Intimidad artificial

Fueron creados por un algoritmo y entrenados por medio de conversaciones que simulan la interacción humana. Se dan otro tipo de intercambios en función de la suscripción. El modo romántico es elegido en la mayoría de los casos.

Los novios virtuales experimentan un bum en la era tecnológica. No sorprende que hasta el amor y las relaciones íntimas sean susceptibles de virtualizar. Aplicaciones se están entrenando en cómo satisfacer los deseos más profundos de las personas.

Las plataformas pueden generar adicción y están muy atentas a la recopilación de datos de carácter íntimo. Riesgos y consideraciones éticas debieran considerarse y estar alerta.

El término intimidades artificiales fue acuñado por el biólogo evolutivo Rob Brooks, en su libro Artificial Intimacy: Virtual Friends, Digital Lovers, and Algorithmic Matchmakers. Él define este tipo de tecnologías como “máquinas construidas para mostrarnos lo que necesitan que veamos, oigamos o sintamos”.

Fueron diseñadas para responder a nuestra necesidad humana de conexión, intimidad y amor. “Estos algoritmos podrían utilizar lo que saben sobre nuestras amistades, relaciones íntimas y quizá incluso nuestra vida sexual para emparejarnos con empresas que quieren clientes. Los vendedores podrían utilizar nuevas técnicas de intimidad artificial para vendernos los productos que más necesitamos y para crear una lealtad a la marca más profunda que nunca”.

El deseo de intimidad y conexión es explotado también por las redes sociales y los algoritmos de las aplicaciones de citas. Se dice que los asistentes virtuales tienden a actuar cada vez más como un amigo que como un secretario personal.

Brooks divide las intimidades artificiales en amantes digitales, amigos virtuales y algoritmos celestinos que conectan a unos perfiles con otros. Mantener presentes a los seres queridos fallecidos o confesar los pensamientos más ocultos encuentran otros nichos tecnológicos. Bot en Discord permite confesar anónimamente lo que el usuario quiera, desahogar su pensamiento o conciencia. La pornificación de relaciones virtuales es otra vertiente.

El objetivo de tales tecnologías es aprender lo máximo posible sobre el usuario y darle lo que quiere para que regrese. En esto radica su diseño. Cae como anillo al dedo en una sociedad con crecientes índices de soledad, violencia y frustración, donde los jóvenes se sienten más aislados y tienen menos relaciones románticas.

Atención personalizada y disponibilidad exclusiva exenta de complejidad y compromiso es algo que se vende. La tecnología avanza en esa dirección. Brooks señala que en el 2020 la pandemia aceleró la transición hacia la intimidad artificial.

Alec Stubbs, becario posdoctoral en Filosofía y Tecnología en la Universidad de Massachusetts en Boston, menciona la importancia de la reciprocidad en las relaciones. Somos seres sociales y debemos relacionarnos. Una pareja de inteligencia artificial puede ser programada para atender solamente necesidades específicas y no ajenas. Puede programarse solo para servir y nunca exigir.

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Mucha gente está sedienta de humanidad, cercanía, atención, afecto, de la calidez de una mirada, una sonrisa o un abrazo. Ojalá recordemos siempre que el deseo entre las personas se apaga cuando se elige una pantalla.

hf@eecr.net

La autora es administradora de negocios.