La década que está por iniciarse será clave para la civilización: debemos evitar que la emergencia climática devenga en catástrofe planetaria. Diez años es la ventana de oportunidad para actuar con una eficacia nunca vista en tiempos de paz.
Una economía cuya contribución sea la regeneración del capital natural del planeta produciría un nuevo mercado global mientras la humanidad se adapta a los límites naturales de la biósfera. La pregunta que cada país debe hacerse es de qué tamaño querría que fuera su porción de ese pastel.
Costa Rica posee los elementos necesarios para llevarse una tajada desproporcionadamente grande, más allá de su cuota de superficie terrestre, tamaño de población o volumen económico.
La adaptación a la economía climática le da abundantes ventajas naturales; también impone el desafío de maximizar el aprovechamiento de esa oportunidad. Para ello, debemos generar la reinvención de nuestra cultura de talento.
Señales prometedoras. Por más de un siglo, hemos sabido democratizar el conocimiento a través de la educación pública. La capacidad de aprendizaje de nuestra mano de obra ha sido un factor decisivo en el éxito de la gestión de atracción de inversión extranjera directa en las pasadas tres décadas.
La innovación que se lleva a cabo hoy es fiel muestra de ese talento. El número de incubadoras, aceleradoras y academias para el emprendimiento ha crecido mucho en los últimos diez años en el país. Todas ellas son prometedoras señales.
El futuro del trabajo exige que los colaboradores de toda organización sean ágiles, se reinventen y se adapten constantemente a las nuevas tendencias tecnológicas y económicas. Para esta coyuntura, es primordial el proyecto de transformación del INA, que ingresó este mes a la corriente legislativa.
Están pendientes las transformaciones equivalentes en escuelas, colegios y universidades públicas y privadas, academias de emprendimiento, entidades de consultoría y en la cada vez más acelerada industria del autoaprendizaje en línea. Que sirva de inspiración lo que está haciendo Singapur al otro lado del océano Pacífico mediante un plan de destrezas futuras liderado por el Consejo de la Economía del Futuro.
Nuevo talento. Cabe mencionar que la economía del conocimiento en la Costa Rica de la sexta revolución tropical (La Nación, 24 de noviembre del 2019) exigirá una mente de nuevo talento en áreas como nano y biotecnología, genómica, computación cuántica, neurociencia, telemática, telemedicina, biométrica y biomimesis, además de otras ramas cognoscitivas que están por inventarse.
También exigirá el desarrollo de talentos complementarios para fertilizar el pensamiento sistémico, tales como antropología para la diplomacia, economía para explicar la psicología del comportamiento, derecho para la impulsar la ética, medicina para concebir la impresión de órganos en masa, filosofía para el arte del pensamiento, arquitectura para diseñar la circularidad de materiales e infraestructura, finanzas para el clima, informática para la convivencia entre humanos y máquinas, agricultura para la regeneración de ecosistemas, política para la gobernanza digital, bellas artes para la innovación e ingeniería para el pensamiento exponencial, entre otros. Esa diversidad dinamizará la economía para una creación colaborativa y de alto valor agregado.
La bioeconomía 6.0 basará su moneda en la diversidad del talento humano. Para obtener el máximo provecho de nuestra interacción con el aprendizaje exponencial e inteligencia artificial de las máquinas, será mucho más evidente que deberemos estimular y robustecer algunos talentos transversales que nos harán más humanos y mejores líderes: empatía, creatividad, bioalfabetización y ética.
Nos motiva la ecuación de Víctor Koopers: Vp=(C+H)xA, en la cual el valor personal es igual a la suma de las habilidades con las que nacemos, más las capacidades que desarrollamos; todo ello multiplicado por nuestras actitudes. El factor multiplicador del talento es nuestra actitud. La suprema prioridad de un proyecto del país, hecho en Costa Rica, de alto impacto global a largo plazo es la de forjar una cultura de talento apta y adaptable a la sexta revolución tropical, que creemos se incubará en los países del trópico.
Sobre los autores:
Álvaro Cedeño Molinari es director ejecutivo de Republik.
Gustavo André Jiménez es consultor del Incae.
Luis Diego Gené es bioingeniero.