudad capital de un sistema masivo de transporte público en la forma de un tranvía eléctrico, sino sobre la base de que una de las variables fundamentales para una planificación urbana responsable: el tema de la movilidad.
No creo necesario crear polémicas y especulaciones que puedan dar al traste con un proyecto de tal envergadura y que es de largo plazo, cuando apenas los actores involucrados, la Municipalidad de San José, el Ministerio de Obras Públicas y Transportes (MOPT) y la Compañía Nacional de Fuerza y Luz (CNFL), entre otros, estamos en vías de actualizar los estudios de factibilidad realizados en 1984 y 2003.
Capacidad de proyectar. Sin embargo, me parece que ya es necesario que en San José, lo mismo que en Costa Rica, seamos capaces de proponernos proyectos de vital importancia para el futuro, de modo que sea posible trascender el cortoplacismo y la improvisación que tanto daño les causan a la sociedad y a la economía nacionales. Pensar con una visión de mediano y largo plazo, para solucionar el caos del transporte público de la capital es lo que ha unido al ayuntamiento y al Gobierno de la República en una iniciativa que involucra a otros actores, cuyos puntos de vista son fundamentales para juzgar, sobre bases firmes, la viabilidad y la factibilidad de una iniciativa que mejoraría, de forma notoria, la calidad de vida de quienes habitan y visitan la ciudad.
La principal ventaja de un tranvía –sobre otras soluciones de transporte– es que puede movilizar a más personas y, además, sin contaminar, porque utilizaría como fuente de energía la electricidad que el país produce, en su mayor parte, a partir de fuentes renovables. En la cumbre sobre el clima realizada en Cancún, México, ha quedado claro que ya no basta con que Costa Rica participe del intercambio del mercado de oxígeno y carbono, sino que el país deberá adoptar políticas tendientes a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera. En el marco de las obligaciones internacionales de la lucha contra el cambio climático, y a partir del hecho de que el transporte genera más del 80% de la contaminación que afecta el aire, creo que es oportuno pensar que la solución de la movilidad para la capital debe estructurarse alrededor de un proyecto ambientalmente sostenible y que, si bien requiere de una alta inversión inicial, resultaría más barato a largo plazo, considerando la factura petrolera.
El Tren Eléctrico Metropolitano (TREM), que es una propuesta que el gobierno local apoya, no puede planificarse al margen del resto del sistema de transporte público. Lo mismo sucede con los proyectos de sectorización y de interlínea, que deben constituirse, a partir de un esfuerzo coordinado, junto al tranvía eléctrico, en una solución integral para la movilidad en los sectores más densamente poblados del Valle Central.
La jerarquización y el planeamiento conjunto evitarán que exista una competencia inútil y muy cara entre sistemas que son complementarios. Por ejemplo, debemos aspirar a que el tren movilice personas entre Alajuela, Heredia, San José y Cartago, a una velocidad mínima entre los 40 y los 60 kilómetros por hora, con estaciones cada cuatro o cinco kilómetros, mientras que el tranvía –que se desarrollaría prioritariamente en el casco central capitalino– debería transportar pasajeros a una velocidad de unos 15 kilómetros por hora, con paradas cada seiscientos o setecientos metros. Las nuevas tecnologías permitirían que el transbordo entre ambos sistemas ahorre tiempo a los usuarios y mejore la calidad de los desplazamientos.
Competencia del MOPT. Vale la pena recordar que la competencia sobre transporte público es del MOPT. Si bien es cierto la Municipalidad propuso, en el pasado, iniciativas sobre un tranvía eléctrico que no fueron consideradas por esa cartera, la realidad actual es que tanto el ministro, Francisco Jiménez, así como la presidenta de la República, doña Laura Chinchilla, han manifestado su buena voluntad de desarrollar un nuevo sistema masivo de transporte que, además de ordenar el servicio, sea consecuente con la política gubernamental de que Costa Rica se convierta en un país carbono neutral, ejemplo de desarrollo sostenible con el ambiente, a escalas latinoamericana y mundial. Para que este anhelo se convierta en realidad, es muy importante que, en un marco de diálogo democrático y de normalidad institucional, tanto el Gobierno como el ayuntamiento no omitan las opiniones y consideraciones de todos los actores que podrían hacer factible el proyecto del tranvía, como es el caso de los autobuseros, a quienes hemos empezado a convencer de que su negocio no son los buses, sino el transporte público.
El actual modelo no es competitivo y, en consecuencia, promueve el uso del vehículo particular, con todo lo negativo que esto implica en lo económico, lo ambiental e, incluso, lo humano, ya que la ciudad pierde su papel de punto de encuentro y de espacio de inclusión social.
El ideal de contar con un tranvía eléctrico, de esta manera, será un elemento que catalice las decisiones sobre la creación de rutas terciarias, secundarias, primarias e intersectoriales, que se apoyen en el tren y que se jerarquicen correctamente, de modo que la ciudadanía costarricense pueda aspirar a tener un servicio público de calidad.