El valor de la moneda costarricense en relación con el dólar de los Estados Unidos genera mucha discusión desde hace meses o varios años. En este medio se han publicado varios artículos enfocados en ese tema, entre ellos los escritos por Jorge Guardia (3/8/2015), Álvaro Trejos (5/9/2015) y Fernando Naranjo (24/1/2016).
Asimismo, el valor relativo del colón costarricense también fue el centro de un editorial de este periódico hace unas semanas (1/2/2016). Y no es para menos. El valor de la moneda local no es asunto de menor importancia para una economía pequeña y abierta como la nuestra, cuyo desarrollo depende críticamente de su inserción en los mercados internacionales.
Entre las opiniones expuestas sobre el valor del colón, algunos han argumentado –autoridades gubernamentales incluidas– que el tipo de cambio se encuentra en equilibrio, y dan a entender que está a su precio “justo”. En realidad hay varios elementos que hacen dudar de la validez de tal afirmación.
En primer lugar, que algo esté en “equilibrio” y que su precio sea entonces el “justo” no necesariamente son la misma cosa. El equilibrio es un concepto intrínsecamente temporal. Algo que está (dizque) en equilibrio puede no estarlo solamente un instante después por cambios originados en cualesquiera de los elementos que pueden afectarlo.
En el caso del tipo de cambio, modificaciones en el contexto internacional (por ejemplo, precio del petróleo, flujos de capital entre países, términos de intercambio en general, atractivo del país como destino turístico) o aspectos internos (inflación local o la productividad relativa de la fuerza laboral.
Aún más, en mi opinión, afirmar que el tipo de cambio está en equilibrio en un momento particular es extraordinariamente difícil (si es que del todo es posible).
En realidad, podría argumentarse que un tipo de cambio está en equilibrio si las entradas esperadas de divisas en el futuro son iguales a las salidas futuras al precio que tiene en ese instante la moneda nacional.
Pero nadie tiene la bolita de cristal para afirmar con cierto nivel de certeza –o cuando menos con un buen grado de aproximación– cuál podría ser el precio esperado del petróleo a largo plazo, o los flujos netos esperados de inversión extrajera directa hacia Costa Rica, o los futuros movimientos de capital que inversionistas podrían hacer desde o hacia nuestro país, o el precio de la oferta exportadora tica, o el atractivo del país como destino turístico, entre otras cosas.
Modificaciones en todas estas variables y circunstancias pueden afectar de manera significativa las entradas o salidas esperadas de divisas y, por lo tanto, el llamado tipo de cambio de “equilibrio”.
Espejismo. Con alguna frecuencia se argumenta que el nivel de reservas internacionales acumuladas por el país en los últimos años es la mejor evidencia de que el tipo de cambio está a un precio razonable y por lo tanto en “equilibrio”.
Que las reservas internacionales crezcan, o no, depende de lo que ocurrió en el pasado, y lo que nos interesa para argumentar que el tipo de cambio se encuentra en “equilibrio” es el futuro.
El argumento de las reservas internacionales es equivalente a decir que las finanzas de una persona están en equilibrio porque al final del mes tiene dinero en su cuenta de ahorros. Si ha pedido prestado durante ese mes o si el poder adquisitivo de su salario está por cambiar materialmente en el futuro cercano, entonces ese equilibrio es un espejismo.
La acumulación de reservas por el Banco Central de Costa Rica (BCCR) bien podría ser un efecto temporal causado por condiciones externas favorables, entre ellas, el precio del petróleo –a un tercio del valor que tenía apenas hace dos años, ¡increíble!–, las tasas de interés internacionales que se han mantenido extraordinariamente bajas por largo tiempo y un premio (real) por invertir en colones ticos altísimos, pues no hay devaluación que compense la diferencia de tasas entre colones y dólares en la plaza local (como debería suceder en un mercado realmente en “equilibrio”).
De hecho, ¿hasta dónde la acumulación de reservas en el BCCR durante los últimos años obedece a un efecto de carry trade en el colón tico? Es una pregunta muy relevante para el Banco Central.
Sector exportador. Por otra parte, no debemos olvidar que el establecimiento de un sector exportador competitivo y pujante no es una cosa que se logre de un día para otro.
En realidad, requiere años, si no décadas. Para lograrlo hay que generar conocimiento en las empresas locales, atraer inversión extranjera directa orientada a mercados foráneos, lograr economías de aglomeración entre los exportadores domésticos, crear reputación en los mercados internacionales entre compradores de los productos y servicios producidos localmente, generar efectos de demostración tanto a escala local como internacional, crear procesos y procedimientos internos que faciliten esa labor, construir la infraestructura adecuada y orientar la educación de la fuerza laboral para generar las destrezas y conocimiento que los productos y servicios exportables requieren, etc.
En Costa Rica, hemos hecho un esfuerzo enorme durante las últimas décadas por promover un sector exportador vibrante (¿se acuerdan de los CAT?).
No apoyar ese enorme esfuerzo con una política cambiaria apropiada no me parece que esté en el mejor interés nacional ni que sea consistente con lo que intentamos hacer en los últimos 30 años.
Y está claro que el sector exportador ha estado sufriendo los efectos de un tipo de cambio fundamentalmente invariable, además de incrementos significativos en algunos de sus costos de producción (electricidad, impuestos de todo tipo y salarios, por ejemplo).
También resulta útil dar una mirada a lo que ha pasado en la región latinoamericana. Únicamente Bolivia, Guatemala y Costa Rica no han experimentado una depreciación nominal importante de su moneda vis a vis con el dólar norteamericano en los últimos cinco años.
En ese período, el resto de países de la región, muchos de los cuales son nuestra competencia como destino para inversión extranjera directa o turismo, han experimentado depreciaciones nominales de sus monedas sustancialmente mayores que en Costa Rica.
Estos países incluyen a México (40%), Colombia (66%), Chile (52%), Brasil (140%), Perú (22%), República Dominicana (22%), Nicaragua (28%), Uruguay (51%), Jamaica (41%) y Honduras (19%).
Qué tenemos de especial –y quizás en común– Guatemala, Bolivia y Costa Rica, es algo que me cuesta precisar.
Ancla. Debemos reconocer que hemos experimentado un contexto internacional favorable que le ha permitido al Banco Central mantener el tipo de cambio sin variaciones significativas por bastante tiempo y utilizarlo como ancla nominal para reducir la inflación local.
Es casi una realidad que el Banco Central no modificará su política cambiaria en lo que resta del 2016. Esto, aun a costas del sector exportador, de la competitividad del país –es imposible no darse cuenta de que Costa Rica es carísima– y aunque a largo plazo no sea posible mantener el tipo de cambio sin modificaciones, si no se corrige el recurrente y abultado déficit fiscal que enfrentamos.
De seguir por ese sendero, eventual e irremediablemente la inflación local sufrirá un incremento bastante elevado y, con ello, la necesidad de modificar el tipo de cambio.
Así las cosas, el Banco Central la tiene relativamente fácil, por ahora. El Ministerio de Hacienda, por el contrario, la tiene muy complicada.
El autor es profesor del Incae.