La Ruth que entraba a la universidad no comprendía ni cuestionaba por qué este era el paso siguiente en una lista interminable de logros. Siempre fue colegio, universidad, trabajo. Sabía que hacía lo correcto, pero ignoraba el motivo. Se emocionaba, pero igual quería salir corriendo y nunca más abrir aquella puerta.
La aventura de hace cuatro años significaba miedo a fallar, a tomar decisiones equivocadas y a enfrentar un futuro incierto. Le daban ganas de llorar y quedarse en la cama, no quería recibir clases en una carrera que cuestionaba la existencia humana.
La Ruth de unos meses después seguía llorando; no obstante, luchaba contra sus miedos. Reventaba la burbuja y se encontraba en cada taza de té con las personas que, sin saberlo, se sentían tan perdidas como ella. Comprendió que estudiar no era solo ir a las aulas, sino también aprender de las experiencias, los retos y los sueños.
El movimiento estudiantil le dio la bienvenida y la hizo sentir como alguien más grande que solo ella. Hubo amistades y docentes que la recibían día tras día, y diferenciaban entre la academia y la vida.
Para la Ruth del último año, ser estudiante significó reconocer que solo el hecho de serlo era la oportunidad y el privilegio más grande de su vida. Era no avanzar sin pensar en para quién lo hacía, qué cambiaba con ello, qué más podía intentar para que su formación calara más allá de ella.
Fue recordar todas las lágrimas, la ansiedad, la depresión y los ataques de pánico con ojos de dolor que la llevaron a encontrar su lugar, pero también la concientizó en que ningún sistema debería causarnos dolor; fue darse cuenta de que asumía la responsabilidad de recordar al mundo que la educación debe tener presente para qué existe.
Aprender ha sido el mayor reto de mi vida, la prueba más grande. El destino sabía quién era yo y de lo que era capaz antes de que yo lo descubriera. Ser estudiante me recuerda que nunca quiero dejar de aprender, ni pensar que estoy aquí porque necesito ganarme un trabajo de 9 a 5; quiero ser estudiante en nombre de quienes no tienen la misma oportunidad, pero, sobre todo, para luchar por que algún día eso cambie.
Ser estudiante me ha ayudado a mirar hacia atrás orgullosa, y el estudio significará siempre para mí tener la posibilidad de construir un futuro que salve a todas las personas, todos los días, como lo ha hecho conmigo.
La autora es gestora en género y desarrollo por la UNA y estudiante de Comunicación en la UCR.