Gobernar nunca ha sido tarea sencilla. Quien se atreva a opinar lo contrario, especialmente si aspira a ser presidente de la República o a ocupar algún otro cargo de elección popular, lo hace bajo alguna de estas dos premisas: ignorancia y buena fe de que poco tiempo después de ser elegido le llevarán a reconocer que “no es lo mismo verla venir que bailar con ella”, con terribles consecuencias para el país; o bien, un manipulador engaño para hacerse del poder a cualquier costo, a sabiendas de que lo asume como un fin en sí mismo y no como un vehículo para el impulso de importantes cambios sociales, con consecuencias nefastas para Costa Rica.
Gobernar no es tarea para oportunistas, demagogos y populistas con ínfulas de grandeza napoleónica. Tampoco lo es para improvisados, irresponsables y ocurrentes. Basta con ver varios ejemplos para darnos cuenta de los resultados de apostar por “falsos profetas” sin preparación para asumir las riendas de un Estado.
La política, y especialmente la laboriosa tarea de gobernar, es el arte de hacer posible lo que parece imposible, ciencia de diálogo y voluntades, vocación de personas nobles y con espíritu de servicio. Quien pretenda dedicar su vida a ella es quien, teniendo claro lo anterior, asume desde el inicio que no es espacio para lucrar, sino para impulsar cambios y modelos que afecten positivamente a su país.
El político es quien, con un necesario liderazgo, capacidad y vocación de servicio, entiende que en esta noble actividad no hay tareas o retos pequeños, pues toda decisión tiene un impacto en la colectividad a la que se dirigen sus acciones.
Ese liderazgo tiene un primer reto en la conformación de un equipo de trabajo en áreas de especialización profesional comprobadas para atender integralmente el clamor popular ante demandas estructurales, delinear el rumbo de manera eficiente en los procesos de toma de decisiones y dignificar la política con acciones concretas que tengan un impacto positivo en la mayoría de la población.
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Esfuerzo conjunto. Gobernar nunca será una tarea en solitario. Se trata de un esfuerzo conjunto de un equipo colegiado, el cual deberá asumir trabajos específicos de acuerdo con las áreas temáticas asignadas.
El equipo, de manera transversal y uniforme, comparte responsabilidades en el ejercicio del poder, según las facultades que la voluntad popular y la ley les encargan. Idealmente, su conformación debe tener como norte convertir las adversidades en motivaciones al tiempo de profesionalizar la política reconociendo la experiencia y la preparación, sin cerrar espacio a los nuevos liderazgos.
Así, la ciudadanía debe estar alerta a quien se presente ante ella sin equipo de trabajo o con un equipo de improvisados inexpertos. Gobernar no es un campo para llegar a aprender o a experimentar. Cada segundo cuenta y cada decisión que se toma, o se deja de tomar, representa una oportunidad para avanzar en alcanzar las grandes metas nacionales.
Pero, además, hoy más que nunca está en juego no solo el desarrollo del país y la eficiencia en la toma de decisiones importantes. Hoy está en riesgo la institucionalidad misma, como ha quedado claro ante los exabruptos de un candidato.
El grado de responsabilidad y madurez ciudadana se verá reflejado en febrero si somos capaces de llegar en mayoría a brindar nuestro apoyo y confianza haciendo un análisis serio y responsable sobre lo que mejor le conviene al país.
Nos corresponde, como ciudadanos, analizar la historia de los partidos políticos, sus logros, sus candidatos, sus equipos de trabajo y sus propuestas y no apostar por vendedores de humo, resentidos ocurrentes, inexpertos o quienes pretenden dar continuidad al desastre que ha sido el gobierno actual.
La decisión, como corresponde a una democracia fuerte y consolidada como la nuestra, la debemos materializar en las urnas. Las consecuencias de dicha decisión trascenderán los próximos cuatro años.
El autor es politólogo.