Estados Unidos logró disminuir la tasa de contagio con una vacunación intensiva, pero abril ha sido un mes muy negativo para la India, Brasil, Argentina, Colombia, Alemania, Irán y Costa Rica.
Según el informe número 54, titulado Pandemia en perspectiva, de la Universidad Hispanoamericana, solo el 7 % de la población en Costa Rica ha recibido la primera dosis; en Panamá, el 8,4 %; en El Salvador un 7,75 %; y el promedio mundial es un 6,5 %. Está claro que falta mucho camino por recorrer.
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No podemos abandonar el cumplimiento de las medidas de protección, relajarnos o pensar que no hace falta vacunarse. Somos parte de una comunidad que empieza en una célula llamada familia y todos debemos contribuir a evitar la propagación del virus; primero entre los nuestros y, seguidamente, entre vecinos, compañeros de trabajo y amigos.
No caigamos en la falsa confianza de que podemos romper nuestra burbuja y quitarnos la mascarilla porque el amigo adonde vamos también se cuida. Ese amigo, que reside con tres hermanos que también se cuidan: uno de ellos departe con la novia, quien también se cuida; el segundo, con sus compañeros de trabajo, que también se cuidan; y el tercero va a fiestas con otros amigos, que también se cuidan; y así creamos una cadena de subburbujas en la cuales, según creemos, estamos a salvo porque «todos nos cuidamos». Esa falsa creencia cae al precipicio cuando el papá de mi amigo es internado y la suegra del hermano de mi amigo fallece.
Hay mucha gente con la que interactuamos que padece factores que los hacen vulnerables a los virus, y para ellos puede ser fatal contraer la enfermedad del coronavirus.
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Ninguno de nosotros sabe cómo va a reaccionar su organismo, y tengo que admitir que gente que conocí murió por covid-19 y otros quedaron con secuelas para toda su vida.
Vacunándome podría ayudar a que otros no mueran, lo considero un esfuerzo pequeño que puede traer beneficios para nosotros y los demás.
Mientras nos llega el turno de la inoculación, no debemos relajarnos, ni armarnos de rebeldía juvenil, ni alegar que por algún tiempo hemos estado restringidos para realizar nuestros caprichos.
Ya habrá tiempo más adelante para recuperar lo que hemos dejado de hacer. El país alcanzó la semana pasada una cifra muy alta de contagios en un día, la saturación de hospitales y la escasez de camas están a unos cuantos enfermos de alcanzarse.
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En este punto de la pandemia sería de esperar que, además de las medidas insistentemente publicadas, cada uno de nosotros ya hubiera hecho cambios drásticos en su estilo de vida para ayudar a su organismo a reforzar su sistema inmunitario.
Todos deberíamos estar haciendo más ejercicio al aire libre para tomar horas de sol (vitamina D), debimos haber disminuido la cantidad de comida chatarra porque destruye nuestras defensas y aumenta el colesterol y, por el contrario, consumir más frutas y hortalizas ricas en vitamina C y otros minerales necesarios para el cuerpo.
El pensamiento positivo y actividades que mejoren nuestras relaciones personales, especialmente con nuestras familias, siempre ayuda. Si ya pasó un año y no hizo ajustes, este es el momento de empezar.
Seamos resilientes, tomemos un segundo aire y pensemos como comunidad. Sabemos lo que debemos hacer, y si mantenemos la distancia, usamos mascarillas y nos lavamos las manos con frecuencia, probablemente no tendremos que volver a los cierres de negocios y las intensas restricciones de circulación. Está en nuestras manos.
El autor es director de la Universidad Hispanoamericana.