La administración Alvarado parece moverse al ritmo de la prima de riesgo: busca acciones que le permitan bajar el costo de financiación y cumplir los requisitos (ya sea implícitos o explícitos) de las calificadoras. Sin embargo, raramente esas acciones son la mejor forma de cerrar el déficit presupuestario y promover el crecimiento.
Y nos urge el crecimiento. El gobierno acierta en el hecho de que la austeridad, al intentar bajar el costo de financiación y liberar recursos que ahora se utilizan de manera poco productiva, crea las condiciones necesarias para el crecimiento. Pero es preciso, también, diseñar una hoja de ruta global que implique la eliminación de los obstáculos estructurales al crecimiento, muchos de los cuales anidan en los detalles de la política de gasto y, especialmente, en la estructura contributiva.
¿Cómo hemos llegado a esta situación en las finanzas públicas? La respuesta es sencilla: gasto creciente sin financiamiento y, sobre todo, sin eficiencia. El Estado de la Nación ha venido revelando durante años cómo el Congreso crea instituciones y obligaciones al Estado sin garantizar su financiamiento.
Necesitamos decidir qué país queremos ser. Si no queremos renunciar a ciertos gastos, hay que subir los ingresos y evaluar resultados y eficiencia. Pero, a su vez, si no queremos dañar el crecimiento, no nos podemos permitir una gran subida de impuestos en un corto período, por lo cual, debe desecharse pensar en posteriores reformas en las tarifas de renta o de IVA.
En resumen: debemos cambiar desde la raíz la estructura y los procedimientos de gasto público y reformar la estructura fiscal.
Tara nacional. El defecto principal de nuestro sistema fiscal es que daña el crecimiento económico. Tenemos muchos tributos, más de 100, y cargas sobre las empresas que limitan su desarrollo o las invitan a la informalidad.
La presión fiscal que soporta el accionista es del 40,5 %; poco competitiva en un escenario con bajas impositivas a escala mundial. Por ejemplo, la tasa media de impuesto sobre la renta empresarial en los países de la OCDE bajó del 32,5 % en el 2000 a 23,9 % en el 2018. Mientras que en Estados Unidos pasó del 35 % al 21 %.
La mejora de ingresos no viene únicamente de aumentar las tarifas, sino también de tener más contribuyentes generando ingresos y, por ende, tributando, así como reduciendo la informalidad. Por otro lado, deben ser eliminadas las exenciones a sectores que, históricamente, mediante lobbys políticos, han disfrutado de ventajas sin mediar criterios técnicos.
Las altas cargas sociales para contratar un empleado, de mínimo un 26 % sobre el salario bruto, desincentivan la contratación de trabajadores cualificados cruciales para mejorar la competitividad de nuestra economía, especialmente, para las empresas extranjeras: necesitamos toda la inversión directa extranjera que sea posible.
Empleo estable. Para entender de dónde viene el empleo estable y cómo se generan los sueldos altos, es fundamental entender que la planta de producción o el centro de dirección necesita del ingeniero altamente cualificado o del buen ejecutivo y que, sin él, los 50 o 100 trabajadores genéricos a su cargo se quedan sin empleo.
Para atraer inversiones extranjeras de alta productividad, es necesario ser atractivos para los trabajadores altamente cualificados.
Las cotizaciones a la seguridad social, reconocidas como tributos por la propia Sala Constitucional, son muy elevadas, fruto de un sistema que, a pesar de recibir recursos enormes, sigue teniendo serios problemas de sostenibilidad a largo plazo, aunado a la alta informalidad y evasión.
Necesitamos una reforma radical hacia un sistema público único de pensiones de contribución definida, que tenga en cuenta la totalidad de las cotizaciones y se ajuste de acuerdo con la esperanza de vida y otras variables demográficas relevantes, como hicieron en Suecia hace varias décadas, donde se basaron en tres pilares: pensión mínima, cuentas nocionales y aportación a un plan de pensiones.
Costa Rica cuenta con capital humano y capacidad instalada productiva para crecer a un ritmo muy superior al actual y no para mantener una tasa de desempleo de dos dígitos, y tantas dificultades para hacer negocios.
Hay que pensar más allá de solo aumentar impuestos y ver el gasto público únicamente como un número y no a través de sus resultados.
El autor es abogado tributarista y profesor universitario.