Un perro envenenado por acción humana agoniza de manera indescriptible por minutos u horas. De no tratarse rápida y adecuadamente, todo su organismo sufrirá severos daños antes de sucumbir.
Irónicamente, lo que estas personas erróneamente consideran una “solución final” solo perpetúa y agrava el problema, a la vez que perjudica severamente a la sociedad.
Hechos violentos como el ataque al tucán Grecia y los envenenamientos de perros en Ciudad Neily y Villas de Ayarco son síntomas de una sociedad que no reconoce el valor de la vida, sea esta humana o no.
Quien deliberadamente hiere o mata a un animal perdió toda noción de ética, y enfila su agresividad hacia aquellos que considera inferiores a sí mismo. Entonces, ¿qué le impide violar la integridad o la vida de otra persona?
Son numerosos los estudios científicos que apuntan a un vínculo entre la agresión a animales y episodios de violencia en el futuro, especialmente contra cónyuges, niños y ancianos.
Otros más concluyen que un niño que hiere con intención a un animal podría ser víctima de abusos en su hogar, y en el futuro convertirse en victimario, completando así una vuelta más en la espiral de la violencia.
Más allá de la ley. Entonces, resulta evidente que las reformas a la Ley de Bienestar Animal son necesarias y urgentes, pero también que no pueden ser un esfuerzo aislado; la lucha no puede terminar en la Asamblea.
Si queremos proteger el bienestar de los animales y la dignidad humana, no podemos quedarnos en lo punitivo: debemos combatir la raíz del hecho violento, antes de que más animales agonicen en manos de quienes ignoran y atentan contra el valor intrínseco de la vida.
Los esfuerzos en esta materia deben ser integrales, coherentes y consistentes, e involucrar a todos aquellos capaces de actuar en favor de los animales.
Así pues, las reformas a la Ley N.º 7.451 deben complementarse con una propuesta robusta de inclusión del bienestar animal en los currículos educativos, para así asegurar al país generaciones de ciudadanos empáticos, éticos y conscientes de la importancia del bienestar animal para el desarrollo social.
Las municipalidades e instituciones públicas necesitan de capacidad instalada para analizar la problemática, hacer frente a las denuncias de maltrato animal y prevenir mediante la información y la sensibilización.
Los sectores productivos deben incorporar estándares de bienestar animal en sus prácticas y cadenas de valor, conscientes de que, además de satisfacer la creciente demanda de productos éticos y más saludables, evitarán el sufrimiento innecesario de miles de animales cada año.
Requerimos respetar la vida silvestre en su hábitat natural, y detener su extracción del ecosistema para convertirlos en suvenires de lujo, mascotas exóticas o platillos extravagantes.
Más dueños responsables. Un perro o un gato de la calle no es producto de la generación espontánea: es la consecuencia de una compra impulsiva, de la no castración, de mascotas que salen a la calle sin supervisión, sin correa y sin identificación.
Urge que entendamos que adquirir un animal de compañía es una responsabilidad de entre 10 y 20 años.
Así como otras organizaciones, Protección Animal Mundial ha luchado por décadas para generar un cambio positivo en la relación entre humanos y animales. Con la educación, la sensibilización y el apoyo a empresas y gobiernos, el trabajo con universidades y más, hemos hecho importantes avances en la protección de los animales, en Costa Rica y en todo el mundo.
Hoy, al fin, la sociedad condena los actos de violencia contra animales, que antes eran percibidos como de poca trascendencia. Pero aún debemos interiorizar que somos parte de un tejido complejo, dinámico, interdependiente y vivo, y que el daño hacia los animales nos afecta como sociedad.
La desinformación y la apatía son nuestro veneno: debemos implementar una cura eficaz e integral antes de que provoquen la agonía y el deterioro del sistema. Necesitamos salir de nuestra esfera y mirar las necesidades de otros seres vivos, que merecen nuestro respeto por el simple hecho de estar vivos y poder sentir.
Por eso llamamos al Gobierno, a las empresas, a la sociedad civil y a toda aquella persona preocupada por el alarmante aumento en número e intensidad del maltrato animal a tomar acción hoy en favor de quienes no pueden defenderse por sí mismos.
La autora es gerenta de Programas Veterinarios, Protección Animal Mundial.