Las familias que hacen frente a las dificultades producidas por el consumo de marihuana de alguno de sus miembros —sobre todo menores de edad— y profesionales en salud que hacemos ingentes esfuerzos para atenderlos no podríamos sustraernos del debate del proyecto de ley que autoriza el consumo de marihuana recreativa.
Cuatro investigaciones llevadas a cabo por la Clínica de Adolescentes del Hospital Nacional de Niños, para explorar el consumo de drogas en adolescentes escolarizados, demuestran que el alcohol ocupa el primer lugar: un 57% alguna vez en la vida lo ingirió y un 25% admitió haber llegado a la embriaguez, a pesar de ser una droga lícita pero de venta prohibida a menores de 18 años.
Con respecto a las drogas ilícitas, el estudio mostró un incremento significativo entre 1991 (un 1%), en una muestra de 7.000 estudiantes, y el 2006 (el 10% de 1.700 encuestados); en el 2013, fue un 15% de 3.370 encuestados y en el 2019 también un 15% pero en 9.223 consultados. En el 90% de los casos, la marihuana se situó como la más utilizada.
En la literatura científica, existe múltiple evidencia del efecto de la marihuana en la estructura cerebral. Cuando el consumo es prolongado, a quienes se les han realizado estudios de resonancia magnética (MR DTI) se les detectaron anormalidades microestructurales en el cerebro, tanto en la materia blanca (conexiones entre neuronas) como en la gris (neuronas).
El daño del desarrollo microestructural de las fibras del cerebro puede resultar en serios déficits cognitivos y predisposición a desarrollar psicosis, depresión, ansiedad grave y brote temprano de esquizofrenia. En estudios adicionales en adolescentes que utilizan la marihuana de forma recreativa, se han visto, también mediante resonancia magnética, anormalidades en el volumen y forma de dos estructuras del cerebro: el núcleo accumbens y la amígdala.
El núcleo accumbens, ante reforzadores conductuales positivos naturales, tales como alimentos agradables, música, sexo, etc., genera la liberación de dopamina, lo cual origina una respuesta de recompensa (sensación placentera). Esto mismo produce la estimulación cerebral por exposición repetida a las drogas (cocaína, anfetaminas, heroína, alcohol, nicotina, marihuana).
La amígdala está relacionada con el procesamiento y almacenamiento de reacciones emocionales, y contribuye a la consolidación de la memoria. Los cambios encontrados en los consumidores de marihuana, en estas dos áreas del cerebro interconectadas entre sí, guardan relación directa con mecanismos que actúan potencialmente para favorecer la adicción y los trastornos cognitivos y conductuales.
Se documentó, además, un deterioro cerebral mediante un seguimiento durante 20 años a consumidores regulares, con entrevistas a los 18, 21, 26, 32 y 38 años, y con el uso de pruebas neuropsicológicas a los 13 años sin consumo y a los 38 con consumo.
En las personas consumidoras se halló afectación cognitiva de la atención y en la memoria, así como una reducción del coeficiente de inteligencia, que en promedio es de ocho puntos, lo cual es significativo, y es más serio en quienes comenzaron a fumar marihuana en la adolescencia, cuyo daño es irreversible. Este impacto es más grande si el inicio se dio con marihuana con mayor contenido de tetrahidrocannabinol (THC).
Adicionalmente, cabe mencionar los efectos negativos conocidos en la salud por la exposición al humo de los cigarrillos y vapeadores con marihuana, que son similares a los del tabaco en todo.
Si bien el proyecto de ley pretende contribuir a resolver un problema fiscal, no debe ignorar que una mayor disposición del cultivo favorecerá el acceso y, por tanto, se corre un riesgo real del incremento del consumo recreativo entre menores de edad, a pesar de estar prohibido, como ocurre con el alcohol.
Más aún, el proyecto de ley presenta debilidades evidentes en cuanto al control y supervisión para evitar el acceso de la población infantil y adolescente. Menciono solo algunas: permite el consumo de comidas y bebidas con marihuana en “cafeterías”, lo que es obvio que indirectamente facilita la compra de marihuana; fija solamente multas, sin penas de prisión si se violara la ley; los cigarrillos no tendrán un empaquetado neutro, aunque sí advertencias mínimas; estimula la inversión extranjera que debería regularse, pero es un portillo enorme para el tráfico; al tiempo que permite el consumo, pide a las autoridades políticas y programas que promuevan hábitos saludables, algo que ni siquiera se ha logrado contra el alcohol y la comida chatarra; y propone promocionar a Costa Rica en el extranjero como un país destino para el consumo “responsable de marihuana”, no obstante las consabidas consecuencias sociales en estos “paraísos”.
Sería irresponsable la aprobación del proyecto de ley sin que se dé una amplia discusión que considere las decisiones de los adultos, ponga en primer lugar la protección de la niñez y adolescencia (interés superior) y no reduzca el debate a descalificar a quienes plantean dudas basadas en la evidencia diciendo que son “posiciones moralistas”.
El autor es médico pediatra, fue fundador y director durante 30 años de la Clínica del Adolescente del Hospital Nacional de Niños. Siga a Alberto Morales en Facebook.