Todavía lo somos. Por más que digamos y aspiremos a lo contrario. Aún la mayoría de la población en Costa Rica tiene muy arraigadas costumbres propias de lugares subdesarrollados. Me remito a las siguientes evidencias:
Primera: la impuntualidad. La sola existencia de la “hora tica”, basada en la creencia de que es mejor ser esperado que esperar, refleja falta de disciplina y un claro irrespeto al valor del tiempo de los demás. Esto es aún peor cuando la llegada tardía es acompañada de una excusa inverosímil y ofensiva al intelecto.
Segunda: el irrespeto a las señales de tránsito. Se ve a diario y se paga con miles de accidentes y pérdida de vidas. Lo más preocupante son los razonamientos que subyacen en la cultura vial, donde se considera que la máquina es más importante que la persona y el transporte personal prevalece sobre el colectivo. En un alto, el carro no se detiene por un peatón. En la calle, un vehículo ocupado por un pasajero no le da prioridad al autobús.
La tercera evidencia resalta en las calles, patios y ríos de este país. A pesar de lo que se ha insistido, todavía una parte de la población no tiene la menor de las contemplaciones para deshacerse de la basura en el lugar y momento en que le incomode.
Basta con caminar por cualquier acera para salir premiado con la cuarta evidencia: una caca de perro en el zapato. Esta es una de las más odiosas costumbres de un pueblo subdesarrollado: sacar a pasear las mascotas para que hagan sus “gracias” en la vía pública sin hacerse cargo ni que importe quien pase después.
El irrespeto a los sitios preferenciales es la quinta. En el autobús, sinverguenzas toman los asientos reservados para adultos mayores y embarazadas, haciéndose los ocupados o dormidos para no cederlos. En el estacionamiento se roban los espacios reservados para las personas con discapacidades.
La existencia de casilleros en la entrada de tiendas y supermercados para evitar que bolsos y mochilas salgan cargados de artículos sin pagar, es otro signo típico de un pueblo subdesarrollado. En los países desarrollados, los clientes pueden circular libremente porque no se considera esa posibilidad.
La sétima evidencia se observa en los aeropuertos de los países subdesarrollados, donde todavía hay que hacer filas para pagar impuestos de salida. En los países desarrollados son más sutiles y los cargan al costo del boleto.
A pesar de lo anterior, el pueblo costarricense también conserva, como parte de su esencia, una serie de buenos hábitos considerados en peligro de extinción en otras latitudes, tales como el buen humor y la sonrisa, la facilidad para entablar una conversación con un desconocido, la calidez, sobre todo en los lugares rurales, y la gentileza con la que se recibe a los visitantes.
Asimismo, el “con mucho gusto” y el “pura vida” constituyen un reflejo de la amabilidad y buena disposición de los costarricenses.
Que se corrija lo que hay que corregir y que se mantenga lo que hay que mantener, para que siga valiendo la pena vivir en esta tierra bendita.