Desde hace veintiséis años, el país celebra el Día Nacional de la Mascarada el 31 de octubre. Históricamente, la organización presenta varias características de la tradición que es necesario reconocer para una mejor comprensión de su significado.
En primer lugar, este tipo de actividades acompañaron celebraciones religiosas o civiles en las comunidades o ciudades durante varios días. Por lo general, se trataba de homenajes a las autoridades locales o miembros de la Iglesia. Pero también de festejos para la coronación de los reyes o el nacimiento de sus hijos. Se efectuaban, asimismo, en honor a los santos patronos.
Además, no se trató de una actividad exclusiva, sino que se asoció con los llamados encierros y corridas de toros. Se llevaban a cabo competencias o torneos, como el juego de las cañas, el de la sortija o el de la alcancía, y competencias de cintas, entre otros.
La música estuvo siempre presente durante los días que duraban los festejos. A veces eran bandas militares, bandas de pueblo o músicos populares. Siempre se trató de actos públicos a los cuales asistían autoridades de gobierno con sus familias, clérigos, militares (sargentos, tenientes, capitanes y otros) y público en general. En algunos lugares se preparaban sitios especiales para las élites.
En los juegos, mascaradas, encierros y bandas de música, participaba la élite social y militar, así como personas esclavizadas (de origen africano), aquellas que habían recibido su libertad (libertas) y los llamados “aventureros” (bucaneros, filibusteros, corsarios y piratas) que apoyaban a la corona española.
Existe una fuerte documentación que confirma el desarrollo de este tipo de actividades en ciudades como Sevilla, Segovia, Guatemala, Santa Fe, Cartagena, Panamá, Popayán, Cartago, Espíritu Santo (Esparza), Nicoya, Barva, Pacaca, Curridabat, Quircot, Tobosi. Todos estos lugares presentan una característica en común, fueron asentamientos en donde la presencia de población afrodescendiente (negra, mulata, zamba, parda) era considerable.
Incluso, las fiestas ofrecían días específicos para cada una de estas poblaciones, con el fin de distinguir las tradiciones cristianas de aquellas que se consideraban “paganas”, “profanas” o “gentiles”, relacionadas con la participación de poblaciones afrodescendientes.
En Ciudad de Guatemala, por ejemplo, en la descripción que realizó Santiago Barberena, en 1680, sobre los festejos para el estreno de su catedral, indica que estas fiestas fueron divididas en varios días, en los cuales la participación estuvo a cargo de las personas de la aristocracia que reproducían danzas españolas y locales, para lo cual se disfrazaban a la usanza de las mojigangas. Posteriormente, en los otros días, se abrió la participación para las tradiciones paganas, “toros, juegos de cañas, alcancías, comedias y otras”.
En el mismo sentido, encontramos la relatoría de las fiestas que se celebraron en la ciudad de Cartago, con motivo del advenimiento del rey Luis I, en el año 1725.
Las celebraciones duraron varios días, con la participación de autoridades de gobierno, de la Iglesia y de las estructuras militares, en las que se llevaron a cabo encierros y corridas de toros, obras de teatro, actos religiosos, competencias, escaramuzas, con la participación de la población “gentil”, en las cuales hubo disfraces y desfiles por las principales calles de la ciudad gritando “viva el rey”.
Las investigaciones en Europa, principalmente en España, demuestran que las celebraciones con mascaradas, toros, comedias, actos religiosos, competencias y torneos se encuentran documentadas desde finales del siglo XIV.
Las pruebas que analizan mojigangas (mascaradas) realizadas en Sevilla en 1672 muestran, incluso, obras que pueden ser el origen de las famosas y populares retahílas de Guanacaste.
Los estudios reflejan la enorme influencia de la cultura africana (o afrodescendiente) no solo en las tradiciones europeas, sino también en las expresiones que se desarrollaron en América.
Los lugares mencionados anteriormente, Nicoya, Cartago o Barva, para citar solo unos pocos ejemplos, eran centros que reunieron poblaciones negras (esclavizadas o libertas) y fueron activamente fundamentales en el mantenimiento de las tradiciones.
El autor es docente e investigador en la sede de la Universidad Nacional en Nicoya.